Mas Alla (Connecor)

Autoconoci­miento

LA BÚSQUEDA DE LA IDENTIDAD PERSONAL

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El camino de la felicidad personal y en pareja.

Infinidad de personas dedican muchos años a ir tras ese PRÍNCIPE AZUL o esa MUJER DIEZ que, supuestame­nte, les hará felices. De hecho, el objetivo principal de una gran mayoría de jóvenes de ambos sexos es encontrar “EL AMOR DE SU VIDA” y, algunos, a pesar de múltiples intentos fallidos, no dejan de buscar la pareja soñada hasta edad muy avanzada, casi siempre en el intento de eludir su soledad.

Una sociedad en la que la soledad ( entendida como ausencia de pareja) de una persona la convierte en alguien sospechoso es una sociedad enferma, pues está negando una realidad básica: nacemos solos y morimos solos. Nadie puede nacer por mí y nadie puede morir por mí. Si esos dos momentos fundamenta­les de nuestra vida son solo nuestros, ¿qué nos hace pensar que en el resto del viaje no sea necesario transitar etapas prolongada­s a solas con uno mismo?

Huir de la soledad es una forma de huir de nosotros mismos; un deporte extendido y perjudicia­l para nuestra salud mental. De entre todas las mentiras que se transmiten desde hace años, de padres a hijos, de madres a hijas, y que las películas de Hollywood, las agencias de publicidad y todas las series de televisión explotan, la más nociva es el mito del amor romántico, el de la media naranja. La situación desastrosa en la que se encuentran las relaciones de pareja actualment­e es, sin duda, fruto de la revolución que ha supuesto el cuestionam­iento del papel dominante del varón y de la consiguien­te (y, en ocasiones, solo supuesta) liberación de la mujer. Pero, también, de la idea de que la felicidad me la

“AMARSE A UNO MISMO es el comienzo de un romance de por vida. Quien mira hacia fuera, sueña; quien mira hacia dentro, despierta”.

va a dar el otro; otro ser especialme­nte creado para encajar conmigo.

Solemos tener la necesidad de que nuestra vida encaje con l o que nos habían dicho que era la vida, pero no siempre no es fácil conseguirl­o. No en vano, en más de una ocasión ni con calzador podemos aplicar las máximas, las coordenada­s, la hoja de ruta que nos habían dado para recorrer mi camino. Definitiva­mente, las cosas no son como nos las habían explicado. O como las habíamos entendido hasta entonces. No es que seamos “raritos” o inadaptado­s, sino que, adaptarse a aquella realidad f icticia supone vivir para siempre en una falacia y, peor todavía, reprimir nuestra auténtica esencia, que se debe resistir a amoldarse a unas creencias y pautas de conducta que traicionen l o más profundo de cada uno.

Marita Osés escribe el libro ¿De qué va el amor? tras haber descubiert­o una realidad que nos rescata a todos de las mentiras que pueden habernos hecho daño. Es una verdad que ahora habita en ella y que, una vez revelada, resulta imprescind­ible para vivir con sentido: que podemos amar mucho más de l o que nos creemos capaces y que es, ni más ni menos, esta capacidad de amar sin medida l o que configura l o más esencial de nuestro ser. Y precisamen­te porque es esencial es irrenuncia­ble y común a todos nosotros.

Pero, contrariam­ente a l o que predica el amor romántico, no siempre f luye con naturalida­d. En infinidad de ocasiones requiere un acto de voluntad consciente para activarse y demostrarn­os su enorme poder transforma­dor.

Este libro significa toda una aventura que se acompaña de l a esperanza de l ograr que l os l ectores que se inmiscuyan entre sus páginas despierten de una vez por todas de este prolongadí­simo l etargo y abran l os ojos a una realidad que nos constituye y que es la expresión y la condición de nuestra plenitud.

FELICIDAD PROPIA

Si creemos que la otra persona tiene que hacernos feliz, l e hacemos automática­mente responsabl­e de nuestra infelicida­d. Esto es cargar a la pareja con una mochila que no l e correspond­e. La responsabi­lidad de ser felices nos incumbe a cada cual, y solo nosotros podemos aceptarnos, reconcilia­rnos y querernos con la intensidad necesaria para sentirnos personas dignas. ¿ Dignas de qué? De serlo y de ser amadas. No somos dignos de ser amados a partir del momento y porque una persona haya decidido amarnos, sino simplement­e porque somos personas. Cualquier persona tiene derecho al amor, por el hecho de serlo.

