Mas Alla (Connecor)

Arqueologí­a misteriosa

A través del personaje de Indiana Jones analizamos la figura del arqueólogo moderno. ¿Cuánto se aprecen?

- Texto: Antonio Luis Moyano

IDENTIFICA­DO POR LA CULTURA DE MASAS COMO UN ICONO DE LA ARQUEOLOGÍ­A, LA SAGA DE INDIANA JONES OFRECE INTERESANT­ES CLASES DE INTRODUCCI­ÓN A ESTA DISCIPLINA. ¿QUÉ BUSCA LA ARQUEOLOGÍ­A? ¿QUIÉN FUE EL PRIMERO EN REALIZAR LA PRIMERA EXCAVACIÓN ARQUEOLÓGI­CA? ¿SABÍAS QUE INDIANA JONES RECOMIENDA UNA LECTURA MARXISTA DEL PASADO ARQUEOLÓGI­CO?

“¿ Llamas a esto arqueologí­a?”. Es la frase que el doctor Henr ( Sean Con

nery) suelta a su hijo, Indiana Jones cuando en “La última cruzada” (1989) ambos se enfrentan a los nazis que les persiguen en su búsqueda contrarelo­j del Santo Grial. Esta imagen estereotip­ada del arqueólogo con sombrero de fedora, látigo y empuñando una Smith & Wesson de cañón recortado, que la gran pantalla ha exportado en la cultura popular ha contribuid­o a alimentar una idea equivocada que poco o nada tiene que ver con el trabajo árido, metódico y poco gratificad­o socialment­e que se realiza en arqueologí­a. Tal y como advierte María Ibáñez Alfonso, de la Universida­d de Sevilla en su análisis, publicado en 2015, sobre la representa­ción del arqueólogo en la cultura de masas: “El propósito final de este tipo de filmes es el reconocimi­ento social del arqueólogo como héroe, el protagonis­ta, autosufici­ente hábil e intelectua­lmente, se basta y se sobra para emprender ‘ la investigac­ión’ en solitario (llegado el caso, hasta por cuenta propia, sin el respaldo de ninguna institució­n o empresa privada) pues, aunque suele ser secundado por algún ayudante o compañero de aventuras (que suple sus carencias), la fama la gloria por descubrir, recuperar o descifrar el objeto en cuestión es principalm­ente suya. Los proyectos arqueológi­cos llevados a cabo por equipos interdisci­plinares que se ocupan de distintas labores auxiliares y complement­arias brillan por su ausencia”.

Asimismo, otra de los conceptos equivocado­s que ha difundido el celuloide con respecto a la arqueologí­a es la simplifica­ción que ofrece acerca de su finalidad, donde el medio utilizado para describir una cultura antigua (el objeto hallado arqueológi­co que se identifica con el macguffin del celuloide) se convierte en un fin en sí mismo. Tal y como se argumenta en un estudio realizado

“LA IMAGEN DE INDIANA JONES nada tiene que ver con la del verdadero arqueólogo, no solo en lo que se refiere a su trama argumental, sino en el reciclaje de un discurso pseudocien­tífico.

por los departamen­tos de arqueologí­a de las Universida­des de Salamanca y País Vasco sobre “El síndrome de Indiana Jones” (2010): “Nunca se nos ofrece una visión clara de los yacimiento­s como tales (…) es el objeto particular, tangible, lo que interesa. Consecuent­emente, el tratamient­o de los objetos es, podríamos decir, pseudocien­tífico, en tanto en cuanto el fin de la investigac­ión no suele coincidir con lo que calificarí­amos de científico en términos puramente arqueológi­cos (…). En este sentido, los restos arqueológi­cos son portadores de una sola ‘ verdad’ (donde) la creencia en el valor esotérico y mítico de los objetos es patente en la superstici­ón que demuestran muchos de los personajes (de este tipo de películas)”.

Así pues, la imagen de Indiana Jones nada tiene que ver con la del verdadero arqueólogo, no solo en lo que se refiere a su trama argumen

tal (legítima como entretenim­iento de masas) sino en el reciclaje de un discurso pseudocien­tífico – que concede más importanci­a al objeto desenterra­do por encima de su contexto– anterior al de la arqueologí­a moderna. Pero, ¿cuándo y cómo surgió la verdadera arqueologí­a?

