USO DE PSICODÉLICOS
(5-hidroxitriptamina, con el que está emparentado químicamente), un neurotransmisor que desempeña funciones varias y que se relaciona con el sueño y el estado de ánimo. Esta similitud química (ambos pertenecen a la misma familia de las triptaminas) es la que permitiría a la bufotenina adherirse a los mismos receptores neuronales de la serotonina.
Uno de los primeros en experimentar con la bufotenina en primera persona fue el químico y psiquiatra de origen húngaro Stephen Szára (1923), quien, después de sintetizarla, se administró la dosis de un miligramo por vía intramuscular (ya que por vía oral es inactiva). Así describe su experiencia en un texto de 1967: “Las distorsiones en la percepción son principalmente de naturaleza visual, de modo que con los ojos cerrados se pueden observar ilusiones y formas coloreadas, básicamente formas geométricas que se mueven muy rápidamente y que algunas veces poseen un significado y unas connotaciones profundamente emotivas”.
Antes, una investigación realizada a mediados de los años cincuenta del siglo pasado y publicada en la revista Science (1955) trató de medir sus efectos después de inyectar hasta 16 miligramos de esta sustancia a cuatro presidiarios de una prisión del estado de Ohio (Estados Unidos) comprobando sus efectos alucinógenos. Las investigaciones con bufotenina prosiguieron en varias instituciones hasta que se interrumpieron a finales de esa misma década, cuando en un sanatorio psiquiátrico de Nueva York, los investigadores Turner y Melis, administrando dosis bajas de esta sustancia (inferior a cinco gramos) a un grupo de catorce pacientes, fueron testigos de sus efectos más dramáticos: tres de ellos sufrieron un paro respiratorio acompañado de cianosis y estuvieron a punto de morir. Sobra decir que este tipo de investigaciones, utilizando como “cobayas humanas” a pacientes psiquiátricos y reclusos penitenciarios no pueden considerarse éticos.
A diferencia de otros alcaloides, que cierta corriente intelectual ha otorgado una pátina romántica al considerarlas sustancias enteogénicas – es decir, que sirven para “contactar” con la divinidad–, a la bufotenina no se la considera enteogénica… lo cual ya es indicativo de su peligrosidad.
Por si quedara alguna duda, es el etnobotánico Jonathan Ott (1949), cuyo ensayo Pharmacotheon (1993) es considerado la biblia de las drogas enteógenas, quien concluye: “Los síntomas de alteraciones cardíacas y pulmonares que siguen a la administración de bufotenina no pueden ser considerados placenteros. Pocos de nosotros desearíamos ver nuestros rostros lívidos y del color de una berenjena, por lo que es poco probable que alguien tome intencionadamente esta droga”.
El otro alcaloide presente en la secreción del sapo es la metilbufotenina – más concreta