La verdad sobre la vampira de Barcelona
¿Fue una cortina de humo para tapar una conspiración?
Secuestraba a los niños para extraer su grasa y realizar prácticas de BRUJERIA Y MAGIA NEGRA. Enriqueta Martí, la VAMPIRA DEL RAVAL, sembró el TERROR durante meses en Barcelona. Tuvieron que pasar cien años para descubrir que, tras esta CORTINA DE HUMO, se ocultaba una realidad todavía mucho más ESPELUZNANTE…
La historia de la vampira del Raval, tantas veces contada, tantas veces fabulada, nos retrotrae a la mísera España de comienzos del siglo XX; donde casi la mitad de la sociedad era analfabeta y, por tanto, tan permeable como lo es ahora a la difusión de bulos y rumores que hoy se bautizan como fake news. Es en este contexto donde va a cocinarse un relato que reúne todos los ingredientes para acaparar las portadas de la prensa sensacionalista al despertar los terrores más atávicos del ser humano: desapariciones de niños, hallazgo de sangre y huesos y la conjunción de espeluznantes prácticas brujeriles... Hasta tal extremo se ha perpetuado en la colectividad como un suceso real de la crónica negra, que han tenido que pasar más de cien años para que se destape toda la verdad. Solo el trabajo independiente de investigadores como Elsa Plaza – investigación duramente defenestrada por quienes pretenden perpetuar el mito de la vampira chupasangres– o Jordi Corominas, ha permitido despojar el relato de lo ocurrido de los bulos y rumores que robustecieron una gran mentira que
sirvió para ocultar una realidad todavía mucho más escalofriante. Como nunca es tarde para conocer esta verdad, vamos a relatar esta historia tal y como ocurrió…
LA NIÑA DESAPARECIDA
El primer capítulo de esta crónica de sucesos comienza el sábado 10 de febrero de 1912 a las ocho y media de la noche cuando, en la esquina de la calle San Vicente con Ferlandina, del barrio del Raval, la niña de cinco años Teresa – Teresita– Guitart i Congost se suelta de la mano de su madre mientras conversaba con una vecina. Una nota de prensa publicada cinco días más tarde en La Vanguardia, describe a la niña vistiendo “traje claro a rayas, con manteleta cruzada sobre el pecho, tocada con un pañuelo y calzada con polacas. Sus desgraciados padres que viven en dicha calle, número diecinueve, cuarto, primera, agradecerán en el alma cualquier indicación sobre el paradero de su hija”. Pasaron los días sin noticias de Teresita y nadie puede imaginarse la angustia vivida por sus “desgraciados padres” Isidro y Anna…
Paralelamente a la desaparición de Teresita, por esas mismas fechas, la población es alarmada por una prensa que se hace eco de los insistentes rumores acerca de las dramáticas misteriosas desapariciones de niños... ¿Quién está raptando menores en las calles de Barcelona?
La mañana del 17 de febrero será una vecina chismosa llamada Claudina Elías, la que escudriñaba uno de los balconcillos del número 29 de la calle Ponent – hoy Joaquín Costa, a escasa distancia de donde la menor había desaparecido–. Pudo ver cómo un par de niñas, malvestidas con harapos, se asomaban antes de ser empujadas bruscamente por una mujer que, de un portazo, cerraba tras ella el balcón. La vecina piensa que una de ellas puede ser la menor sobre cuya desaparición han informado los periódicos dos días antes, pero no lo pone en conocimiento de las autoridades policiales. Fue así cómo, de este incidente, se enteraron primero todos los vecinos del Raval y, por último, casi de casualidad, la policía… motivo por el que no intervino hasta diez días más tarde.
En la mañana del 27 de febrero, tras una serie de pesquisas iniciadas horas antes, la guardia municipal registra el número 29 de la calle Ponent y encuentra a dos niñas vestidas con andrajos. Una de ellas muestra la cabeza casi rapada al cero: es Teresita que,
preguntada por la policía, dice llamarse Felicidad… el nombre con el que ha sido bautizada por la mujer que la habría raptado diecisiete días antes con la excusa de comprarle unos pastelitos.
