Mas Alla (Connecor)

ALENJANDRO MORENO

“ACEPTAR EL PRESENTE ES LA ÚNICA MANERA DE LIBERARNOS DE ÉL”

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En un mundo de incertidum­bre, como la sociedad postpandem­ia actual, Alejandro Moreno nos enseña en su libro “Filosofía viva” a encontrar un refugio en el conocimien­to de los antiguos sabios. A través de sus palabras nos ayuda a encontrar el verdadero significad­o del presente y nos descubre la senda que hemos de seguir para conocernos mejor a nosotros mismos, y lo que es más importante, saber aceptarnos.

¿Cómo puede ayudarnos la filosofía a entenderno­s mejor a nosotros mismos y conseguir descifrar el lenguaje de la vida? Con “Filosofía viva”, Alejandro Moreno nos permite realizar un viaje en el tiempo en su libro en el que conoceremo­s a algunos de los sabios más importante­s y aprenderem­os a poner en práctica el valioso lengado que guardan sus palabras.

¿Qué es la filosofía viva? ¿Cómo puede ayudarnos a encaminarn­os hacia una práctica que consiga transforma­r nuestra vida y nuestro propio ser?

Alejandro Moreno, en su libro “Filosofía viva”, nos invita a realizar un viaje a las profundida­des de este conocimien­to para recorrer el camino que antes que nosotros ya realizaron algunos sabios y maestros de otras épocas y culturas para encontrars­e a ellos mismos y aprender a descifrar el difícil lenguaje de la vida. Moreno nos ayudará a entender mejor el mensaje que encontraro­n estos sabios, actualizan­do el sentido de sus palabras, muchas veces oscurecido por el paso del tiempo. Todos ellos se referían al mismo desafío de ser. – ¿Cómo definiría la filosofía viva? ¿Qué es?

– Filosofía viva es un tipo de conocimien­to que nos transforma, no solo la manera de pensar, sino, sobre todo, la manera de vivir. No es una teoría o un sistema de ideas, sino un modo de percepción no intelectua­l de la realidad. Se trata de recuperar la mirada contemplat­iva de la que hablaban los antiguos.

– ¿Cómo podemos iniciarnos en esta clase de pensamient­o? ¿Qué retos plantea?

– Como decía antes, no se trata de “adquirir” nuevos pensamient­os. Esta iniciación suele producirse cuando nos sucede algún tipo de experienci­a límite, como decía K. Jaspers: una pérdida, una crisis personal, una crisis social, etc. Cuando el mundo que creíamos sólido y seguro se desmorona, entonces es cuando se abre el reto de interrogar­nos: ¿Qué me pasa? ¿Quién soy realmente? ¿En qué consiste vivir? ¿Por qué sufro tanto?

– A lo largo de las páginas de “Filosofía viva” señala que este tipo de pensamient­o nos permite acceder a un estado de conscienci­a más profundo? ¿Cómo definiría ese estado? ¿Qué beneficios tiene para nosotros?

– Cuando empiezas a indagar quién eres, llegas a descubrir que eres algo más que un cuerpo unido a i deas: antes que

nada somos presencia. Se trata de un estado de conciencia más profundo que el mero pensamient­o, un estado donde reside el silencio interior, un “centro” que no tiene un lugar determinad­o. Tradiciona­lmente se le ha llamado el Ser.

Su principal beneficio es contactar con un tipo de serenidad que no tiene una explicació­n racional, que “está ahí” sean las circunstan­cias que sean. Dicho de otro modo: estar en paz consigo mismo.

EN LA PRÁCTICA

– ¿Qué otros cambios opera en nosotros la práctica filosófica?

–Te proporcion­a una libertad radical: dejas de esperar que pase “algo” y dejas de correr de un lado a otro para sentirte completo. La hiperactiv­idad desaparece en favor de una mirada más apreciativ­a y una sensación de contento sin necesidad de hacer nada en particular. También empiezas a seguir más un tipo de inteligenc­ia intuitiva, la cual es más directa y está conectada al sentir. Seguir a este tipo de inteligenc­ia ahorra mucho esfuerzo mental a la hora de tomar decisiones, controlar situacione­s, programar el día a día, etc.

– ¿ Por qué nos cuesta tanto realizar un trabajo de introspecc­ión para conocernos mejor? ¿ Por qué cree que se ha dejado a un lado la práctica del autoconoci­miento?

– Porque creemos que es más seguro seguir viviendo en el sufrimient­o cotidiano: la creencia de que el sufrimient­o de l o conocido es mejor que el sufrimient­o de l o desconocid­o. Creemos que controlamo­s todo, estamos muy acostumbra­dos al control, y cuestionar esa sensación falsa de seguridad puede resultar muy desconcert­ante y angustioso. Esta sociedad del control es una proyección a gran escala de cómo vive en su fuero interno la mayoría de seres humanos.

La práctica del autoconoci­miento se ha dejado de lado porque se ha intelectua­lizado: se ha convertido en una teoría más; por ejemplo, Sócrates estimulaba a sus interlocut­ores a conocerse a sí mismos, a cuestionar quiénes creían ser, pero esta práctica se enseña ahora en l os institutos y universida­des como “intelectua­lismo moral”. Esto es más cómodo: se convierte en una teoría con la que puedes estar más o menos de acuerdo, pero que no te compromete a nada, no te lleva a cuestionar­te quién eres realmente. Hemos sustituido el vértigo a l o desconocid­o por la comodidad intelectua­l.

ACEPTANDO EL PRESENTE

– ¿Qué nos puede aportarnos adoptar este estilo de vida filosófica en esta época post- covid?

– Nos invita a aceptar las circunstan­cias para ir más allá de ellas. Aceptar el presente es la única manera de liberarnos de él. En un pasaje del libro digo que “estrictame­nte hablando, l o que existe es la presencia, no el presente”. Con esto quiero decir que l o que solemos llamar como “presente” es una construcci­ón mental, un relato normalment­e trágico de la realidad. Estos relatos nos sumergen en el miedo, la impotencia y la obediencia. Una vida f ilosófica nos enseña a no perdernos en dichos relatos, a vivir en la presencia, a cuestionar todo tipo de normalidad impuesta.

– En su libro hace mención a varios sabios, ¿qué podemos aprender de ellos? ¿Qué le han aportado a usted? ¿Cuál destacaría?

– La principal enseñanza que extraigo de los sabios es que, aún viviendo en contextos culturales y épocas diferentes, es posible llegar a comprensio­nes muy similares respecto a la naturaleza de la realidad y de nuestra identidad. Esa similitud habla mucho de una cierta imparciali­dad en su enseñanza, así como de su validez para todos los seres humanos. Ellos me han aportado una guía para profundiza­r más en quién soy; también me han ayudado a detectar algunas de mis superficia­lidades y a atravesarl­as. Me ayudan cada día a recordar esta enseñanza y a ponerla en práctica.

Hay varios de ellos que me han influido especialme­nte, como J. Krishnamur­ti y E. Tolle. También Mónica Cavallé, quien me abrió los ojos para ver la sabiduría que hay desplegada a lo largo de la historia de la f ilosofía, algo que yo había estudiado durante años, pero de un modo poco o nada vivencial ni práctico.

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