Arqueología misteriosa
A través del personaje de Indiana Jones analizamos la figura del arqueólogo moderno. ¿Cuánto se aprecen?
IDENTIFICADO POR LA CULTURA DE MASAS COMO UN ICONO DE LA ARQUEOLOGÍA, LA SAGA DE INDIANA JONES OFRECE INTERESANTES CLASES DE INTRODUCCIÓN A ESTA DISCIPLINA. ¿QUÉ BUSCA LA ARQUEOLOGÍA? ¿QUIÉN FUE EL PRIMERO EN REALIZAR LA PRIMERA EXCAVACIÓN ARQUEOLÓGICA? ¿SABÍAS QUE INDIANA JONES RECOMIENDA UNA LECTURA MARXISTA DEL PASADO ARQUEOLÓGICO?
“¿ Llamas a esto arqueología?”. Es la frase que el doctor Henr ( Sean Con
nery) suelta a su hijo, Indiana Jones cuando en “La última cruzada” (1989) ambos se enfrentan a los nazis que les persiguen en su búsqueda contrareloj del Santo Grial. Esta imagen estereotipada del arqueólogo con sombrero de fedora, látigo y empuñando una Smith & Wesson de cañón recortado, que la gran pantalla ha exportado en la cultura popular ha contribuido a alimentar una idea equivocada que poco o nada tiene que ver con el trabajo árido, metódico y poco gratificado socialmente que se realiza en arqueología. Tal y como advierte María Ibáñez Alfonso, de la Universidad de Sevilla en su análisis, publicado en 2015, sobre la representación del arqueólogo en la cultura de masas: “El propósito final de este tipo de filmes es el reconocimiento social del arqueólogo como héroe, el protagonista, autosuficiente hábil e intelectualmente, se basta y se sobra para emprender ‘ la investigación’ en solitario (llegado el caso, hasta por cuenta propia, sin el respaldo de ninguna institución o empresa privada) pues, aunque suele ser secundado por algún ayudante o compañero de aventuras (que suple sus carencias), la fama la gloria por descubrir, recuperar o descifrar el objeto en cuestión es principalmente suya. Los proyectos arqueológicos llevados a cabo por equipos interdisciplinares que se ocupan de distintas labores auxiliares y complementarias brillan por su ausencia”.
Asimismo, otra de los conceptos equivocados que ha difundido el celuloide con respecto a la arqueología es la simplificación que ofrece acerca de su finalidad, donde el medio utilizado para describir una cultura antigua (el objeto hallado arqueológico que se identifica con el macguffin del celuloide) se convierte en un fin en sí mismo. Tal y como se argumenta en un estudio realizado
“LA IMAGEN DE INDIANA JONES nada tiene que ver con la del verdadero arqueólogo, no solo en lo que se refiere a su trama argumental, sino en el reciclaje de un discurso pseudocientífico.
por los departamentos de arqueología de las Universidades de Salamanca y País Vasco sobre “El síndrome de Indiana Jones” (2010): “Nunca se nos ofrece una visión clara de los yacimientos como tales (…) es el objeto particular, tangible, lo que interesa. Consecuentemente, el tratamiento de los objetos es, podríamos decir, pseudocientífico, en tanto en cuanto el fin de la investigación no suele coincidir con lo que calificaríamos de científico en términos puramente arqueológicos (…). En este sentido, los restos arqueológicos son portadores de una sola ‘ verdad’ (donde) la creencia en el valor esotérico y mítico de los objetos es patente en la superstición que demuestran muchos de los personajes (de este tipo de películas)”.
Así pues, la imagen de Indiana Jones nada tiene que ver con la del verdadero arqueólogo, no solo en lo que se refiere a su trama argumen
tal (legítima como entretenimiento de masas) sino en el reciclaje de un discurso pseudocientífico – que concede más importancia al objeto desenterrado por encima de su contexto– anterior al de la arqueología moderna. Pero, ¿cuándo y cómo surgió la verdadera arqueología?
¿QUÉ BUSCA LA ARQUEOLOGÍA?
En la clase universitaria que imparte en “La Última Cruzada”, el Indiana Jones más académico explica: “La arqueología busca el hecho, no la ‘verdad’… Olviden toda idea acerca de ciudades perdidas, viajes exóticos y agujerear el mundo. No hay mapas que lleven a tesoros ocultos… No podemos tomar la
mitología al pie de la letra…”. Sin embargo, esto no fue siempre así: hubo un tiempo en que nuestro conocimiento del pasado se cimentaba en la mitología; algo que no debe extrañarnos cuando todavía muchas personas dan credibilidad histórica a los relatos fantásticos contenidos en textos religiosos como la Biblia. Ese largo período histórico en el que los mitos eran la base del conocimiento y todo hallazgo arqueológico se interpretaba en base a ese contexto se conoce como Fase Especulativa.
