El fin de las bibliotecas familiares
Coincidiendo con la fiesta del libro, una fiesta preciosa en la que las calles se inundan de puestos de venta de libros y la gente sale a pasear, mirar y, en bastantes casos, comprar algún ejemplar, he reflexionado sobre la vida de los libros y las bibliotecas familiares. Hoy en día, en que las casas son pequeñas y, además el papel, con el que se configuran los libros, utiliza mucha materia prima, celulosa de la madera de los árboles, que no es ilimitada, por lo que se inventó otra forma de leer, la digital, bajando libros en la red, las bibliotecas familiares, según los jóvenes, están en vías de extinción. Un grupo grande de los de menor edad, que aún leen libros, lo hacen por internet y esto, si es bueno por un lado, al ser más económico y ocupar menos espacio, por otro, conlleva una serie de pérdidas.
Alguien dijo en la antigüedad, que quien tiene un huerto y una biblioteca tiene un pedazo de felicidad, pero no solo esto. Existe el placer de ir a una librería y comprar el libro que interesa, el placer de regalar libros, y relacionarnos con otras personas, el placer de leerlos, teniéndolos físicamente en las manos, pudiendo subrayar, destacar párrafos, páginas, en suma, haciéndolos un poco de uno. Los libros nos han ayudado a crecer, a ampliar horizontes, a pasar ratos agradables y han formado parte de nuestra vida. Hoy en día, muchos son desechados, triturados y con ello se va parte de las historias familiares y sus libros una historia, la de mi biblioteca y mis libros, que he escrito para que cuando estos desaparezcan quede, por un tiempo más, su historia, que también llegará un momento que desaparecerá. Esta es la vida actual, esperemos que todavía queden gentes que sepan apreciarlos pues en todo caso, solo una minoría selecta, conservarán las bibliotecas familiares, sus libros e historias. Y se perderán fiestas tan bonitas como la de la feria del libro que, de momento, todavía se mantiene en auge y esperemos que por tiempo.