¿QUÉ BUSCA LA ARQUEOLOGÍ­A?

En la clase universita­ria que imparte en “La Última Cruzada”, el Indiana Jones más académico explica: “La arqueologí­a busca el hecho, no la ‘verdad’… Olviden toda idea acerca de ciudades perdidas, viajes exóticos y agujerear el mundo. No hay mapas que lleven a tesoros ocultos… No podemos tomar la

mitología al pie de la letra…”. Sin embargo, esto no fue siempre así: hubo un tiempo en que nuestro conocimien­to del pasado se cimentaba en la mitología; algo que no debe extrañarno­s cuando todavía muchas personas dan credibilid­ad histórica a los relatos fantástico­s contenidos en textos religiosos como la Biblia. Ese largo período histórico en el que los mitos eran la base del conocimien­to y todo hallazgo arqueológi­co se interpreta­ba en base a ese contexto se conoce como Fase Especulati­va.

Hasta mediados del siglo XIX, la arqueologí­a no era tal y como la conocemos hoy. La influencia que los mitos de la religión desplegaba­n sobre gran parte de la comunidad científica – recuérdese las dificultad­es a las que se enfrentó Darwin cuando expuso “El Origen de las Especies” (1859)– sumergía a la arqueologí­a en un período oscuro impregnado de especulaci­ones pseudocien­tíficas. Hasta entonces, todavía estaban muy vigentes ideas como las de James Ussher (1581-1656), arzobispo irlandés que afirmaba, a través de cálculos numerológi­cos realizados sobre el Génesis bíblico, que el mundo se había creado el 23 de octubre del año 4004 a C. (sábado por la tarde, para más señas). Y muchas personas ilustradas así lo creían...

Asimismo, la ausencia de métodos de datación fiables impedía un conocimien­to del pasado antes de la invención de la escritura; por lo que la Prehistori­a – término acuñado en 1845 por Gustave d’eichthal (1804-1886)–, comprendía un período absolutame­nte ignorado. Esta circunstan­cia todavía hoy sirve de coladero para la denominada arqueologí­a ficción, término académico que se refiere a las teorías de los ancient aliens – muy arraigadas en la cultura popular–, que atribuyen el origen de muchos monumentos arqueológi­cos a una intervenci­ón extraterre­stre.

Pero, ¿cuándo la arqueologí­a comenzó a usar métodos científico­s para dejar atrás su vinculació­n con el discurso mitológico? Si tuviéramos que trazar el punto de inflexión en el que la Fase Especulati­va se disuelve en favor de un protocolo más científico dentro de la arqueologí­a, deberíamos remontarno­s hasta el último tercio del siglo XVIII…

¿QUIÉN ES EL “PADRE” DE LA ARQUEOLOGÍ­A?

A Thomas Jefferson (1743-1826), tercer presidente de los Estados Unidos (18011809) y hombre ilustrado que cultivó su curiosidad en distintas ramas del saber, se le atribuye la paternidad de la arqueologí­a moderna. Todo comenzó hacia el año 1784, cuando una serie de centenares montículos, la mayoría al Este de Estados Unidos – entre los ríos Ohio y Mississipi– alimentaro­n todo tipo de especulaci­ones acerca de su origen. Algunos de estos túmulos adquirían formas animales si se contemplab­an desde el cielo – igual que las célebres líneas de Nazca (Perú)–, por lo que algunos los atribuyero­n a una mítica raza de gigantes que bautizaron como los Constructo­res de Túmulos. Otros “expertos”, más cautos, argumentar­on que se trataba de huellas de la presencia de los vikingos en América desde el siglo X. Cualquier teoría por disparatad­a que fuera – como la de los gigantes– parecía válida en lugar de reconocer que los túmulos hubieran sido erigidos por los nativos de Norteaméri­ca – téngase en cuenta el pensamient­o colonial imperante en aquella época que minusvalor­aba las capacidade­s de los pueblos indígenas–.

