Alquiler turístico
Soy el típico ciudadano, autónomo, obrero, hoy por hoy jubilado. Siendo padre de cuatro hijos, con sudor y venas rotas, compré dos viviendas, en las que llegué a vivir con la familia. Mucho esfuerzo y tira «pa’lante», los niños crecen y hay que cambiar de casa, acercarse más al pueblo.
Hay que pagar hipoteca. Hay que alquilar y a día de hoy, podría escribir una novela de terror y calamidades, con lo que he pasado con los alquileres. Desde un criadero de perros, y gracias a que un vecino me avisó que había mantas con sangre en la parte trasera de la casa. También un punto de encuentro y muchos detalles más que no quiero decir.
Muchos problemas con los cobros, en cuanto se juntaban dos meses, ya pensabas en el abogado y todo eso que añadías..., los números no salían.
La hipoteca no perdona, ahí no hay ruegos ni excusas.
A día de hoy, gracias a un amigo metido en el mundo del turismo, me dijo que le interesaba mi producto, pero que tenía que hacer una reforma integral para hacerlo turístico y se acabarían los problemas.
Me faltaba poco para jubilarme y a esa edad no quieres ‘mals de caps’, cogí una empresa, pedí presupuesto y los números salieron muy grandes, pero como a estas alturas piensas en dejar bien el patrimonio a los hijos, tiré «pa’lante» sin miedo.
Hoy por hoy ya son turísticos y lo que tengo muy claro es que no volverán a ser alquiladas como antes, en estos tiempos peores en que el inquilino se puede volver okupa.
«Como decía mi abuelo: res de res».
(Si no lo escribo, no se sabe y cuando lo hago me sale del corazón).