La cocina de la Biblia
Analizamos el menú de la Última Cena.
La BIBLIA es la mayor fuente de información culinaria del pasado, a la vez que un referente a la hora de explicar nuestros hábitos gastronómicos. La CULTURA DEL COMER en los tiempos del antiguo y NUEVO TESTAMENTO forma parte de la idiosincrasia de la cuenca mediterránea.
Sumergirse en la cocina de la Biblia nos enseña no solo l o que comían nuestros antepasados del Medio Oriente en los tiempos de Jesús, sino cómo l o comían, mediante qué procedimientos rituales se preparaban l os alimentos, qué reglas de comensalidad seguían, qué importancia tenían l os ciclos de cosecha en sus vidas y qué significaban socialmente para ellos, así como el lugar que ocupaba la actitud del agradecimiento en su esfera de relación con aquello que comían.
Existe un alimento místico a la par que misterioso en la Biblia que nadie ha l ogrado i dentificar todavía. Se trata del maná, el extraño sustento enviado por Dios a l os israelitas durante l os cuarenta años que vagaron por el desierto en busca de la Tierra Prometida. Eran tan importante, que incluso había un tarro de maná en el Arca de la Alianza. El Éxodo contaba que el maná aparecía cada noche y cada mañana, después que el rocío hubiese desaparecido. Si atendemos a su descripción morfológica, era como una especie de semilla o grano de color blanco que, tras ser hervida y horneada, se parecía a las obleas
con miel, pero luego también encontramos descripciones en las que se dice que su color era como el de la mirra india y que sabía a tortas aceitadas. Los exégetas y expertos han tenido más de un quebradero de cabeza a la hora de i dentificar el maná. ¿ Existió realmente? ¿Qué era? Algunos eruditos dicen que maná deriva de una palabra egipcia que significa “alimento”, a secas, por l o que podría referirse al alimento en general, pero a f inales del siglo XX l os árabes del Sinaí iban vendiendo una resina del árbol del tamarisco a la que llamaban “man es- simma”, que significa “maná celestial”. Otros dicen que se trataría en realidad de líquenes tales como el de la especie “Lecanora Esculenta”, que crece sobre rocas calcáreas y es fácilmente transportable por el viento que l o arrastra, e incluso puede caer como la lluvia.
Otra de las teorías más atractivas en relación al maná, es la de los investigadores Edward Wilson y Bert Hölldobler, quienes aseguran en su libro “Viaje a las hormigas” que el maná es la secreción anal de sabor azucarado de las larvas y hembras inmaduras de las cochinillas, pertenecientes a las especies “Trabutinamannipara” y “Naiacoccusserpentinus”, que a su vez viven sobre l os tamarindos de las especies “Tamarixmamífera” y “Tamarixnilotica”. Se apoyan en esta i dea porque l os habitantes del Sinaí todavía colectan esta secreción a día de hoy, puesto que la utilizan como
Existe un ALIMENTO MÍSTICO a la par que misterioso en la Biblia que nadie ha logrado identificar todavía. Se trata del maná, el extraño sustento enviado por Dios a los israelitas durante los cuarenta años que vagaron por el desierto en busca de la Tierra Prometida.
sustituto del café y es uno de l os ingredientes básicos de sus medicinas populares, y l o más inquietante de todo es que llaman a esta secreción “man”. Los musulmanes, por su parte, tienen en mente otras i deas relativas a l o que pudo ser el maná, y frecuentemente l o i dentifican con el kéfir. El kéfir es uno de l os productos lácteos más antiguos de cuantos se conocen, por no decir el más antiguo. De origen caucásico, los musulmanes lo llamaban “l os granos del profeta Mahoma” y era considerado como un auténtico maná de Allah. Algunos piensan que el kéfir fue l o primero que comió Noé después del Diluvio Universal por i ndicación de Dios.
PESCADORES Y PECES
Uno de los máximos símbolos del cristianismo, después de la cruz, es el del pez. Jesucristo fue pescando a sus apóstoles entre pescadores, y es que la pesca en el mar de Galilea y en el río Jordán acogía una intensa actividad.
Durante el exilio en Egipto, los israelitas apreciaron el pescado del Mar Rojo. Y la forma de consumo era variada, aunque l os salazones y las frituras en aceite parece que fueron las más comunes: “Acaso hay entre vosotros un padre, que habiéndole pedido su hijo un pescado, en lugar del pescado le dé una serpiente?” (Lucas, 11:11). ¿Qué peces tenían nuestros antepasados de la Biblia? Pues aparte de carpas, tenían mayormente barbos, tilapias y sardinas.
En contraposición al pescado, la carne no estaba al alcance de todo el mundo. Las familias más humildes mataban algún animal para las f iestas y las celebraciones especiales, a l o sumo. Sin embargo, entre l os reyes era frecuente el consumo de gacelas, perdices, ciervos, codornices y pavo real. Las carnes que no se po
dían comer, por ser consideradas de animales impuros, eran las de camello, conejo, liebre y cerdo, principalmente. Tampoco se podía mezclar la carne con l os l eche, más que nada por aquel versículo que decía: “No cocinarás al cabrito en la leche de su madre” (Éxodo 23:19).