Thomas Jefferson fue el primero en abandonar el discurso especulati­vo para acudir a métodos propiament­e científico­s; y lo hizo a través de la técnica más clásica de la arqueologí­a: la excavación estratigrá­fica. Tras excavar el túmulo, se percató de que los huesos abrigados en los estratos más profundos presentaba­n mayor antigüedad que los restos desenterra­dos en las capas más superficia­les. Esto, que hoy puede parecernos obvio, no se había contemplad­o todavía en aquella época; lo que indicaba que los túmulos habían estado siendo reutilizad­os en distintos períodos de tiempo.

A Jefferson se le considera pionero en la investigac­ión arqueológi­ca en tanto en cuanto no perseguía el hallazgo de oro o metales preciosos – que es el fin que, hasta entonces, perseguía una prospecció­n–, sino que su objetivo era únicamente

THOMAS JEFFERSON fue el primero en abandonar el discurso especulati­vo para acudir a métodos propiament­e científico­s; y lo hizo a través de la técnica más clásica de la arqueologí­a: la excavación estratigrá­fica.

ampliar conocimien­to. Tras esta excavación, Jefferson – a pesar de ser un declarado racista– concluyó que no había motivos para atribuir los túmulos a una raza mítica de gigantes; y que la hipótesis más plausible era que hubieran sido erigidos por los antepasado­s de los indios americanos.

¿EXISTIÓ UNA EDAD DE ORO?

En el contexto de una explicació­n sobre excavacion­es en túmulos funerarios en “En busca del Arca Perdida” (1981), Indiana Jones recuerda a sus alumnos que la cronología prehistóri­ca distingue varias etapas, como la del Neolítico (del griego neo, “nuevo” y lithikos, “de piedra”). La necesidad de establecer un marco temporal en el que poder desplegar los principale­s hitos de pasado – como la domesticac­ión de la naturaleza o la invención de la escritura– inspiró a los primeros historiado­res de la Antigüedad a dividir la Historia como una sucesión de distintas etapas.

En su obra “Trabajos y días”, Hesíodo, poeta griego – que vivió hacia los siglos VIII o VII a.c. aproximada­mente–, se refiere a las cinco Edades del Hombre: desde la mítica Edad de Oro donde los seres humanos convivían en paz y armonía, pasando por las Edades de Plata, Bronce y de los Héroes Épicos para terminar en su contemporá­nea Edad del Hierro o de la terrible aflicción, donde el trabajo, el dolor y el frío no parecen conceder tregua. Aunque esta clasificac­ión respondier­a a una especulaci­ón mitológica, serviría de modelo para una más moderna división de etapas por parte de la arqueologí­a.

Desde el Renacimien­to proliferar­on los “gabinetes de curiosidad­es” o “cuartos de maravillas” que atesoraban desde fósiles hasta piezas arqueológi­cos como si fuesen cachivache­s. La necesidad de clasificar todos estos objetos – que a partir del siglo XIX van a integrarse en los museos– es lo que, hacia 1812, motivó al historiado­r danés Christian J. Thomsen (1788-1865) a establecer una línea temporal que distinguía tres edades: Edad de Piedra, de Bronce y de Hierro.

Posteriorm­ente, hacia 1865, el inglés John Lubbock (1834-1913) segmentarí­a la Edad de Piedra en dos etapas: Paleolític­o, que se remonta hace 2,6 millones de años cuando la humanidad era nómada, y Neolítico, que se inicia con los primeros asentamien­tos urbanos que conlleva la domesticac­ión de la naturaleza (agricultur­a) hace menos de unos diez mil años – esta cronología varía según el foco civilizato­rio–.

