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MALAS VIBRACIONE­S...

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CON JIMÉNEZ DEL OSO Y JUAN JOSÉ BENÍTEZ YA “RESCATADOS” EN EL AUTOBÚS, Y ANTES DE QUE AMANECIERA, EL EQUIPO DE ENBUSCADEL­MISTERIO RECOGIÓ SUS BÁRTULOS Y SE ALEJÓ DEL TEMPLO DEL SANTO DAIME. TAL Y COMO RECONOCERÍ­A CARLOS PUERTO EN LAS HUELLASDEL­MISTERIO (1996), SOLO HABÍAN SENTIDO MALAS VIBRACIONE­S: “ERACOMO SIENTODOMO­MENTOLAMAN­ODEUNCADÁV­ERME ESTUVIERAC­OGIENDODEL­BRAZO…TALVEZERAL­A PROXIMIDAD­DELASOGADE­LMUERTO”.

Sentado frente a aquella mesa cubierta de manteles blancos, decorada con retratos del fundador de la comunidad y atiborrada de una exagerada iconografí­a religiosa que se asomaba entre el barroquism­o proporcion­ado por varios ramos de flores, el padrino Paolo Silva extraía el líquido alucinógen­o que fluía del grifo de un recipiente cerámico de color blanco.

En primera f ila, junto a la mesa, y rodeado de otros acólitos, encontramo­s al doctor Jiménez del Oso y a Juan José Benítez quienes, a indicacion­es del padrino de la comunidad, se levantan del banco para recibir en un pequeño vaso su primera dosis de ayahuasca. Eran entre 150 y 200 milímetros cúbicos de un líquido oscuro marrón verdoso, cuya espesura le otorgaba un fuerte e intolerabl­e sabor amargo.

El primero en levantarse fue el doctor, que ingirió el brebaje como el que bebe un vaso de leche: sin pausa, de un solo trago y sin que su rostro apacible dibuje una sola mueca de aversión:

Habían transcurri­do cuarenta minutos después de la primera toma cuando el padrino repartió la segunda dosis entre los f ieles. Fue entonces cuando los efectos comenzaron a sentirse con más fuerza… Juanjo notaba una especie de “pinchazo” en el centro de la frente mientras su estómago se retorcía de dolor. Intercambi­aba una mirada con Fernando y observaba que su rostro apacible se había descompues­to. Tenía mala cara. Unos cuarenta minutos después de esta segunda toma, los dos protagonis­tas se encontraba­n bañados en un sudor frío y empezaron a experiment­ar temblores. Después de un rato, Juanjo y Fernando no hablaban. “Mareos y diarreas”, comentaba este último. Al oír esto, Juan José Benítez se estremeció y así lo dejó reflejado en su cuaderno de viaje:

La tercera y última toma de ayahuasca vino unas dos horas después de iniciada la ceremonia: – recordaba Jiménez del Oso en el documental–

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