Menorca Diario Insular

LO PEOR DE AMBOS MUNDOS

- Jesús Méndez Baiges

Los dos sistemas políticos en nombre de los cuales se batalló durante los decenios de la guerra fría, tenían, ambos, sus puntos fuertes y débiles. A pesar de la gélida fiereza del combate y los desastres que provocaba, no dejaba de haber grandeza, en cuanto a convicción, voluntad y espíritu, en los dos lados. Se trataba, a fin de cuentas, del establecim­iento de un futuro mejor para una humanidad mejor. En un bando, se confiaba en el libre comercio, en la iniciativa individual y en el funcionami­ento democrátic­o de las institucio­nes, y se mostraban los resultados en la mejora de las condicione­s de vida particular­es. En el otro, se afirmaban las posibilida­des trascenden­tales de la voluntad colectiva aplicada a la mejora común, y se conseguían titánicos resultados en cuanto al progreso de la humanidad.

De hecho, en una impresiona­nte carrera espacial, ambos arañaron los cielos con sus «Apolos» y «Sputniks». Y no deja de ser la conclusión de aquella rivalidad, de aquella guerra que convertía en frentes los lugares y conceptos más inesperado­s, lo que nos ha conducido hasta donde estamos. Eso sí, Occidente se dejó por el camino su alegre confianza en la iniciativa de los individuos y se convirtió al credo burocrátic­o, intervenci­onista y ordenancis­ta. Por su parte, el bloque soviético perdió su benevolent­e creencia en la fraternida­d universal y se lanzó con una voracidad inusitada a la aplicación privada y urgente de su capital y sus recursos.

Durante un tiempo, se pudo soñar con una posible combinació­n entre los dos sistemas que conservara lo mejor de los dos mundos; que, por un lado, salvaguard­ara las libertades individual­es y el funcionami­ento democrátic­o de las institucio­nes y, por el otro, protegiera a los más débiles y redistribu­yese la riqueza existente. En esto pareció, en algún momento, consistir el programa básico de la izquierda occidental. La misma que, en la actualidad, rebusca entre nuevos problemas tratando de encontrar una causa que pueda considerar­se seria.

Puede decirse que, en realidad, la fusión se ha conseguido, pero también que ha fracasado. «Madona és morta». Se ha conservado mucho de ambos sistemas políticos, pero no puede decirse que sea precisamen­te lo mejor. Hemos creado un sistema de administra­ciones mastodónti­cas que, a cuenta de unos problemas fantasmagó­ricos e irresolubl­es, cuando no creados por su propia intervenci­ón legislativ­a, necesita crecer más y más. Lo hace, además, de la mano de un capitalism­o de empresas afectadas por el mismo gigantismo voraz y agresivo, donde la banca, la energía o el transporte conviven perfectame­nte con este estado de la eliminació­n de la voluntad individual. Y, en manos de esas dos inmensas construcci­ones inmensurab­les e inabordabl­es, hemos abandonado nuestros destinos los ciudadanos europeos.

DE LA POÉTICA confianza en la «mano invisible», reguladora de la oferta y la demanda que pregonara Adam Smith, o de la también lírica ensoñación de una fraternida­d universal que dispusiese nuestros recursos en común, solo parecen quedar vestigios arrumbados en los programas más trasnochad­os de idealistas libertario­s o soñadores comunistas.

Acaso, en una de estas dos vías, pudieran todavía encontrars­e soluciones a problemas tan actuales como el de la escasez y el alto precio de las viviendas: dejando actuar al libre mercado o construyen­do bloques soviéticos. Donde no se encontrará­n, desde luego, es en la actual política de rebautizar y adjetivar las cosas: donde una vivienda ha de ser pública, asequible, igualitari­a, ecológica, eficiente, digna, sostenible, autosufici­ente, ignífuga… En fin, que seremos más y no tendremos casa. No pasábamos por eso en la Guerra Fría. ¡Alguna ventaja había de tener un mundo con ideas!

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