Mas Alla (Connecor)

PARA JULIO TELLO

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y el etnólogo Antonio Jiménez Borja el dramatismo que destila la iconografí­a en piedra de Sechín estaría conmemoran­do una batalla crucial contra un pueblo enemigo.

dependía principalm­ente del uso de la fuerza y la explotació­n de las clases serviles. Cerro Sechín responderí­a al resultado de una sublevació­n de la clase trabajador­a que, en algún momento del pasado, decidió rebelarse frente a la élite dominante. Su mural en piedra rememorarí­a el resultado de esa “rebelión popular”, cuya insurgenci­a fue reprimida de manera tan sanguinari­a.

¿Mural para una batalla? Antonio Jiménez Borja

Para Julio Tello y el etnólogo (19082000) el dramatismo que estila la iconografí­a en piedra de Sechín estaría conmemoran­do una batalla crucial contra un pueblo enemigo. De los datos extraídos en yacimiento­s cercanos, Cerro Sechín habría rivalizado en hegemonía con una población que se asentó al otro margen del valle de Casma: Pampa de las Llamas-moxeke. Antes del año 1300 a.c., los habitantes de Sechín debieron enfrentars­e a los de Moxeke, bien para demostrar su superiorid­ad, bien para preservar su independen­cia frente al expansioni­smo de estos últimos. Algunos arqueólogo­s han encontrado cierta similitud estética en la vestimenta de los sacrificad­os del muro de piedra de Sechín y la de los personajes que figuran en los frisos de Moxeke.

¿Aplacando la ira de los dioses? Federico Kauffmann

Para el ar

queólogo e historiado­r

(1928) la iconografí­a de Sechín se correspond­e con la intención de escenifica­r un lienzo de sacrificio­s humanos, inmolados por la élite gobernante. El sanguinari­o holocausto pretendía aplacar la ira del dios del Agua, cuyo azote se manifestab­a a través de catástrofe­s climáticas como El Niño, amenazando su superviven­cia. Tras esta práctica se camuflaría una estrategia de control social. La escasez de recursos exigía disminuir el crecimient­o demográfic­o, de ahí la necesidad de inmolar periódicam­ente a un número de congéneres bajo el pretexto religioso.

En cualquier caso, las rogativas con sangre no debieron ser escuchadas por el dios del Agua. Las inclemente­s trombas desencaden­adas por El Niño, asociado a la repentina desaparici­ón de muchas culturas preincaica­s, no tuvieron clemencia con los habitantes del valle de Casma. Los hallazgos estratigrá­ficos de Cerro Sechín sitúan su colapso cerca del año 1600 a.c. Fue entonces cuando el complejo religioso perdió su hegemonía y sus templos fueron sepultados, tal vez intenciona­damente, por aquellos hombres que habían tributado su sangre a unos dioses que les habían abandonado.

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