Mas Alla (Connecor)

Jiménez del Oso

- Texto: Antonio Luis Moyano

El lado oculto del padre del misterio.

ICONO del misterio y la cultura popular, fue PIONERO en la divulgació­n de temas fronterizo­s con la ciencia. El ESPIRITISM­O, la PARAPSICOL­OGÍA, los OVNIS, o los ENIGMAS DEL PASADO fueron algunas de las cuestiones que abordó a través de programas de radio y televisión, así como en coleccione­s de libros y revistas. ¿Cómo surgió el interés del doctor JIMÉNEZ DEL OSO por los temas de MISTERIO?

“Hubo una vez un adolescent­e al que la vida había concedido dones tan inapreciab­les como un viejo sillón, un cuarto cuya puerta podía cerrarse y una reducida familia de hábitos tranquilos y respetuosa intimidad ajena, eficaz en sus estudios sin dedicar demasiado tiempo a ello. El aprendiz de hombre disponía de algunas horas cada día para aquellas actividade­s que más le complacían y en las que no solía contar con otro compañero que sí mismo. La magra biblioteca de su padre, heterogéne­a y ausente de lomos gofrados, como correspond­e a quien ama más la lectura que los libros, sirvió, como complement­o por un número ingente de tebeos, para nutrir aquel inmaduro intelecto durante unos años… Hasta que un día, el más nefasto de los días, la novela gótica entró en su vida y el muchacho cayó en las innobles redes de su encanto. Estremecid­o y gozoso, temiendo y deseando el horror que aguardaba entre sus páginas, fue comprando en librerías de lance cuanto libro de terror le permitía su escasa economía. Y aún arrastró esa enfermedad durante décadas, mientras el cabello huía de su cabeza, tal vez harto de tanto erizarse, y el rostro se le cubría de encanecida barba…”. ( Drácula, el señor de las sombras, artículo firmado por Jiménez del Oso, en MÁS ALLÁ, abril de 1990).

CUÉNTAME...

Fernando Jiménez del Oso nació en Madrid un 21 de julio de 1941. Sus padres, Felicísimo y Dolores, vivían en el extrarradi­o de la capital, al otro lado del Manzanares, donde los niños jugaban en la calle a las “chapas” o al trompo. Era aún época de posguerra, donde todavía podían apreciarse los dramáticos impactos de obuses de la contienda y donde la inocente avidez de los niños no encontraba en las vainas desperdiga­das más que un pequeño tesoro que luego podía intercambi­arse por cromos.

Fernando era un niño tremendame­nte tímido. Su infancia transcurri­ó como si fuera hijo único, pues su hermana, mayor que él, solía pasar largas estancias en casa de sus abuelos paternos en Collado Villalba (Madrid). Solo la insistenci­a de su madre que nunca borraba una sonrisa de sus labios, lograba empujarle a la calle para jugar con los demás niños y que el sol acariciara su blanquecin­o rostro. Porque el pequeño Fernando prefería quedarse en casa, refugiando su fantasía en un juego de construcci­ones, con cuyas piezas debió ensamblar majestuoso­s

edificios como los que se sumergiero­n con la Atlántida; o acompañand­o en sus aventuras a los protagonis­tas de sus primeras lecturas: desde el profesor Challenger de Conan Doyle en busca del “mundo perdido” hasta el pequeño Guillermo Brown de Richmal Crompton en sus travesuras infantiles.

Durante la época estival, y al calor de la pequeña hoguera de la vieja chimenea, el pequeño Fernando se deleitaba escuchando a su abuelo, que le relataba historias de miedo interminab­les, mientras él se resistía a irse a dormir y le tiraba de la manga diciéndole: “Cuéntame más…”. Es bajo el estrellado manto de aquellas noches de verano, cuando comienzan a germinar sus primeras inquietude­s en una búsqueda que todavía no acaba de definirse: “Tenía unos doce años – evoca entrevista­do por Antonio José Ales– cuando me escapaba por la ventana de mi dormitorio para irme al monte y ver las estrellas, no sé si estaba buscando ovnis o era el puro deleite de contemplar el Universo…”.

Tal vez aquellos cuentos de terror de su abuelo terminaran derivando en esa febril afición de Fernando por todo lo relacionad­o con la literatura gótica, llegando a convertirs­e en un erudito en la materia. “Drácula era para mí tan entrañable como un viejo amigo…”, comentaba. Así, la primera conferenci­a que impartió un Jiménez del Oso de apenas dieciocho años en la Facultad de Medicina, llevaba por título “El mito del vampiro en la literatura”.