La otra niña, de la misma edad, y que responde al nombre de Angelita, será objeto de una rueda de reconocimiento frente a unos padres cuya hija también había desaparecido. Locuaz ante la policía, asegura que su “mamá” había matado a un niño llamado Pepito en la mesa del comedor. Una primera inspección ocular hallaría en la misma vivienda un cuchillo teñido de rojo y la partida de defunción de un niño, Benedicto, muerto en 1905. Días más tarde, un registro judicial en la vivienda dejó al descubierto un macabro hallazgo: una arqueta conteniendo huesos de niños a l os que, antes de morir, se l es habría extraído grasa, conservada en botes. ¿ Era la inquilina de la calle Ponent la secuestradora y asesina de niños que estaba creando alarma social en Barcelona?
LA “MALA DONA”
Una vez traslada al cuartelillo, la policía identifica a Enriqueta Martí Ripollés, de cuarenta y un años de edad, nacida en Sant Feliú de Llobregat (Barcelona) el 2 de febrero de 1871; hija de Pablo y Eulalia, con domicilio, en compañía de su padre, ya viudo, en el lugar de los hechos. Estado civil: separada de su marido Joan Pujaló Ortiz – quien también será llamado a declarar– y con quién ocho años atrás habría tenido un niño, Alejandro, muerto a los diez meses. A la mujer le constan dos antecedentes penales entre 1909 y 1910: el primero por una acusación de corrupción de menores finalmente sobreseído por falta de pruebas. El segundo por el hurto de unas joyas por la que sería sentenciada a poco más de dos semanas de cárcel.
A Enriqueta Martí se le toma declaración... Preguntada por qué se encontraba en su domicilio Teresita, la niña desaparecida, respondió haberla encontrado llorando desconsolada por la calle, motivo por el que la habría acogido en su casa. Preguntada sobre la identidad de la
En la mañana del 27 de febrero, tras una serie de pesquisas iniciadas horas antes, la guardia municipal regista el número 29 de la calle Ponente y cuentra a dos niñas vestidas con andrajos. La VAMPIRA DE BARCELONA es arrestada por la policía.
otra niña, Angelita, responde que es hija suya.
La investigación policial continúa su curso: el registro de varios inmuebles en los que había residido Enriqueta permite localizar más restos óseos… Picando en las paredes se descubren restos de cabello, quién sabe si procedentes de algún menor desaparecido en las últimas semanas… Junto a su ex marido Joan Pujaló – que presumía de ser vegetariano en una época en la que dicho estilo de vida se asociaba prejuiciosamente a ideologías de izquierdas–, habría regentado una herboristería en la calle Riera Baja, muy próxima a su antiguo domicilio en la calle Picalquers.
Este conocimiento de las plantas – que la cultura popular asocia a la brujería– era la pieza que faltaba para ensamblar definitivamente el rompecabezas que nos dibuja a la bruja del Raval: una mujer que secuestraba niños – se le imputó la muerte de una docena– para extraer su grasa, usada como ungüento para aliviar enfermedades incurables entre la alta burguesía que, discretamente, acudía a su consulta. Por si no fuera suficiente, la rumorología le atribuyó también el ejercicio de madame en prostíbulos infantiles, traficando con menores para satisfacer los más depravados instintos de la élite aristocrática.
Por supuesto que tales acusaciones fueron negadas una y otra vez por Enriqueta, a la que una turba de gente enardecida amenazaba con linchar cada vez que se presentaba en los juzgados. Solamente el naufragio del Titanic, el 15 de abril de aquel año, eclipsó durante un paréntesis las noticias sobre un personaje construido por la prensa sensacionalista. Sus portadas apostaron por continuar dando carnaza al público, identificando a Enriqueta Martí con la iconográfica bruja del cuento de Hansel y Gretel… y esa es la imagen que ha llegado hasta nuestros días a través de los libros y programas divulgativos de misterio y sus exposiciones itinerantes...
Sin embargo, hay otra realidad – que no interesa al público por no ser políticamente correcta– y que se descubre en ensayos – que nunca serán best seller– como Desmontando el caso de la vampira del Raval (2014), de Elsa Plaza.
