FINALIDAD RELIGIOSA.
EL DESAFÍO DE LOS GUERREROS
barro. Representaría dos felinos, identificados como pumas, de más de dos metros y medio de largo, cuyas cabezas prácticamente han desaparecido. Originalmente, solo se habría encontrado un felino, pues el otro responde a una restauración, que algunos consideran una falsificación moderna.
En cualquier caso, la imaginería integrada en los muros de adobe y la muralla pétrea que lo circunda (abarcando un área de cinco hectáreas, equivalente a siete campos de fútbol) sugiere que la construcción de Cerro Sechín pudo haber respondido a una finalidad religiosa.
Así pues, en lo que se refiere al cuándo fue edificado este yacimiento, las últimas dataciones establecen una línea temporal que abarca desde el año 2200 a.c. hasta el 1800 a.c. Lo que hoy conocemos como Cerro Sechín constituiría, por tanto, la manifestación de una de las primeras culturas preincaicas. Aunque más allá de su legado en piedra y arcilla, el primer asentamiento en este lugar se remontaría varios milenios antes…
Las primeras huellas de presencia humana en Cerro Sechín se remontarían nada menos que a un periodo comprendido entre los años 8000 y 7000 a.c., según la datación de restos hallados bajo los restos de la desaparecida construcción de adobe. A partir de estos hallazgos, los arqueólogos concluyen que, desde el año 5000 a.c., una comunidad de personas se instaló en esta zona del valle de Casma. Mucho antes de que se iniciara la construcción del complejo, es probable que balbucearan las primeras manifestaciones que buscaban pacificar la cólera de los dioses.
Estas prácticas ceremoniales debieron perpetuarse durante la edificación del templo, dejándose entrever sus detalles en los bajorrelieves que hoy pueden contemplarse. Aunque el porqué y para qué fueron esculpidas en piedra, tan escabrosas y dantescas imágenes, es todavía una pregunta controvertida.
Julio César Tello
(1880-1947), considerado padre de la arqueología peruana y descubridor de las primeras estelas de Cerro Sechín (véase cuadro), clasificó sus imágenes en dos categorías, claramente diferenciadas para cualquier observador: los dignatarios y los sacrificados.
Los monolitos que parecen identificar dignatarios o guerreros, más conocidos como Pontífices del Sacrificio, representan figuras de perfil y cuerpo entero esculpidas ingenuamente, como si hubieran sido trazadas por un parvulario aficionado al dibujo. Portan un casco trapezoidal del que adornan tres plumas, así como un taparrabos engalanado con hebras de fibra, lo que les otorga un aspecto sacerdotal o chamánico. De sus manos destaca la acentuada uña de los pulgares. En sus ojos rasgados, media pupila se eleva dejando al descubierto la esclerótica, lo que les confiere cierta expresión entre mística y arrogante, a la que una gruesa boca exhibiendo dientes añade una dosis de ferocidad. Un “lagrimón” atraviesa su semblante, en lo que se ha interpretado como una cinta que sujeta el casco o una pintura “de guerra”.
Todavía no está claro qué es lo que los dignatarios portan en sus puños. Para Julio Tello, se trataría de la representación más antigua de hachas, que serían utilizadas tanto en la guerra como para fines ceremoniales. Hay quien prefiere identificarlas con macanas: armas realizadas en madera de huarango (algarrobo típico de la zona), en cuyo extremo se insertaban dientes de tiburón adheridos en resina. Estas macanas (que también se han encontrado en Asia) servirían para cazar animales marinos. Otros arqueólogos las interpretan, bien como simples estandartes, bien como cetros o bastones de mando que otorgarían un rango de mandatario o de sacerdote a estos guerreros.
Entre los Pontífices del Sacrificio se intercalan las estelas, más numerosas, que identifican a los sacrificados. En unas se aprecian las víctimas inmoladas, de cuerpo entero, o seccionadas por la mitad, inmortalizadas en el mismo instante de su agonía. En otras piedras de menor tamaño, solo se representan cabezas decapitadas, vísceras y otras partes desmembradas de su anatomía. Debieron impresionar más en el pasado, cuando el bajorrelieve se bañaba en pigmentos de color sangre.
En lo que se refiere a las testas degolladas, estas probablemente sean la primera representación iconográfica de lo que se ha bautizado como “cabezas trofeo”: su exhibición para intimidar a posibles tribus enemigas fue una práctica habitual en culturas preincaicas como la de Nazca (MÁS ALLÁ, 364). Tal y como detalla Jiménez del Oso:
L AS ESTELAS DE CERRO SECHÍN PRESENTAN UN ESTRECHO PARECIDO CON LOS “DANZANTES” DEL MONTE ALBÁN (OAXACA, MÉXICO). EN AMBOS CASOS SE TRATA DE REPRESENTACIONES ESQUEMÁTICAS DE CUERPOS EXHIBIENDO SUS VÍSCERAS. SIN EMBARGO, CERRO SECHÍN Y MONTE ALBÁN ESTÁN SUFICIENTEMENTE SEPARADOS
EN EL ESPACIO (MÁS DE 3.200 KILÓMETROS) Y EL TIEMPO (LOS “DANZANTES” PUDIERON ESCULPIRSE ENTRE LOS AÑOS 300-800 D.C.), COMO PARA PRESUMIR UN POSIBLE CONTACTO ENTRE AMBAS CULTURAS. DESCARTANDO L A EXISTENCIA DE UNA CIVILIZACIÓN MATRIZ QUE I NFLUYERA EN AMBAS, ESTAS CIVILIZACIONES DESARROLLARON POR CONVERGENCIA UNA MISMA MANIFESTACIÓN EN EL L ABRADO DE SUS PIEDRAS.
Por qué y para qué fueron esculpidas las macabras imágenes en piedra es todavía un enigma no resuelto frente al que los arqueólogos solo puede especular dentro del siguiente abanico de interpretaciones…
¿Clases de vivisección humanas?
En los años setenta del siglo pasado, el médico cuzqueño
formuló una revolucionaria teoría: lejos de representar un ara de sacrificios, Cerro Sechín constituiría el primer centro de estudio anatómico del Antiguo Perú. Como en las actuales facultades de medicina donde cadáveres son diseccionados para el estudio de anatomía, en Sechín se habrían utilizado prisioneros de guerra para su vivisección. Esto explicaría que en determinadas piedras se ha
Víctor Paredes Ruíz
yan representado órganos internos del cuerpo. Según el doctor Víctor Paredes, los dignatarios serían en realidad sacerdotes médicos que se dividirían en tres especialidades: el nakiq o degollador, el chaskiq – encargado de depositar el cuerpo–, y el rakiq o cirujano, que se ocupaba de su disección. Posteriormente, los gliferos o talladores esculpirían en piedra el resultado de estas observaciones, configurando así el más primitivo atlas de anatomía.
–argumenta Paredes Ruíz–
¿Primera revolución marxista?
Entre las distintas corrientes de la arqueología que pretenden explicar el porqué de los acontecimientos prehistóricos destaca la escuela marxista. Desde la arqueología marxista, se cuestiona el papel desempeñado por las élites gobernantes, cuyo mantenimiento en el poder