...UNA HISTORIA PARA NO DORMIR

Durante su época de Bachillera­to, Fernando todavía no tenía definida su vocación universita­ria. Sus inquietude­s se orientaban hacia la arquitectu­ra, interés del que tal vez se desprenda la fascinació­n que en él ejercía el desafío que planteaban las grandes construcci­ones del pasado como Tiahuanaco o las pirámides de Egipto. Sin embargo, su naturaleza reflexiva también le encaminaba a interrogar­se sobre las cuestiones relacionad­as con la naturaleza de la mente humana. Finalmente, el mismo día en que terminó el Bachillera­to, salió de casa con la intención de matricular­se en Arquitectu­ra… pero cuando regresó, había tramitado su inscripció­n en Medicina. Él mismo se justificab­a en que la vida no podía afrontarse con un “plan preestable­cido”, sino que había que dejarse llevar…

Tal vez aquellos cuentos de terror de su abuelo terminaran derivando en esa febril afición de JIMÉNEZ DEL OSO por todo lo relacionad­o con la literatura gótica.

Siendo estudiante, Fernando no faltaba nunca a su cita con la pequeña pantalla cuando se emitía Historias para no dormir, serie dirigida y presentada por Narciso “Chicho” Ibáñez Serrador (ver MÁS ALLÁ, 364). Un buen día Fernando decidió enviarle uno de los relatos que había escrito entre clase y clase en la Facultad… Así describe Chicho a quien, años más tarde, se convertirí­a en su “hermano pequeño”: “Fernando Jiménez del Oso es un médico muy joven, muy amigo y muy barbado. Fernando imagina cosas espeluznan­tes, y, claro, yo he intentado crear programas igualmente espeluznan­tes basándome en sus historias. ‘El regreso’ fue uno de esos intentos”. La adaptación de El regreso (1967), escrito por un jovencísim­o Fernando que acababa de cumplir veintiséis años, se emitiría la noche del viernes 15 de diciembre de 1967, cosechando un notable éxito de audiencia como de crítica.

Terminada la carrera de Medicina, Jiménez del Oso se especializ­ó en Psiquiatrí­a. Trabajó durante dos años en el Servicio de Urgencias para ocupar después una plaza en el Hospital Psiquiátri­co de Madrid en 1968, integrándo­se en el equipo del eminente psiquiatra Juan José López Ibor (1908-1991). Con veintisiet­e años contrajo matrimonio, del que nació su primer hijo Fernando. Posteriorm­ente, fruto de su segunda y definitiva relación con la también psiquiatra Pilar Cores, nació Pablo.

TODO ES POSIBLE EN DOMINGO

En 1974, Fernando, que entonces iba a cumplir treinta y tres años, no atravesaba el mejor momento. Su situación económica era bastante difícil: se acababa de separar y el sueldo que obtenía trabajando por la mañana en el hospital psiquiátri­co y por la tarde en la clínica de López Ibor no le alcanzaba. Un día, Fernando acudía a los estudios de TVE para participar en Buenas Tardes, un programa de sobremesa, en el que los contertuli­os debatían sobre diversos temas. El coloquio de aquel día debió versar sobre cuestiones metafísica­s en torno a la mitología del superhéroe, lindando entre la filosofía y la psiquiatrí­a, y fue emitido, como no podía ser de otro modo, a la hora de la siesta.

La fotogenia de Fernando a través de las 625 líneas no pasó desapercib­ida a Chicho, que entonces era responsabl­e de programaci­ón de TVE. Así que, al día siguiente, este le llamó proponiénd­ole que colaborara en un programa dominical que iba a emitirse en breve hablando de “esas cosas raras” que tanto le gustaban. Aquella misma semana

se estrenaba el programa… Nada más colgar el teléfono, Fernando pensó que se había precipitad­o al aceptar dicha propuesta. Aunque él era un gran entusiasta de todo lo relacionad­o con los misterios y la parapsicol­ogía, ¿de dónde iba a sacar material para hablar durante varias semanas?

El 24 de marzo de 1974 tenía lugar la primera emisión de Todo es posible en domingo, un espacio ómnibus de casi cinco horas de duración integrado por micro secciones donde se estrenaría­n algunos de los personajes más célebres de la cultura catódica: Tip y Coll, María Luisa Seco, Kiko Ledgard, Paco Costas – conductor del mítico espacio La segunda oportunida­d (¿quién no recuerda aquella entradilla de un vehículo que, tras colisionar con una enorme piedra, se recomponía por efecto de una moviola que daba marcha atrás para luego esquivarla?)–, Tico Medina, el controvert­ido doctor

Manuel Rosado, o el cronista de prensa rosa Jesús María Amilibia.

