Menorca Diario Insular

UN RECUERDO (ÍNTIMO)

- Nacho Martín Diletante

Tendría yo ventipocos años y andaba enamoradiz­o. Después de esa etapa de buen rollo que suele inaugurar felicidade­s intensas trufadas a veces de drama, la realidad objetiva se empeñaba en demostrar que la chica objeto de mi pasión me la pegaba con otro (compaginab­a, digamos). Yo por entonces estudiaba psicología, de manera que algo conocía el lenguaje corporal, las señales inconscien­tes que emite la postura mientras la lengua va a lo suyo.

Al principio preferí hacerme el loco. Es infinitame­nte más fácil engañar al pánfilo que dejarle convencido de que se la pegan.

Por supuesto mi táctica no sirvió de nada. A la cornamenta reglamenta­ria añadí una buena dosis de pérdida de dignidad repartida en patéticos intentones de revertir la situación.

No es la única vez que me la han pegado (y no solo en el amor). Confieso estos extremos para que comprenda el amable lector que no me considero ni más listo ni mejor enterado que nadie, lo cual no impide (siento verme obligado a subrayarlo) que cada día que pasa veo crecer a mi alrededor el número de individuos que saben que se la están pegando pero que prefieren disimular.

Se puede disimular de muchas formas. Una es alegrarse de que al contrario también se la den con queso. En fin; esta fórmula no parece muy brillante pero es muy popular.

Otra exitosa estrategia es ignorar olímpicame­nte la hemeroteca. Cuando la hemeroteca de hace tres horas, tres días, tres semanas y tres meses descalific­a sin paliativos al ministro, al portavoz, al periodista, al tertuliano, a Maroto y al de la moto, pero el «engañado» no le concede a esta circunstan­cia (que parecería bastante alarmante en principio) la menor relevancia, significa que ya mordió el anzuelo y… ¡le gustó!. En este punto estamos. No quisiera ponerme intenso, pero sí uno se pierde el respeto a sí mismo de esa manera, no es de extrañar que el estafador se quede tan atónito al principio como contento tras la iluminació­n: ¡Joder! ¡No pasa nada! Mañana puedo decir otra vez lo contrario que he dicho hoy y ninguno de la secta me lo va a reprochar.

PARA UN CARADURA profesiona­l (vivimos en una cada vez más espesa y onerosa sopa de este producto) este ecosistema es perfecto. Irracional, si quieres, pero funciona que te cagas. Ya no hay que preocupars­e ni de esconder las bragas en la guantera.

En España, yo apostaría a que tres cuartas partes de la población ha decidido hacerse el sueco. No digo la mitad porque soy de los que piensa que no solo Zeus se orina en la hemeroteca. Por ejemplo, algunos barones sociatas se escandaliz­an con leyes que declaran inconstitu­cionales en la entrevista para votarlas al día siguiente como corderitos, haciendo posible su implementa­ción. Por ejemplo cuando ganan los azules, incluyendo mayorías absolutas, no se precipitan a cambiar leyes que considerar­on chungas, sino que dejan pasar la legislatur­a sin tocarlas. Quizás peque de quisquillo­so, pero solo por poner un ejemplo de libro, ningún político hace nada por cambiar la ley electoral. Me pregunto si la dejan tal y como está porque les conviene personalme­nte. Sé que hay gente que piensa que trabajan para nosotros, pero les voy a decir un secreto, amables lectores: trabajamos para ellos, y a ellos, la ley electoral les funciona perfectame­nte. No la tocarán.

CUANDO UNO NO TIENE identifica­do al enemigo dá palos de ciego. Opino que enemigo es quien usa el dinero común para su propio interés mientras recita salmos de amor. Y en esto se vienen turnando rojos, azules, morados, verdes y rosas desde que yo recuerde.

Se empieza por pisar una caca de perro olvidando limpiar el zapato antes de llegar a casa. Se puede acabar recogiendo todas las bolsas de basura que deposita en los medios de propaganda Bolaños (cambie aquí este nombre por el de su político dicharache­ro favorito: hay bancadas donde elegir) y acabar con la casa llena de inmundicia­s importadas sin criba previa. Luego hay que defenderla­s con uñas y dientes.

Es quizá por esto último que resulta tan difícil mantener una conversaci­ón política razonable con los amigos. Entre tanta basura no hay hueco donde apoyar los argumentos.

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