La familia oculta de Jesús
LO QUE LA IGLESIA OCULTA
Para millones de personas JESÚS es EL PERSONAJE IMPORTANTE de la Historia. Su relevancia contrasta con lo poco que sabemos de él. ¿Era HIJO DE DIOS… o fue hijo ilegítimo? ¿A qué se dedicaban sus padres? ¿Quiénes eran sus abuelos? ¿Tuvo HERMANOS? ¿Cómo era la relación de Cristo con su familia?
Apesar de la ausencia de pruebas arqueológicas, la historia oficial acepta la existencia de Jesús de Nazaret en base a la premisa de que es mucho más difícil explicar el origen de un movimiento como el cristianismo suponiendo que su inspirador hubiera sido un mito inventado. A partir de ahí, son las fuentes escritas las piezas del rompecabezas que permiten hilvanar quién fue Jesús y cuál pudo haber sido su entorno familiar. De entre estos textos destacan l os textos canónicos que integran el Nuevo Testamento y los evangelios apócrifos que fueron marginados por la Iglesia al considerar que su contenido no aportaba un relato congruente sobre la vida de Jesús. ¿Qué podemos saber y qué nos oculta la Iglesia con respecto a quiénes eran l os padres, l os abuelos y los hermanos de Cristo?
J ESÚS, ¿ HIJO I LEGÍTIMO?
Aunque para la Iglesia católica la virginidad de María constituye uno de sus principales dogmas de fe, lo cierto es que esta creencia no es incorporada al credo de los primeros cristianos hasta el siglo II.
Los textos más antiguos del Nuevo Testamento, que son las epístolas escritas por Pablo de Tarso, no parecen l egitimar una concepción milagrosa del Hijo de Dios. De hecho, en el inicio de la Carta a los Romanos se dice que Jesús nació, descendiente del rey David, “según la carne”, mientras que, en el capítulo cuarto de su Carta a los Gálatas, se afirma que es hijo “nacido de mujer”, omitiendo así cualquier alusión a una posible concepción virginal. Tampoco l os evangelios atribuidos a Marcos (el más antiguo de l os cuatro canónicos) ni el de Juan aluden a esta cuestión.
Solo los evangelios atribuidos a Mateo y Lucas, que son precisamente l os que añaden más elementos literarios al nacimiento de Jesús (como la estrella que guía a l os magos de Oriente o la matanza de los inocentes), mencionan de una manera explícita que este naciera de una “virgen encinta” por mediación del Espíritu Santo: “Y sin haber tenido relaciones, María dio a luz un hijo, al que él ( José) puso por nombre Jesús” (Mateo 1, 25).
Frente a su milagrosa concepción no faltaron rumores que aseguraban que Jesús era fruto de una relación extramarital de María antes de conocer a José. Fue el f ilósofo griego Celso quien, en su Discurso verdadero contra los cristianos, escrito alrededor del año 180, extendió el bulo de que Jesús era hijo de las relaciones de María con un centurión romano conocido como Pantera (nombre bastante frecuente en la Roma de la época).
Sin embargo, mucho antes de que surgieran estos rumores, l os evangelios de Mateo y Lucas sentaban la doctrina de la virginidad de María. Aunque l o hacen añadiendo a sus relatos elementos que se acomodan a las profecías del Antiguo Testamento, que ellos interpretaron como un anuncio de la llegada de un mesías.
Aunque para la Iglesia católica la virginidad de MARÍA constituye uno de sus principales dogmas de fe, lo cierto es que esta creencia no es incorporada al credo de los primeros cristianos hasta el siglo II.
En este sentido, Mateo y Lucas se limitan a “cortar y pegar” una profecía que viene recogida en Isaías 7, 14 (que, en realidad, no se estaba refiriendo al futuro mesías, sino a Ezequías, rey de Judea), tal y como se reconoce en el mismo evangelio: “Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que el Señor había dicho por medio del profeta. La Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrán por nombre Emanuel, que significa ‘ Dios en nosotros’”. (Mateo 1, 23).
Como quiera que estas profecías del Antiguo Testamento exigían que el nacimiento del mesías fuera a través de una concepción virginal, los evangelistas presentaron a su madre, María, como una mujer virgen y que no había mantenido relaciones. Se deduce que esta “concepción virginal” es un añadido de Mateo y Lucas, en tanto en cuanto l os textos de Pablo, así como Marcos y Juan no mencionan en ningún momento esta cuestión.
¿ A QUÉ SE DEDICABA J OSÉ?