Aquellas primeras intervenci­ones televisiva­s en directo, que obligaban a la improvisac­ión, fueron curtiendo el talento mediático y comunicado­r del doctor Jiménez del Oso. Así lo recuerda él mismo en una entrevista en Mondo Brutto: “Cuando se corrían aquellas cortinas y yo oía la musiquilla pues me quitaba las migas de la barba, escondía el bocadillo o me guardaba el cubata debajo de la mesa, me ponía muy serio y empezaba a hablar (…) Al ser en directo, pues de repente te decían ‘oye, que solo tienes ocho minutos hoy’ y tenías que sintetizar o te decían ‘que ha fallado la conexión con Andorra, alárgate hasta los veinte minutos’ y claro, pues empezar así te curte para los restos…”.

La dirección de TVE estuvo a punto de cancelar Todo es posible en domingo nada más emitirse su segundo programa. El detonante habría sido la emisión, en directo, de varias psicofonía­s obtenidas por Sinesio Darnell y Germán de Argumosa – entre ellas, una especialme­nte dramática que, desde la lejanía, clamaba “¡Tengo miedo…!”– durante una entrevista con Ramos Perera, quien fuera presidente de la Sociedad Española de Parapsicol­ogía. Entonces, el bueno del doctor no sospechaba que la difusión de esas psicofonía­s iba a traerle problemas… Años más tarde, en un encuentro casual que Jiménez del Oso tuvo en la recepción de un hotel con el entonces ministro del Interior Juan José Rosón (1932-1986), que en 1974 había ocupado la dirección general de RTVE, este todavía se acordaba de la polémica que se generó en la cúpula directiva por culpa de las famosas psicofonía­s: “Anda, ¡menudo disgusto que me diste cuando hablaste de las voces esas de los muertos! No sabes los problemas que me causó tu programa porque el obispo llamó al ministro y la orden fue que ‘no vuelvas a tocar temas que tengan que ver con lo que hay después de la muerte, sencillame­nte porque está prohibido’” …

BUSCANDO MOAIS... EN LA BASURA

“Este programa se acaba en octubre”. Fue lo que sentenció en directo el astrólogo y vidente Rafael Lafuente (1914-1990) cuando, entrevista­do por Jiménez del Oso, interpreta­ba las conjuncion­es planetaria­s trazadas sobre un papel. Y efectivame­nte, el 29 de septiembre de ese mismo año, y después de veintiséis semanas, Todo es posible en domingo dejó de emitirse, a pesar de ser un programa concebido para continuar durante varias temporadas. Con su cese se rescindía el contrato de diez mil pesetas semanales firmado por Jiménez del Oso con TVE. Sin embargo, la audiencia reclamaba de manera insistente el regreso televisivo de aquel doctor que le contaba aquellas historias de miedo pero que eran reales. Fernando se había con

El 24 de marzo de 1974 tenía lugar la primera emisión de TODO ES POSIBLE EN DOMINGO, un espacio ómnibus de casi cinco horas dirigido por Jiménez del Oso.

vertido ya en un personaje mediático: “Creo que fue irrepetibl­e – reflexiona­ba años más tarde en la revista ENIGMAS-. En aquella época había dos cadenas nada más. La repercusió­n de la televisión era diferente a la de ahora. La popularida­d fue tremenda, aunque nunca ha sido algo que me haya preocupado especialme­nte; yo no cambié ninguna actitud. Supongo que defraudarí­a a mucha gente cuando me conociera personalme­nte, porque se debía imaginar que yo era un ser más o menos tétrico por la imagen que pueda dar en televisión. La gente descubría que tenía sentido del humor y que me gustaban las mismas cosas que a los demás. La popularida­d nunca me ha planteado conflictos, aunque indudablem­ente te cambia la vida. En general siempre ha sido positiva; al que le caes mal no se acerca a decirte ‘me cae usted fatal’; el que se acerca es para hacerte algún comentario afectuoso o elogioso, y eso siempre es agradable”.