Hasta mediados del siglo XIX, la arqueología no era tal y como la conocemos hoy. La influencia que los mitos de la religión desplegaban sobre gran parte de la comunidad científica – recuérdese las dificultades a las que se enfrentó Darwin cuando expuso “El Origen de las Especies” (1859)– sumergía a la arqueología en un período oscuro impregnado de especulaciones pseudocientíficas. Hasta entonces, todavía estaban muy vigentes ideas como las de James Ussher (1581-1656), arzobispo irlandés que afirmaba, a través de cálculos numerológicos realizados sobre el Génesis bíblico, que el mundo se había creado el 23 de octubre del año 4004 a C. (sábado por la tarde, para más señas). Y muchas personas ilustradas así lo creían...
Asimismo, la ausencia de métodos de datación fiables impedía un conocimiento del pasado antes de la invención de la escritura; por lo que la Prehistoria – término acuñado en 1845 por Gustave d’eichthal (1804-1886)–, comprendía un período absolutamente ignorado. Esta circunstancia todavía hoy sirve de coladero para la denominada arqueología ficción, término académico que se refiere a las teorías de los ancient aliens – muy arraigadas en la cultura popular–, que atribuyen el origen de muchos monumentos arqueológicos a una intervención extraterrestre.
Pero, ¿cuándo la arqueología comenzó a usar métodos científicos para dejar atrás su vinculación con el discurso mitológico? Si tuviéramos que trazar el punto de inflexión en el que la Fase Especulativa se disuelve en favor de un protocolo más científico dentro de la arqueología, deberíamos remontarnos hasta el último tercio del siglo XVIII…
¿QUIÉN ES EL “PADRE” DE LA ARQUEOLOGÍA?
A Thomas Jefferson (1743-1826), tercer presidente de los Estados Unidos (18011809) y hombre ilustrado que cultivó su curiosidad en distintas ramas del saber, se le atribuye la paternidad de la arqueología moderna. Todo comenzó hacia el año 1784, cuando una serie de centenares montículos, la mayoría al Este de Estados Unidos – entre los ríos Ohio y Mississipi– alimentaron todo tipo de especulaciones acerca de su origen. Algunos de estos túmulos adquirían formas animales si se contemplaban desde el cielo – igual que las célebres líneas de Nazca (Perú)–, por lo que algunos los atribuyeron a una mítica raza de gigantes que bautizaron como los Constructores de Túmulos. Otros “expertos”, más cautos, argumentaron que se trataba de huellas de la presencia de los vikingos en América desde el siglo X. Cualquier teoría por disparatada que fuera – como la de los gigantes– parecía válida en lugar de reconocer que los túmulos hubieran sido erigidos por los nativos de Norteamérica – téngase en cuenta el pensamiento colonial imperante en aquella época que minusvaloraba las capacidades de los pueblos indígenas–.
Thomas Jefferson fue el primero en abandonar el discurso especulativo para acudir a métodos propiamente científicos; y lo hizo a través de la técnica más clásica de la arqueología: la excavación estratigráfica. Tras excavar el túmulo, se percató de que los huesos abrigados en los estratos más profundos presentaban mayor antigüedad que los restos desenterrados en las capas más superficiales. Esto, que hoy puede parecernos obvio, no se había contemplado todavía en aquella época; lo que indicaba que los túmulos habían estado siendo reutilizados en distintos períodos de tiempo.
A Jefferson se le considera pionero en la investigación arqueológica en tanto en cuanto no perseguía el hallazgo de oro o metales preciosos – que es el fin que, hasta entonces, perseguía una prospección–, sino que su objetivo era únicamente
THOMAS JEFFERSON fue el primero en abandonar el discurso especulativo para acudir a métodos propiamente científicos; y lo hizo a través de la técnica más clásica de la arqueología: la excavación estratigráfica.
ampliar conocimiento. Tras esta excavación, Jefferson – a pesar de ser un declarado racista– concluyó que no había motivos para atribuir los túmulos a una raza mítica de gigantes; y que la hipótesis más plausible era que hubieran sido erigidos por los antepasados de los indios americanos.
¿EXISTIÓ UNA EDAD DE ORO?
En el contexto de una explicación sobre excavaciones en túmulos funerarios en “En busca del Arca Perdida” (1981), Indiana Jones recuerda a sus alumnos que la cronología prehistórica distingue varias etapas, como la del Neolítico (del griego neo, “nuevo” y lithikos, “de piedra”). La necesidad de establecer un marco temporal en el que poder desplegar los principales hitos de pasado – como la domesticación de la naturaleza o la invención de la escritura– inspiró a los primeros historiadores de la Antigüedad a dividir la Historia como una sucesión de distintas etapas.
En su obra “Trabajos y días”, Hesíodo, poeta griego – que vivió hacia los siglos VIII o VII a.c. aproximadamente–, se refiere a las cinco Edades del Hombre: desde la mítica Edad de Oro donde los seres humanos convivían en paz y armonía, pasando por las Edades de Plata, Bronce y de los Héroes Épicos para terminar en su contemporánea Edad del Hierro o de la terrible aflicción, donde el trabajo, el dolor y el frío no parecen conceder tregua. Aunque esta clasificación respondiera a una especulación mitológica, serviría de modelo para una más moderna división de etapas por parte de la arqueología.