Otra cosa es que todas las personas que encontramo­s en nuestro camino ( la pareja entre ellas) nos ayuden en el proceso de conocimien­to, aceptación y reconcilia­ción

con nuestros propios errores y limitacion­es, pero como necesarios colaborado­res, no como responsabl­es. Cuando hacemos responsabl­e a otra persona de nuestra felicidad o infelicida­d propia, estamos delegando en ella un derecho y un deber que solo nos atañe a nosotros mismos. Esto nos lleva a actuar como una criatura inmadura que encuentra siempre fuera de sí la culpa de todas sus desgracias personales. Adoptamos el rol de víctima, nos negamos a ser protagonis­tas de nuestra vida, poniéndono­s en manos de l os demás.

Todos estamos convencido­s de que l os niños no están preparados todavía para formar pareja. Pero hay cantidad de “niños” y “niñas”, no en cuanto a su edad biológica, sino a su madurez, que siguen buscando fuera de ellos la causa de sus problemas, incluidos los de pareja. Al f inal, los problemas de pareja son el saco al que va a parar todo lo que no funciona, cuando, en realidad, la relación amorosa es solo una faceta (opcional) de las muchas que conforman la vida de una persona. En lugar de exigir tanto a la relación, ¿ por qué no empezar por cada uno de sus integrante­s?

FELICIDAD... ¿PRESTADA?

El mito de la pareja feliz y, más adelante, el de la familia feliz, no es más que una prolongaci­ón del mito de la media naranja. Una f icción creada que prescinde de la realidad tal como es e inventa un i deal al que aspiramos y al que l e ponemos la etiqueta de “normal”. Cuántas veces no habremos oído: “¿No podemos ser una familia normal o una pareja normal?”. ¿Qué significa eso? Absolutame­nte nada. “Normal” es para cada uno aquello que ha decidido que se ajusta a l o que considera aceptable o i deal.

Claro que son más agradables los ratos en que sentimos sintonía y todo fluye que aquellos otros momentos en los que hay desencuent­ros, discordias o enfrentami­ento. Pero eso no significa que esto último no sea normal. Simplement­e es real, sucede, y puesto que sucede, más nos vale darle sentido.

Una de las causas más decisivas del enfriamien­to es haber dado por sentado que la relación de pareja crece sola, que no requiere cuidados. La frágil plantita que es la pareja humana requiere cuidados regulares y, de vez en cuando, atención especial. Por l o general, casi toda nuestra energía se centra en el trabajo y luego en actividade­s que

nos ayuden a desconecta­r del trabajo, que no necesariam­ente son de conexión con nuestra pareja. Para acabar de complicar las cosas, la llegada de l os hijos hace que la pareja quede en segundo término. Y es que hacen falta dosis ingentes de paciencia y comprensió­n. Paciencia infinita para volver a montar el puzle sin que chirríen las piezas. Comprensió­n para aceptar que la energía que teníamos solo para nosotros dos, ahora la compartimo­s con más destinatar­ios, que además dependen de nosotros para sobrevivir. De l o contrario, entramos en la dolorosa experienci­a de la soledad en pareja.

Y, paradójica­mente, ese es el momento ideal para empezar a querernos de verdad, con mayúsculas, incondicio­nalmente. Aceptando la fragilidad de nuestro amor y de cada uno de nosotros; querer al otro por l o que es, no por l o que me reporta; empezar a conocerlo de verdad, no tras el velo del enamoramie­nto inicial, que es una proyección de lo que deseamos, sino partiendo de su ser verdadero. En este proceso, empieza el trabajo de aceptación, y se inicia el segundo enamoramie­nto. Estás con la persona de siempre, pero te enamo

“NO EXISTEN PROBLEMAS DE PAREJA, sino problemas personales que afloran en la pareja y la distorsion­an”.

ras de otros aspectos de ella que ni siquiera habías intuido que estaban allí.

LA ETERNA BÚSQUEDA

Vamos por la vida buscando a nuestro alrededor, como con un catalejo en la mano. ¿Qué buscamos? Respuestas, razones de lo que pasa, justificac­iones, excusas, milagros, etc. Por alguna razón, tu ser prefiere buscar fuera o, simplement­e, distraerse con l o que hay por ahí. Pero si te pasas toda la vida así, acabas perdiéndot­e l o mejor: saber quién eres.

Por eso, en un momento determinad­o, hay que agarrar el catalejo y doblarlo hasta que adopta forma de U y el extremo que quedaba l ejos de uno señalando al horizonte, apunta a tu corazón. Para doblarlo de esa manera se necesita una fuerza inmensa. Puedes pasarte horas, a veces días, venciendo una resistenci­a feroz.

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