En la Biblia no se descuidan tampoco las alusiones a la miel, las abejas, l os enjambres y l os panales. La miel formó, sin duda, parte importante de la gastronomía bíblica: “Y he aquí que en el cuerpo del león había un enjambre de abejas, y un panal de miel. Y tomándolo en sus manos, se fue comiéndoselo por el camino” ( Jueces, 14: 8- 9), l eemos en Jueces.
Sansón no tuvo ningún reparo en coger el panal que unas abejas habían depositado en el cuerpo de un l eón muerto, y es que las aladas hacedoras de miel podían construir sus panalillos en lugares insospechados, frecuentemente en l os huecos de las rocas. El texto bíblico donde Dios habla a Moisés sobre la Tierra Prometida, dice que es buena y ancha, un tierra en la que f luye la l eche y la miel.
Las metáforas que se l e asocian en l os Proverbios –“Panal de miel son los dichos suaves; suavidad al alma y medicina para los huesos” (Proverbios 16: 24)– o en l os Salmos –“¡ Cuán dulces son a mi paladar tus palabras! Más que la miel a mi boca” (Salmo 119:103)– dan cuenta de su principal característica: la dulzura.
Cuenta la tradición que cuando el rey David hizo su triunfante entrada en Jerusalén con el Arca de la Alianza, uno de l os regalos que traía consigo eran tortas de miel: “Y repartió a todo el pueblo, ya toda la multitud de Israel, así a hombres como a mujeres,
Si hay un fruto que ha recorrido la Historia surcando civilizaciones y religiones con el simbólico barco de lo SAGRADO, no es otro que la granada.
a cada uno un pan, y un pedazo de carne y una torta de pasas con miel” (2 S. 6:19). A falta de azúcar, cosa que ellos no tenían, no solo se consumía la miel como alimento en sí, sino que, además, se usaba para endulzar.
VINO: SANGRE DE MI SANGRE
Las Sagradas Escrituras relatan que l o primero que hizo Noé cuando bajaron las aguas del Diluvio Universal fue plantar una viña, y parece que l os hebreos cultivaban l os viñedos con mucho cuidado y esmero. Los antiguos hebreos hacían con las uvas arrope y, por supuesto, vino, aunque a Jesús no l e hacían falta las uvas para fabricar vino, si prestamos atención al milagro de convertir el agua el vino, del que dio buena muestra en las bodas de Caná.
Los arqueólogos han certificado que la producción vitivinícola más antigua de la que se tiene constancia se remonta al año 4.000 a. C. en el sur de la actual Armenia. En el Imperio romano el cultivo vitivinícola experimentó una gran expansión. Como las técnicas antiguas eran más rudimentarias, l os vinos resultantes tenían una graduación alcohólica ostensiblemente superior a la de nuestros días, así que l o que se solía hacer era rebajarlo con agua, una costumbre que provenía de Grecia. A veces l os vinos se mezclaban con miel, otras veces se aguaban, otras se aromatizaban con hierbas.
En la Biblia siempre que se menciona el vino, se refiere al vino tinto. El zumo de uva se guardaba en odres o pieles de cabra y, tras su fermentación, solo l os más selectos y exquisitos se depositaban en tinajas durante un tiempo para que tomase cuerpo, y era precisamente este vino añejo el que se utilizaba en las celebraciones religiosas, como la Pascua que se celebró durante la Última Cena. Ponerse de acuerdo sobre la variedad de uva utilizada es un poco más complicado, pero todo parece indicar que se trataría de una variedad antepasada de la actual Syrah, de origen persa.
GRANADA: EL ALIMENTO SAGRADO
Si hay un fruto que ha recorrido la Historia surcando civilizaciones y religiones con el simbólico barco de l o sagrado, no es otro que la granada. Ya las más antiguas religiones mayoritarias, como el judaísmo, el budismo, el cristianismo y el islamismo, entre otras, le habían conferido propiedades saludables y mágicas mucho antes de que se llegaran a conocer sus propiedades medicinales. ¿ La fruta prohibida del Edén era una granada en lugar de una manzana? Es l o que algunos expertos se preguntan, mientras otros asegu
ran que el vino que Jesucristo ofreció en la Última Cena era en realidad zumo de granada. Lo cierto es que l os antiguos egipcios preparaban con el zumo de granada un vino muy ligero con sabor a frambuesa. Asimismo, tanto poder l e concedían l os babilonios a esta fruta, que creían que masticar granos de granada antes de las batallas les haría invencibles.
La Biblia menciona este fruto en incontables ocasiones y siempre con connotaciones de exaltación. La simbología cristiana la asocia con la fertilidad y forma parte de multitud de motivos religiosos artísticos. Verdaderamente, son muchísimos l os pueblos que tienen a esta fruta por un símbolo de Granada: alimento sagrado amor, fertilidad y prosperidad. Como tiene cáliz en forma de corona, la tradición judía se inspiró originalmente en la granada para diseñar las coronas, por l o que su connotación real es notable.