Desde el Renacimiento proliferaron los “gabinetes de curiosidades” o “cuartos de maravillas” que atesoraban desde fósiles hasta piezas arqueológicos como si fuesen cachivaches. La necesidad de clasificar todos estos objetos – que a partir del siglo XIX van a integrarse en los museos– es lo que, hacia 1812, motivó al historiador danés Christian J. Thomsen (1788-1865) a establecer una línea temporal que distinguía tres edades: Edad de Piedra, de Bronce y de Hierro.
Posteriormente, hacia 1865, el inglés John Lubbock (1834-1913) segmentaría la Edad de Piedra en dos etapas: Paleolítico, que se remonta hace 2,6 millones de años cuando la humanidad era nómada, y Neolítico, que se inicia con los primeros asentamientos urbanos que conlleva la domesticación de la naturaleza (agricultura) hace menos de unos diez mil años – esta cronología varía según el foco civilizatorio–.
Al margen de esta clasificación, que pretende situar los hallazgos arqueológicos en una cronología; desde una perspectiva más cercana a la antropología encontramos la teoría del evolucionismo cultural. Influenciados por las teorías de Darwin (1809-1882), Edward B. Tylor (1832-1917) y Lewis H. Morgan (1818-1881) distinguen tres etapas civilizatorias: Salvajismo, Barbarie (estos términos no tenían entonces connotación peyorativa) y Civilización. El modelo teórico de Tylor y Morgan va a sentar las bases para una corriente arqueológica que se conoce como arqueolo-
EL HISTORIADOR CHRISTIAN J. THOMSEN estableció una línea temporal que distinguía tres edades: la Edad de Piedra, la Edad de Bronce y la Edad de Hierro.
gía marxista y que, curiosamente, es la que abraza el mismísimo Indiana Jones en la última de sus películas…
INDIANA JONES, ¿UN ARQUEÓLOGO COMUNISTA?
La trama argumental de la última entrega de la saga, “Indiana Jones y el Reino de las Calaveras de Cristal” (2008) se traslada hasta 1957 – la trilogía inicial transcurre en los años treinta del siglo XX– en pleno contexto de Guerra Fría, donde el principal enemigo de Estados Unidos ha dejado de ser el III Reich para pasar a ser la Unión Soviética. En una escena de persecución, en la que Indiana Jones y su hijo terminan precipitándose con una Harley Davidson en la biblioteca de la Facultad, este recomienda a un alumno que lea al arqueólogo australiano Gordon Childe (1892-1957). No sabemos si el guionista eligió este nombre al azar – teniendo en cuenta que el film está plagado de gazapos–, o realmente hizo un “guiño” a los espectadores que esperaban ver alguna referencia académica en Indiana Jones, porque Gordon Childe es el máximo exponente de lo que se conoce como arqueología marxista. Su mención es especialmente significativa cuando, en esta entrega, los enemigos de Indiana Jones son, precisamente, los comunistas; en un contexto histórico en el que el FBI elaboraba listas negras con aquellos ciudadanos estadounidenses sospechosos de profesar simpatías con el marxismo. Mark Rose, director editorial de la Archaeological Institute of America – entidad estadounidense sin ánimo de lucro que persigue fomentar el interés por la arqueología–, sugiere que este dato, tal vez era conocido por el guionista “y agregó a Childe como una indicación sutil de que Jones, aunque un patriota descarado, no ‘pondría en la lista negra’ a un compañero académico debido a sus creencias”.
Hasta entonces, los arqueólogos solo se peguntaban acerca del cuándo, preocupándose por establecer secuencias temporales donde “clasificar” sus distintos hallazgos. Gordon Childe significa un punto de inflexión: es el primero en preguntarse acerca del cómo y el por qué, introduciendo un marco explicativo – anticipándose a las corrientes teóricas que, años más tarde, se abrigaran en la Nueva Arqueología (véase cuadro). Childe recurrió a la teoría materialista para explicar la evolución de las sociedades primitivas. Bajo esta perspectiva, el comunismo habría imperado durante el Paleolítico, pues no existía propiedad privada en una humanidad que era nómada. Con la revolución neolítica, las comunidades comenzaron a jerarquizarse en clases sociales donde surgió la figura de un líder. El mantenimiento de la jefatura de este líder – que se apropia de los excedentes agrícolas– solo es posible a través del conflicto y la explotación de las clases más desfavorecidas. Una circunstancia de nuestro pasado arqueológico que parece no haber cambiado en nuestros días…
HASTA LA TEORÍA DE GORDON CHILDE los arqueólogos solo se preguntaban acerca del cuándo, pero este fue el primero en preguntarse acerca del cómo y el por qué.