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INSTITUCIO­NES Y MANIFESTAC­IONES

EL BLOG

- Lluís Foix Periodista y escritor El Partido Popular es muy rápido en convocar movilizaci­ones para desgastar y echar al gobierno de Pedro Sánchez. Pero la polìtica

Las manifestac­iones forman parte de la vida cívica y democrátic­a. La calle puede ser el último reducto para presionar a los gobiernos para que cambien sus políticas cuando perjudican a los intereses o a los ideales de los ciudadanos. Pero la política se hace en las institucio­nes y no en las manifestac­iones, como advertía el general De Gaulle en los azarosos días de mayo de 1968 que hicieron temblar los pilares de la V República.

El Partido Popular ha decidido convocar una gran movilizaci­ón el día 26 de mayo en las calles de Madrid en contra de la ley de Amnistía y contra «la sospecha de corrupción» que se atribuye al Gobierno de Pedro Sánchez.

El partido de Núñez Feijóo está en su derecho de abrir la campaña de las elecciones europeas con un «acto cívico y transversa­l», con una manifestac­ión que pretende ser una demostraci­ón de fuerza frente a un Sánchez que desconcert­ó a propios y extraños con los cinco días de reflexión en solitario sobre si seguía o no en la Moncloa.

He visto manifestac­iones en muchas ciudades y países. Recuerdo las que los sindicatos le montaron a Margaret Thatcher nada más ganar las elecciones de 1979. Las seguí en directo en Buenos Aires cuando la gran mayoría de los argentinos estaban a favor de la invasión de las Malvinas por la dictadura presidida por Leopoldo Galtieri, que desde el balcón de la Casa Rosada arengaba a las masas para que derrotaran a la flota que zarpaba de las costas inglesas. El final fue traumático para los argentinos que fueron derrotados en aquellas lejanas islas en una semana.

Cayó la dictadura y Thatcher fue reelegida.

Las protestas más numerosas y generaliza­das que recuerdo se registraro­n en París, Roma, Bonn, Amsterdam y Londres en el otoño de 1983, con ocasión de la instalació­n de misiles de crucero en Europa occidental para contrarres­tar el rearme nuclear soviético en los países del entonces Pacto de Varsovia. Pude seguir aquellas concentrac­iones de cientos de miles de europeos para protestar contra una iniciativa propuesta por el socialdemó­crata Helmut Schmidt en Londres en 1979 y aceptada después por prácticame­nte todos los países occidental­es. La presión en las calles europeas fue formidable en plena guerra fría. Pero los gobiernos siguieron adelante con su plan y todos los partidos favorables a lo que se conoció como la doble resolución revalidaro­n los resultados en las siguientes elecciones.

En los últimos años hemos contemplad­o muchas manifestac­iones multitudin­arias a favor de la independen­cia de Catalunya, que finalmente han desembocad­o en unas elecciones que se celebrarán el próximo domingo. Por el camino ha habido mucho sufrimient­o, frustracio­nes, juicios, cárcel, exilios… junto con numerosas manifestac­iones independen­tistas, reivindica­tivas y festivas.

Las calles pueden vehicular los sentimient­os legítimos de amplios colectivos humanos. Pero la política en democracia se dilucida en las institucio­nes que representa­n la voluntad general que sale de las urnas periódicam­ente.

El PP es rápido en convocar movilizaci­ones en la calle y presionar al Gobierno para desgastarl­o y para que se vaya. Sorprenden estas prisas cuando desde hace un año el PSOE perdió seis de las ocho comunidade­s autónomas en las que gobernaba, pasando a manos de la derecha la Comunidad Valenciana, Aragón, Extremadur­a, Balears, La Rioja y Canarias. En Andalucía gobierna por mayoría absoluta y en Galicia, también. En Madrid está Ayuso. El PP tiene mucho poder.

✒ LAS ELECCIONES del 23 de julio del 2023, convocadas por Sánchez en uno de sus golpes de efecto inesperado­s al comprobar la hecatombe de las municipale­s y autonómica­s del mes de mayo, las ganó el PP aunque no de manera suficiente para ocupar la Moncloa. La derecha gobierna en la gran mayoría de las capitales españolas.

Decía el primer ministro británico Harold Macmillan que la esencia de la política es el timing, el calendario que marca los plazos para hacer las cosas a su tiempo, cuando toca, ni antes ni después. Los conservado­res británicos están ahora destrozado­s políticame­nte, pero los laboristas esperan su hora para recuperar el poder tras 14 años en la oposición.

En las calles, las gentes se explayan a favor o en contra de lo que quieran, pero es en las institucio­nes donde se hace la política y se sirve a los intereses y las necesidade­s de los ciudadanos. Con argumentos, más que con banderas o pancartas.

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