SUSTANCIAS ESTUPEFACIENTES
Los hongos, el cannabis, el opio, la cocaína... Son solo algunas de las que han acompañado al ser humano en los albores de todas las civilizaciones.
acompañado al ser humano en los albores de todos los focos civilizatorios. La dificultad de interpretar determinados vestigios arqueológicos como pruebas que sugieren el uso de psicotrópicos en la Antigüedad se despeja con la aparición de las primeras fuentes escritas. Así que debemos trasladarnos hasta Mesopotamia para hallar las primeras referencias sobre las “drogas”…
El conocimiento que los antiguos tenían de la adormidera (Papaver somniferum), de la que hoy se sintetizan sustancias opioides como la morfina y la heroína es uno de los mejor documentados históricamente. Floreciendo en cualquier tiempo de ambiente, el cultivo de la adormidera se extendió por gran parte de la cuenca del Mediterráneo y Oriente Medio. Antes de que el Código de Hammurabi –sistema legislativo que imperaba en la Babilonia del siglo XVIII a.c.–, describiese el beleño como el
narcótico que induce una muerte placentera. Parece que la primera mención a plantas psicoactivas la encontramos en una tablilla cuneiforme, que data del año 2200 a. C.
Fue el arqueólogo
(1876-1941) quien, después de estudiar las tablillas mesopotámicas del Museo Británico, enumeró hasta doscientas cincuenta plantas, entre las que destacan psicoactivos como la belladona, la mandrágora, el beleño o el cannabis. También se conocía la cerveza y el vino de palma. Es el ideograma sumerio hul-gil, traducido como “felicidad-planta”, el que Campbell Thompson identificó como una referencia a la adormidera, que habría sido cultivada con fines médicos (aunque algunos autores rechazan esta teoría). Tal y como refiere
en (2006):
Guerra, R. Campbell Thompson Elisa
mos en un tratado de medicina –el Pen Tsao Ching–, escrito en el siglo I, pero que pretende remontarse hasta el siglo XXVIII a.c.
Se trata de un compendio sobre plantas medicinales atribuido al emperador – más legendario que histórico– (conocido como Emperador Yan) del año 2737 a.c. y que habría perdurado en el tiempo, no sabemos si en forma de tradición oral o a través de un incipiente formato de proto- escritura (ya que esta no surgió en China hasta algunos siglos más tarde). Su farmacopea encontraba en el cannabis un remedio para combatir todo tipo de trastornos: desde el estreñimiento hasta las alteraciones menstruales, pasando por la malaria o el beri-beri (enfermedad que afecta al sistema nervioso y cardiovascular por déficit de vitamina B-1). Aunque el mismo texto advierte que “tomado en exceso tiende a hacer ver monstruos, y si se usa durante mucho tiempo puede comunicar con los espíritus y aligerar el cuerpo”.
Otro tratado farmacológico que menciona el cannabis es el Nei Ching, escrito entre los siglos V-III a.c., aunque sus fuentes originarias se remontarían hasta el año 2600 a.c. en tiempos del emperador amarillo también de carácter mitológico. A las semillas de marihuana se le atribuían capacidades como tónico, reconstituyente y diurético, mientras que su jugo –siempre según esta tradición china– podría curar la picadura de un escorpión. No obstante, en textos del siglo XV a.c., como el Rh’ya, el cannabis era identificado con el ideograma “Ma”, un vocablo que tiene connotaciones negativas, por lo que, muy probablemente, hiciera alusión a sus capacidades psicotrópicas. En el siglo VI a.c., varios textos describen la sugestiva creencia, dentro de un contexto mágico y supersticioso, de que las fibras de cáñamo sirven para ahuyentar a los malos espíritus o, en caso de ser ingeridas… para invocar su presencia.
Tuvimos que esperar hasta el siglo II para encontrar una descripción más científica: la de un médico que emplea una mixtura de resina de cáñamo diluida en vino como anestesia en operaciones quirúrgicas.
Shennong Huangdi,
f ilosóficas logró aparcar las explicaciones supersticiosas en favor de un conocimiento auténtico: es el célebre tránsito “del mito al logos”. Esta secularización del pensamiento tuvo su mejor exponente en (460- 370 a. C.), considerado padre de la medicina. En su Corpus Hippocraticum – cuyos originales se han perdido y del que solo tenemos un conocimiento fragmentario y probablemente, mezclado con textos de otros autores–, rescatado por el alejandrino del siglo II d. C. Hipócrates, desnudaba las drogas de su manto sobrenatural. El pharmakon – palabra polisémica que integraría el concepto de droga– era definido como aquella sustancia “que actúa enfriando, calentando, secando, humedeciendo, contrayendo, relajando, excitando o haciendo dormir. En su
Hipócrates Sorano de Éfeso
naturaleza está curar el organismo amenazado”.
Gracias a estas fuentes escritas, es posible confirmar que la adormidera, el cannabis, así como diversas solanáceas alucinógenas (mandrágora, beleño…) eran sobradamente conocidas por los griegos que las empleaban en el ámbito de la medicina. Sin embargo, no existen pruebas que atestigüen un uso del cáñamo entre los griegos más allá del meramente textil o del medicinal. Aunque el hecho de que los pueblos bárbaros que rodearon Grecia lo emplearan como psicotrópico, sugiere que esta cualidad no podía ser desconocida para griegos o romanos.
Historiadores griegos como
(484- 425 a. C.), cronista de las distintas sociedades que habitaron en el Oriente Próximo, referencia el carácter lúdico que adquirió el cannabis entre estos pueblos.
Heródoto