Llegados a este punto, cabe preguntarse: ¿fue Enriqueta Martí la vampira que denunciaron los medios de comunicación… o acaso la utilizaron como cortina de humo para
ocultar una realidad todavía mucho más escalofriante?
¿LA VAMPIRA?
Evitando que desinflara la leyenda de serial killer infanticida – en lo que se antojaba una versión femenina de Jack el Destripador o el más ibérico sacamantecas–, la prensa se inhibió o fue tímida a la hora de difundir aquellas informaciones que contradecían la “versión oficial”. Solo algunos periodistas de la época se atrevieron a desmadejar qué pudo haber detrás de los bulos y rumores que terminaron cimentando el mito de la vampira del Raval.
El primero de ellos se refiere al secuestro continuo de niños. Angelita, la niña que acompañó a Teresita en su cautiverio, había sido adoptada por Enriqueta después de que su cuñada – hermana de su esposo– se desentendiera tras quedarse embarazada siendo viuda. Lo que relató acerca de Pepito – otras veces le llamaba Juanito–, el niño que habría sido asesinado por “mamá”, probablemente respondiera a una fantasía infantil cuyo exceso de locuacidad se vería reforzado al recibir la atención de los policías que la interrogaron: el tal Pepito existía, y era el crío que una vecina dejaba esporádicamente en casa de Enriqueta.
Las manchas de cuchillo con el que supuestamente la vampira habría asesinado a una docena de niños… resultaron ser de óxido. En cuanto al acta de defunción de Benedicto, se trataba de documentación referente a otro hijo de su cuñada que, estando vivo, había sido falsificada su muerte para evitar que, en el futuro, fuese llamado a filas en una época en la que España mantenía guerras coloniales. Mientras que Teresita Guitart se convertía en una niña caprichosa y malcriada, a la que sus padres exhibieron en teatros y circos ambulantes, aprovechando el filón mediático de su secuestro, mientras pasaban la gorra para recoger algunas monedas. Pero, ¿y qué hay de la arqueta con huesos, los frascos conteniendo grasas de niño o de los restos óseos y de cabellos hallados tras picar en las paredes de una vivienda anterior?
Los huesos hallados en otros inmuebles donde residió Enriqueta resultaron ser de origen animal, probablemente procedentes de restos de comida. Lo que en un principio se interpretó como los cabellos de niño, era en realidad piel deshuesada de conejo.
En cuanto a la arqueta conteniendo supuestos huesos y grasa, su origen en el inmueble de la calle Ponent resulta sospechoso; pues no fue hallada en anteriores inspecciones oculares, sino horas después de que unos ladrones violentaran el precinto judicial de la vivienda para sustraer elementos de la instalación de gas, unos colchones y algo de ropa. Fue solo entonces cuando se hallaron las “pruebas” que implicaban a Enriqueta con prácticas brujeriles más propias del sacamantecas...
Aunque inicialmente se aseveró que los huesos eran de niño, f inalmente se evidenció que eran de un adulto de veintitantos años. ¿ Eran huesos extraídos de algún cementerio en una práctica supersticiosa de atraer la buena suerte… o fueron introducidos en la vivienda por alguien que pretendía convertir a Enriqueta Martí en chivo expiatorio? Porque mientras el foco mediático se centraba en la vampira de la calle Ponent – cuyo delito fue ser una persona desequilibrada, que vivía de la mendicidad, y que raptó a una menor–; algo todavía mucho terrorífico – y ajeno a su f i gura– se estaba produciendo en las mismas arterias del barrio del Raval…
Varios menores eran secuestrados para ser prostituidos en un antro de la calle Botella, cuya clientela era integrada por miembros de la alta esfera social. Frente a las portadas que se dedicaron a la vampira del Raval, el caso de los secuestros y la prostitución de menores pasó desapercibido para la prensa de la época. Tal y como respondía Enriqueta en una “falsa entrevista” inventada por un periodista: “Yo creo que soy vulgar y que el misterio lo han hecho ustedes por ahí para distraer a la gente”.
Evitando que desinflara la leyenda de SERIAL KILLER infanticida, la prensa se inhibió o fue tímida a la hora de difundir aquellas informaciones que contradecían la “versión oficial”.