La sociedad judía de la época se cimentaba sobre la unidad familiar. Un concepto de familia que, siempre encauzado por una religión tan estricta como el judaísmo, entonces respondía al heteropatriarcado: el padre se identificaba con la máxima autoridad que debía ser obedecida, mientras que la madre adoptaba siempre un papel de subordinación. Paradójicamente, y siempre según la visión que nos ha transmitido la Iglesia, la familia de Jesús se va a apartar de este estereotipo de familia heteropatriarcal: aquí la f i gura del padre José, se diluye frente al protagonismo que adquiere la madre, María.
Los mismos evangelios canónicos ningunean al “padre putativo” ( l éase adoptivo) de Jesús, del que se nos transmite muy poca información. De l os cuatro evangelios, solo el de Mateo (1, 19-20) l o describe como un “hombre justo” que, a pesar de ello, albergó
La escueta información que sobre JOSÉ encontramos en los evangelios canónicos se amplía con más detalle –aunque siempre con menos fiabilidad– en los evangelios apócrifos.
suficientes dudas antes de desposar a María que no l e dejaron dormir. Sería un “ángel del Señor”, que se l e apareció en sueños, el que terminaría resolviendo sus dudas con respecto a la “paternidad” divina de la criatura que María abrigaba en su vientre.
En cuanto a la profesión tradicionalmente atribuida a José de carpintero, esta se desprende de un par de breves comentarios que se intercalan en l os evangelios de Mateo (13, 55) y Marcos (6, 3) donde varias personas, maravilladas al escuchar a Jesús en la sinagoga, se preguntan si no se trata de “el hijo del carpintero”. En el texto original en griego, se emplea la palabra “tékton”, que se traduce más bien como “artesano”, entendiéndose en aquella época como una profesión que no se limitaba solo al uso de la madera (ebanistería o carpintería), sino que también podía emplear la piedra en sus trabajos (albañilería).
La escueta i nformación que sobre José encontramos en l os evangelios canónicos se amplía con más detalle – aunque siempre con menos f iabilidad– en los evangelios apócrifos. Así, por ejemplo, el Evangelio árabe de la infancia, que data de entre l os siglos V
y VI, sentencia que José “no era muy habilidoso en cuestiones de
carpintería” (sic), por l o que l os encargos solo eran terminados de manera eficaz gracias a las siempre prodigiosas intervenciones de su hijo Jesús. En este sentido, en l os evangelios del Pseudo Tomás (también conocido como “de la infancia”) y del Pseudo Mateo – que datan de entre antes del siglo V y de mediados del siglo VI, respectivamente–, se relata incluso alguna anécdota del oficio de carpintero de José, que consistía básicamente en trabajos de ebanistería para instrumentos de labranza (arados, yugos para bueyes…) y mobiliario doméstico.
Se cuenta en estos apócrifos que, f inalizando el encargo de una alcoba para una pudiente familia de Nazaret, José se equivocó al tomar las medidas y terminó aserrando equivocadamente dos tacos de madera que debían situarse paralelos. Le bastó a José llamar al pequeño Jesús para que este l e ayudara, deshaciendo el error: “Tomó ( Jesús) el madero más corto y estirándolo lo dejó igual que el otro. Al verlo su padre José, se llenó de admiración. Y tomando al niño lo cubrió de besos diciendo: ‘ Soy feliz, porque Dios me ha dado este hijo’”.
¿QUIÉNES ERAN LOS ABUELOS DE J ESÚS?
En l o que se refiere a la genealogía paterna de Jesús, l os evangelistas Mateo y Lucas no se ponen de acuerdo ni siquiera en el nombre del que debería ser su abuelo paterno (aunque fuera adoptivo): mientras que uno menciona el nombre de Jacob, el otro alude a un tal Helí. En l o único que coinciden l os dos evangelistas – que, recordemos, se inspiran en una fuente común que es el Documento Q– es en trazar un linaje regio de Jesús – aunque ambos autores ascienden por ramificaciones completamente distintas– que l e hace descendiente del mismísimo rey David. Desde el punto de vista estrictamente histórico, esta contradicción entre dos fuentes escritas más o menos contemporáneas, no terminan por corroborar si Jesús (aceptando su existencia) era o no descendiente de David.
Sin embargo, si los evangelistas no coinciden en cuál es el nombre de alguien tan próximo en la genealogía de Jesús como es su propio abuelo (el padre de José), mucha menos confianza merece cuando trasladan el origen de su ascendencia hasta el mismo monarca del reino de Israel. Así pues, es probable que los evangelistas se estén inventando una genealogía de Jesús, completamente ficticia, para glorificarlo como mesías al situar a sus “tatarabuelos” en un árbol genealógico que entronque con los reyes del pueblo de Israel.
Por vía materna, la tradición nos presenta como abuelos de Jesús a Joaquín y Ana. Sus nombres no aparecen en los evangelios aceptados por la Iglesia, por lo que debemos remitirnos a los – siempre menos fiables– evangelios apócrifos para conocer sus nombres.