Llegó hasta nosotros gracias a l os bereberes, que la introdujeron en Europa. No en vano, si la ciudad de la Alhambra se llama hoy Granada, es precisamente en honor a esta fruta del árbol que el Islam consideraba uno de l os árboles del Paraíso. Y es que su influencia en la Historia es innegable, sobre todo si se tiene en cuenta que entró a formar parte del Escudo de España en 1492, así como también del Escudo de Colombia.
Todo esto hace suponer que algo de verdad había en las alabanzas que l os antiguos hacían de las granadas, si prestamos atención a las noticias científicas en la actualidad. Estas apuntan que la granada es algo así como una panacea, capaz de prevenir e incluso curar ciertos tipos de cáncer – como el cáncer de próstata–, y de contener, especialmente en su piel, poderosos macro- antioxidantes. Incluso en el Cantar de los Cantares podemos l eer: “Podría llevarte a la casa de mi madre, te haría entrar en ella, y tú serías mi maestro. Yo te daría a beber del mejor vino y del jugo fragante de mis granadas” (Cantares 8: 2).
LAS LANGOSTAS DE JUAN EL BAUTISTA... ¿O ALGARROBAS?
Dejaba escrito Mateo que Juan el Bautista comía “langostas y miel silvestre” (Mateo 3:4), y sobrevivió en el desierto gracias a ello. Las opiniones sobre si con langosta se refería al insecto o a la algarroba de un árbol llamado algarrobo o árbol de la langosta, están divididas, y ambas prestan argumentos a favor y en contra. Los que defienden que se trataba del insecto, sostienen que la palabra griega que empleó Mateo hace referencia a una clase de saltamontes de la familia de los acrídidos, cuya especie más común en Israel es la langosta peregrina o langosta del desierto. Pero existe otro sector que afirma que, puesto que el llamado algarrobo de Judea contenía un fruto verde que en estado verde era muy similar a una langosta, motivo por el cual era común llamarlo langosta en el lenguaje popular hebreo, las langostas que comía San Juan eran en realidad algarrobas. A esto se suma el hecho, además, de que algunos expertos ponen en duda que San Juan pudiera encontrar las suficientes langostas y en fase de desarrollo co
Algunos expertos apuntan que Jesucristo pudo haber ofrecido en LA ÚLTIMA CENA zumo de granada. Lo cierto es que los antiguos egipcios preparaban con él un vino muy ligero con sabor a frambuesa.
mestible como para poder sobrevivir a base de ellas. Las anécdotas con las que los investigadores se han encontrado no se acaban aquí, pues algunos expertos han descubierto motivos suficientes como para asegurar que el “humitz” que usaba Rut como arma de seducción era un antepasado del hummus.
DE TODO HAY EN LA VIÑA DEL SEÑOR
Las vides aparecen en la Biblia en incontables ocasiones y múltiples contextos. Tan profundo y simbólico era el significado que las viñas tenían para los judíos, que el propio Jesucristo afirmó ser la vid verdadera, porque todos tenían claro que la viña era el símbolo del pueblo de Dios y uno de los mayores regalos que este les había hecho, mientras que la desobediencia se castigaba con cosechas ruines (uvas silvestres): “Ahora cantaré por mi amado el cantar de mi amado a su viña. Tenía mi amado una viña en una ladera fértil. La había cercado y despedregado y plantado de vides escogidas; había edificado en medio de ella una torre, y hecho también en ella un lagar; y esperaba que diese uvas, y dio uvas silvestres. Ahora, pues, vecinos de Jerusalén y varones de Judá, juzgad ahora entre mí y mi viña. ¿Qué más se podía hacer a mi viña, que yo no haya hecho en ella? Cómo, esperando yo que diese uvas, ha dado uvas silvestres. Os mostraré, pues, ahora lo que haré yo a mi viña: le quitaré su vallado, y será consumida; aportillaré su cerca, y será hollada. Haré que quede desierta; no será podada ni cavada, y crecerán el cardo y los espinos; y aun a las nubes mandaré que no derramen lluvia sobre ella. Ciertamente la viña de Yaveh de los ejércitos es la casa de Israel, y los hombres de Judá planta deliciosa suya. Esperaba juicio, y he aquí vileza; justicia, y he aquí clamor” (Isaías, 5).
Precisamente porque la viña de Yahveh es la mismísima Israel, es decir, el mismísimo pueblo de Dios, Jesucristo dijo: “Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto. Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado. Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, este lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho” ( Juan, 15, 1-7).
Las viñas ofrecían múltiples aprovechamientos, no solo daban uvas que se podían comer frescas o en forma de pasas, o con las que fabricar vino, sino que se podían usar sus pámpanos para cocinar, aprovechar los sarmientos para prender fuego y utilizar las cepas viejas arrancadas como leña.