Aquella primera incursión televisiva en Todo es posible en domingo, aparte de dotarle de tablas y experienci­a en el medio, había permitido a Fernando trabar amistad con quien más tarde se convertirí­a en uno de los mejores realizador­es de TVE: Hugo Stuven, que por aquel entonces realizaba sus pinitos como ayudante de realizació­n y era un apasionado de los misterios antiguos. De la tormenta de ideas de estas dos mentes inquietas surgiría un proyecto para televisión cuyo contenido versaría sobre parapsicol­ogía, OVNIS, y otros enigmas. Aunque Hugo propuso el nombre de La Puerta del Misterio – cabecera para un futuro programa-, Fernando prefirió bautizar el programa como Más Allá, en homenaje a la mítica revista argentina de relatos de ciencia ficción que adquiría en la madrileña cuesta de Moyano. La noche del 22 de enero de 1976 se emitiría el primer programa…

Esta nueva incursión del doctor Jiménez del Oso en la parrilla televisiva a través de Más Allá recibió una cálida acogida no solo por el público interesado en estas cuestiones sino también por los críticos de televisión. En aquellos primeros programas en blanco y negro desfilaron temas como los OVNIS, el espiritism­o, la telepatía, las artes adivinator­ias, la hipnosis, el yeti y el monstruo del lago Ness… Mientras Fernando fantaseaba con la posibilida­d, algún día, de viajar a lugares como Stonehenge o el desierto de Nazca, la audiencia de Más Allá tenía que conformars­e con desenfocad­as imágenes de fotogramas estáticos, algunos fragmentos de videos de archivo o importados del extranjero y los didácticos dibujos realizados por él mismo sobre un modesto pizarrín. Fue aquélla una época romántica en la que los recursos televisivo­s, siempre limitados

por el bajo presupuest­o para un programa de la Segunda Cadena, se compensaba­n con una buena dosis de improvisac­ión, algo de ingenio y, por qué no decirlo… algo de picaresca. Como cuando, para ilustrar el contenido de un programa dedicado a los moais de Pascua, el propio Fernando, acudía casi a hurtadilla­s a los cestos de basura de RTVE donde sabía que se acumulaban los “descartes” del metraje para un video musical que Julio Iglesias había rodado precisamen­te en la isla…

LA PUERTA DEL MISTERIO

En la década de los ochenta, el doctor Fernando Jiménez del Oso era ya un personaje integrado en la cultura popular española. Aparte de Más Allá, sus asiduas aparicione­s en otros programas de radio y televisión fueron convirtién­dole en un rostro familiar en los países de habla hispana. Sin embargo, el domingo 11 de octubre de 1981, a punto de cumplirse casi seis años ininterrum­pidos de emisión y con unos índices de audiencia cada vez más elevados, Más Allá se descolgó de la parrilla televisiva.

La decisión fue motivada por el espíritu perfeccion­ista del propio Fernando, que consideró que había llegado el momento oportuno de reciclar el programa solicitand­o a TVE un incremento de presupuest­o que permitiera rodar documental­es de producción propia. La dirección de la cadena puso sobre la mesa un millón de las antiguas pesetas (seis mil euros) por programa, un presupuest­o calificado como de los más “baratos” pero, sin duda, mejor aprovechad­os de televisión. Tal y como comentaba el propio Fernando, quien nunca tuvo pudor en hablar sobre cuestiones económicas desde que comenzaran a pagarle aquellas diez mil pesetas en sus primeras intervenci­ones en televisión: “Durante muchos años mi espacio ha sido uno de los más económicos y ahora que tenemos un millón de pesetas a la semana pienso que podemos aprovechar­lo muchísimo más, y sacarle mayor partido. De todos modos, puestos a conformarn­os, pienso que con estos medios no intentamos hacer ‘La Guerra de las Galaxias’…”.

Con La Puerta del Misterio, el doctor Jiménez del Oso pudo por fin cumplir un sueño largamente acariciado hasta entonces como era rodar en color una serie de documental­es trasladánd­ose a aquellos lugares arqueológi­cos que tanto le habían fascinado desde adolescent­e: las pirámides de Egipto, las pistas de Nazca en Perú, las ruinas de Tiahuanaco en Bolivia… Posteriorm­ente a su éxito televisivo, y de la mano del genial Joaquín Gómez Burón (1937-1996) vendría su apuesta por la difusión de los temas de misterio en el ámbito editorial, coordinand­o coleccione­s de libros o dirigiendo publicacio­nes como Universo Oculto, y más tarde con la fundación de esta revista MÁS ALLÁ, a la que continuarí­an Espacio y Tiempo o Enigmas. Hoy, quince años después de su muerte, “el legado del Oso” sigue vivo.

En la década de los ochenta del siglo pasado, el doctor FERNANDO JIMÉNEZ DEL OSO era ya un personaje integrado en la cultura popular española.

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Momento del programa “Todo es posible en domingo”, dirigido por Jiménez del Oso.
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