Es el Protoevangelio de Santiago, escrito probablemente hacia el año 150, el que nos describe a los abuelos maternos de Jesús. Joaquín y Ana vivían en Jerusalén, e integraban una pareja – ya de edad avanzada– tan rica “en extremo” como piadosa, que repartía limosnas entre los más necesitados al tiempo que se lamentaba por no haber tenido descendencia.
Afligida por su esterilidad, y mientras su esposo se retiraba para hacer penitencia en el desierto durante cuarenta días, es entonces cuando Ana recibió la visita de un ángel que le anuncia: “El Señor ha escuchado y atendido tu súplica. Concebirás y parirás, y se hablará de tu progenitura en toda la tierra”. Nueve meses después, Ana daba a luz a una niña que recibiría el nombre de María ( Miriam) y que, según el credo de la religión cristiana, se convertiría en la madre del futuro mesías.
¿TUVO J ESÚS HERMANOS?
Probablemente sí. Y l os testimonios que nos confirman que Jesús tuvo, efectivamente, hermanos, podemos encontrarlos en los mismos autores de l os evangelios aceptados por la Iglesia. Marcos (3, 31), incluso Mateo (12,46) y Lucas (8, 19) – que son los evangelistas que añaden el dogma de la virginidad de María–, no tienen reparo alguno en mencionar que Jesús era buscado por su madre y sus hermanos cuando este se encontraba predicando en alguna sinagoga. Así pues, el
Es probable que los evangelistas se estén inventando la genealogía de JESÚS, completamente ficticia, para glorificarlo como mesías al situar a sus “tatarabuelos” en un árbol genealógico que entronque con los reyes del pueblo de Israel.
tabú de aceptar que Jesús tuviera hermanos – y con ello cuestionar la virginidad de María– es algo posterior a la época en la que fueron escritos los evangelios.
Para salvaguardar el dogma de la virginidad de María, muchas traducciones de la Biblia se refieren a que, en arameo ( l engua hablada por Jesús), se utilizaba indistintamente la expresión “ah” para referirse tanto a hermanos como a primos. Así pues, la expresión traducida como “hermanos” empleada por los evangelistas, debe interpretarse como “pariente” o “familiar”.
Sin embargo, tal y como aclara Antonio Piñero, catedrático de Filología Neotestamentaria, en Aproximación al Jesús histórico (2018), el vocablo en griego empleado en los evangelios no es “syggenés” (pariente) ni “anepsiós” (primo), sino “adelphós”, que debe traducirse inequívocamente como “hermano carnal” – y ni siquiera como “hermanastro”, tal y como pretenden quienes identifican a estos hermanos como hijos de José de una relación anterior, antes de esposarse con María, tal y como se describe en los evangelios apócrifos–.
De la l ectura del Nuevo Testamento se desprende que, además del primogénito que luego sería crucificado, María y José tuvieron cuatro hijos – Santiago, José, Simón y Judas– y dos hijas cuyos nombres se desconocen.
Por si quedara alguna duda, otros pasajes del Nuevo Testamento nos confirman que Jesús, al margen de que se l e i dentificara como Hijo de Dios, no era hijo único. Pablo de Tarso, en sus epístolas – cuya redacción es anterior a l os evangelios– también menciona con absoluta naturalidad que Jesús tuvo hermanos. Así, por ejemplo, en su Epístola a l os Gálatas (1, 19), que probablemente fue escrita en el primer lustro de l os años 50, Pablo afirma haber conocido a Santiago, “el hermano del Señor” (sic).
Sabiendo que Jesús era el primogénito de una familia numerosa, cabe ahora preguntarse: ¿cómo se llevaba con sus hermanos? Pues parece ser que las relaciones en el seno de la “Sagrada Familia” no se diferenciaban mucho del ambiente de cualquier otra familia más mundana: con tiranteces y discrepancias. Es al menos l o que se desprende de una l ectura atenta de l os evangelios, donde l os hermanos de Jesús parecen no hacer mucho caso a sus predicaciones.
Esta actitud pudo haber cambiado tras su muerte, cuando su hermano Santiago (no confundir con el apóstol del mismo nombre) es reconocido en las epístolas de Pablo como representante de una de las primeras comunidades judeocristianas. Es una más entre las contradicciones en la vida de un hombre que, no siendo profeta en su lugar de origen, se convertiría en el mesías venerado en casi todos los rincones del planeta…
De la lectura del NUEVO TESTAMENTO se desprende que, además del primogénito que luego sería crucificado, María y José tuvieron cuatro hijos – Santiago, José, Simón y Judas– y dos hijas cuyos nombres se desconocen.