Menorca Diario Insular

PUTIN ES VULNERABLE

- Lluís Foix Periodista y escritor

El ruido de la guerra no es una operación mediática sino un reflejo de los discursos oficiales. Primero llegan las palabras, los mensajes, la transgresi­ón de las fronteras, el movimiento de tropas y el comienzo de un goteo de muertes sepultadas en el anonimato de las estadístic­as. Desde hace dos años Rusia está en guerra contra Europa en las tierras de Ucrania. El presidente Macron ha pasado de mantener horas de conversaci­ón con Putin, después de haber despachado con él en aquella larguísima, distante y humillante mesa del Kremlin, a liderar un ardor guerrero contra Rusia que es seguido con cierta cautela por sus colegas de la OTAN. Olaf Scholz también se sentó en la mesa larga para persuadir a Putin de que detuviera la invasión.

El Kremlin, dominado por los servicios de seguridad herederos del KGB, sospechó que Europa no defendería a Ucrania durante mucho tiempo. Pensaba en una Europa blanda, cansada, incapaz de entrar en conflicto directo con tropas y armas rusas que pretenden, en nombre de Putin, recomponer el imperio perdido al explosiona­r la Unión Soviética en 1991.

Europa y los países de la OTAN han dado apoyo económico, político y militar a Zelenski. Pero sin compromete­rse a desafiar en campo abierto a un Putin que solo aspira a una rendición de Ucrania para que vuelva a depender del Kremlin.

El presidente Putin no tiene oposición interna y la que le discute sus decisiones es aniquilada, se tira por los balcones o es enviada a los campos de internamie­nto en la extensa Siberia. Gana las elecciones por mayoría absoluta y no tolera las protestas de las miles de madres que han perdido a sus hijos en la guerra. El terrible atentado en Moscú ha mostrado su vulnerabil­idad, sean cuales fueren los móviles y las personas o grupos que lo ejecutaron. Estamos en un punto en el que aún pudiendo evitar una nueva gran catástrofe en tierras europeas, nos encontramo­s con líderes envueltos en la fuerza expansiva de una retórica que escapa del control de los acontecimi­entos inesperado­s.

Hay confusión, temor y miedo en Europa porque el liderazgo occidental puede que no resista las tensiones interiores y exteriores. Rusia no ganará pero tiene la fuerza suficiente para condiciona­r la política global, tal como ha ocurrido en los últimos dos siglos, desde que Napoleón regresó derrotado y humillado de Moscú en1812.

Ni Sunak es Churchill ni Macron es De Gaulle ni Biden es F.D. Roosevelt. Los tres resistiero­n con la palabra y con la valentía para convencer a sus pueblos de los peligros fatales de la victoria de Hitler.

Escribe Margaret MacMillan en sus reflexione­s en torno a la última guerra mundial que Roosevelt «devolvió a los estadounid­enses la confianza en sí mismos y les hizo confiar en el futuro, consiguien­do a la vez contener las muchas divisiones internas y cohesionar la sociedad de su país».

Cuando los norteameri­canos necesitaba­n confianza, él les dio optimismo en tiempos en los que los totalitari­smos avanzaban en Europa y en Asia. Japón había invadido China, en la Unión Soviética, Stalin eliminaba a los disidentes y sus sombras, en Europa Hitler se paseaba por una Francia humillada y abría el frente del Este con la invasión de Polonia en coordinaci­ón con Stalin. Ni franceses, ni británicos ni norteameri­canos ni la gran mayoría de europeos querían la guerra. El apaciguami­ento ante Hitler en 1938 en Munich fue aplaudido por los que detestaban volver a las trincheras.

Cuando las bombas cayeron sobre Londres, los japoneses bombardeab­an Pearl Harbour y Europa era ocupada por Hitler se consiguió la voluntad casi unánime de derrotar a un obseso por la guerra y por apoderarse de naciones ajenas.

de la gran responsabi­lidad de los líderes que pueden y deben detener lo inevitable antes de que sea demasiado tarde. Ante la incertidum­bre de las elecciones norteameri­canas – permítanme la premonició­n de que no las ganará Trump–, es preciso agotar los medios para detener la escalada de la barbarie. Pero hay que estar preparados por si el conflicto se extiende. Aumentando las partidas de defensa y haciéndose a la idea de que están en juego las libertades. Decía Camus que las ideas equivocada­s siempre acaban en un baño de sangre, pero en todos los casos es la sangre de los demás y por esta razón algunos de nuestros pensadores se sienten libres para decidir cualquier cosa. Los discursos no son inocuos.

ES LA HORA

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