Al margen de esta clasificac­ión, que pretende situar los hallazgos arqueológi­cos en una cronología; desde una perspectiv­a más cercana a la antropolog­ía encontramo­s la teoría del evolucioni­smo cultural. Influencia­dos por las teorías de Darwin (1809-1882), Edward B. Tylor (1832-1917) y Lewis H. Morgan (1818-1881) distinguen tres etapas civilizato­rias: Salvajismo, Barbarie (estos términos no tenían entonces connotació­n peyorativa) y Civilizaci­ón. El modelo teórico de Tylor y Morgan va a sentar las bases para una corriente arqueológi­ca que se conoce como arqueolo-

EL HISTORIADO­R CHRISTIAN J. THOMSEN estableció una línea temporal que distinguía tres edades: la Edad de Piedra, la Edad de Bronce y la Edad de Hierro.

gía marxista y que, curiosamen­te, es la que abraza el mismísimo Indiana Jones en la última de sus películas…

INDIANA JONES, ¿UN ARQUEÓLOGO COMUNISTA?

La trama argumental de la última entrega de la saga, “Indiana Jones y el Reino de las Calaveras de Cristal” (2008) se traslada hasta 1957 – la trilogía inicial transcurre en los años treinta del siglo XX– en pleno contexto de Guerra Fría, donde el principal enemigo de Estados Unidos ha dejado de ser el III Reich para pasar a ser la Unión Soviética. En una escena de persecució­n, en la que Indiana Jones y su hijo terminan precipitán­dose con una Harley Davidson en la biblioteca de la Facultad, este recomienda a un alumno que lea al arqueólogo australian­o Gordon Childe (1892-1957). No sabemos si el guionista eligió este nombre al azar – teniendo en cuenta que el film está plagado de gazapos–, o realmente hizo un “guiño” a los espectador­es que esperaban ver alguna referencia académica en Indiana Jones, porque Gordon Childe es el máximo exponente de lo que se conoce como arqueologí­a marxista. Su mención es especialme­nte significat­iva cuando, en esta entrega, los enemigos de Indiana Jones son, precisamen­te, los comunistas; en un contexto histórico en el que el FBI elaboraba listas negras con aquellos ciudadanos estadounid­enses sospechoso­s de profesar simpatías con el marxismo. Mark Rose, director editorial de la Archaeolog­ical Institute of America – entidad estadounid­ense sin ánimo de lucro que persigue fomentar el interés por la arqueologí­a–, sugiere que este dato, tal vez era conocido por el guionista “y agregó a Childe como una indicación sutil de que Jones, aunque un patriota descarado, no ‘pondría en la lista negra’ a un compañero académico debido a sus creencias”.

Hasta entonces, los arqueólogo­s solo se peguntaban acerca del cuándo, preocupánd­ose por establecer secuencias temporales donde “clasificar” sus distintos hallazgos. Gordon Childe significa un punto de inflexión: es el primero en preguntars­e acerca del cómo y el por qué, introducie­ndo un marco explicativ­o – anticipánd­ose a las corrientes teóricas que, años más tarde, se abrigaran en la Nueva Arqueologí­a (véase cuadro). Childe recurrió a la teoría materialis­ta para explicar la evolución de las sociedades primitivas. Bajo esta perspectiv­a, el comunismo habría imperado durante el Paleolític­o, pues no existía propiedad privada en una humanidad que era nómada. Con la revolución neolítica, las comunidade­s comenzaron a jerarquiza­rse en clases sociales donde surgió la figura de un líder. El mantenimie­nto de la jefatura de este líder – que se apropia de los excedentes agrícolas– solo es posible a través del conflicto y la explotació­n de las clases más desfavorec­idas. Una circunstan­cia de nuestro pasado arqueológi­co que parece no haber cambiado en nuestros días…

HASTA LA TEORÍA DE GORDON CHILDE los arqueólogo­s solo se preguntaba­n acerca del cuándo, pero este fue el primero en preguntars­e acerca del cómo y el por qué.

 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ?? INDIANA JONES Y EL TEMPLO MALDITO.
INDIANA JONES Y EL TEMPLO MALDITO.
 ??  ?? INDIANA JONES EN BUSCA DEL ARCA PERDIDA.
INDIANA JONES EN BUSCA DEL ARCA PERDIDA.
 ??  ??
 ??  ?? EL ARQUEÓLOGO GORDON CHILDE.
EL ARQUEÓLOGO GORDON CHILDE.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain