¿TE ESTÁS QUEDANDO SOLO?
SI TODAVÍA NO HAS CUMPLIDO LOS 25, DEBES SABER QUE ESTÁS DISFRUTANDO DE LA ÉPOCA DORADA DE TUS RELACIONES SOCIALES. SEGÚN UN ESTUDIO DE LA UNIVERSIDAD DE AALTO (FINLANDIA), A PARTIR DEL CUARTO DE SIGLO TU CÍRCULO DE AMISTADES EMPIEZA A HACERSE CADA VEZ
Hará unos diez años que mis cuatro mejores amigos y yo nos pegamos una escapada de lo más aventurera. Alquilamos una autocaravana con la idea de perdernos un fin de semana por los Picos de Europa. A pesar de que no nos quedaba demasiado lejos (todos éramos de una ciudad cercana) lo vivimos como si nos estuviéramos preparando para ir de senderismo a Nepal. Sí, un poco exagerados éramos, pero el hecho de plantarnos en medio de la naturaleza y enfrentarnos a los elementos nosotros cinco solos nos hacía sentir como un grupo de intrépidos exploradores.
Fueron 48 horas muy intensas. No pasábamos tanto tiempo juntos desde nuestra época universitaria. Ocurrió de todo: pinchamos una rueda, se nos metió una serpiente en la autocaravana (que logré sacar sin ayuda de nadie) y uno de mis colegas se hizo un esguince. Por si esto fuera poco, habíamos hecho la compra más absurda del mundo ¿De verdad que pensábamos alimentarnos a base de cerveza, patatas en forma de fantasmitas y cacahuetes? Pues sí, doy fe, se puede (aunque no lo recomiendo). Lo que más recuerdo de ese viaje son las conversaciones que tuvimos. Al principio giraban en torno a meternos los unos con los otros para echarnos unas risas pero, a medida que avanzaba el fin de semana, empezamos a hablar de las cosas que realmente nos preocupaban. Fue liberador. Estuvimos charlando durante horas y nos dimos cuenta de que no estábamos disfrutando de las vidas con las que habíamos soñado en la universidad. En mi caso, tras
estudiar periodismo, mi idea era instalarme en Madrid y trabajar para un medio nacional, pero al final no me atreví a dar el paso y me acomodé en la radio local de mi ciudad. Ese fin de semana supuso un antes y un después en mi carrera. Mis colegas me animaron para que luchara por mis verdaderas metas profesionales y, tras meditarlo en profundidad, decidí hacer las maletas y mudarme a Madrid. A los pocos meses me di cuenta de lo mucho que echaba de menos esas conversaciones. Me había instalado en la capital y, tras dos meses desesperado buscando trabajo, finalmente conseguí un puesto en la redacción de un periódico importante. Mi vida había dado un giro de 180º. Pasé de estar en mi ciudad rodeado de mi familia y amigos a vivir en una ciudad rodeado de extraños. Tampoco tenía pareja y sólo me relacionaba con la gente del trabajo. Por primera vez en mi vida, me sentía realmente solo.
De hecho, me sentía tan solo que incluso añoraba las conversaciones con el quiosquero de mi antiguo barrio. Lo cierto es que deposité mis mayores expectativas en mi nueva vida en Madrid. Siempre había escuchado la típica his- toria de quienes abandonaban su pueblo y se plantaban en la capital con una mano delante, otra detrás y una maleta cargada de ilusiones. Ese relato se lo había escuchado a muchos artistas a lo largo de los años. Todos tenían éxito y, en consecuencia, una vida social más ajetreada que la de Mario Vaquerizo (a quien, por cierto, me crucé más de una vez por la Gran Vía). Pero, ¿dónde estaba ese grupo de colegas excéntricos y divertidísimos que yo me había imaginado?
MÁS SOLO QUE LA UNA
Recuerdo que los domingos salía a explorar la ciudad, quizá buscando algo que me hiciera sentir como en casa. Empezaba el día haciendo algo de deporte por el Retiro y hacia el mediodía me perdía entre la muchedumbre del Rastro. Lo cierto es que, a pesar de estar rodeado de cientos de personas, me sentía muy solo. Lo que llevaba peor era ver los bares y restaurantes llenos hasta la bandera y ni siquiera contar con un colega con quien poder tomar unas cañas.
Aunque la soledad genera en quien la padece una sensación parecida a la depresión, realmente no tienen nada que ver. Una investigación de la Universidad de California (Estados Unidos) observó que gran parte de quienes dicen sentirse solos no presentan ningún cuadro clínico depresivo. En mi caso, no había ninguna patología que hiciera que me sintiera infeliz durante mis primeros meses en Madrid. Lo único que necesitaba era tener amigos. Este problema es más común de lo que uno piensa. En nuestro país, cuatro millones de personas reconocen sentirse solas a menudo, según el estudio La Soledad en España elaborado en 2015 por dos investigadores de ASEP (Análisis Sociológicos, Económicos y Políticos).
Afortunadamente, con el paso del tiempo, mi situación fue mejorando. Acabé saliendo con
En España, cuatro millones de personas reconocen sentirse solas a menudo
alguien de la redacción y, poco a poco, empecé a tener un grupo con el que acabaría quedando los fines de semana. A pesar de que ya estaba bien, mi experiencia hizo que me interesara por el tema de la soledad. Empecé a leer libros como La ciudad solitaria de Olivia Laing o Tribu de Sebastian Junger, y puede constatar que en las ciudades más grandes y bulliciosas del mundo había personas que se sentían tan solas como yo me había sentido. También me di cuenta de algo que hasta ahora no había advertido: si bien es cierto que la soledad no tiene género, también es una realidad que para los hombres es más difícil expresar nuestras emociones y crear conexiones profundas. Para los tíos es más fácil hablar de fútbol o política que admitir que últimamente no tenemos ganas de sexo o que nos sentimos poco valorados en el trabajo. La psicóloga Almudena Sánchez afirma que el origen de este comportamiento es cultural. Los hombres crecemos con la percepción de que mostrar las emociones es signo de debilidad y eso hace que sea más complicado establecer relaciones profundas. “Eso no quiere decir que los hombres no consigan tener amigos íntimos, sino que necesitan más tiempo para lograr que una amistad se pueda considerar profunda”, comenta Sánchez.
COSAS DE HOMBRES
Las amistades entre personas del mismo sexo funcionan de manera muy distinta dependiendo si se es hombre o mujer. Un grupo de investigadores de la Universidad de Oxford (Reino Unido) ha indagado en el tema y ha observado que los hombres establecemos mejores vínculos si tenemos una relación que se base en el cara a cara. Por su parte, las mujeres son más capaces de mantener una buena conexión emocional a través de conversaciones telefónicas, por ejemplo. Robin Dunbar, director del estudio, explica que lo que contribuye a mantener las amistades masculinas es hacer cosas juntos como quedar para tomar algo o practicar deporte. “Las amistades masculinas requieren más esfuerzo. La supervivencia de una relación entre mujeres depende de si hablan por teléfono o no”, señala Dunbar. Pero las diferencias no acaban aquí; una investigación publicada en Plos One revela que mientras que las amistades entre hombres acostumbran a forjarse realizando actividades en grupo, las de las mujeres se basan en las interacciones individuales.
De haber tenido toda esta información cuando llegué a Madrid, las cosas hubieran sido más sencillas. Ahora que la tengo, lo que me importa es cuidar tanto a las amistades que dejé en mi ciudad natal como afianzar todas las nuevas amistades que he hecho en Madrid. Para lograrlo, intento organizar planes al menos una vez al mes. Y ojo, es complicado. Esto se debe a que, a medida que nos acercamos a la barrera de los 40, vamos teniendo más responsabilidades familiares y laborales. El resultado es que al final queda muy poco tiempo para uno mismo. Sánchez advierte que es imprescindible que inviertas algunas horas a la semana en ti. “Tienes que convertirlo en una obligación. Si encuentras momentos para ducharte, comer o hacer la compra, también debes encontrarlos para disfrutar de tu tiempo de ocio”, recomienda. Eso sí: intenta potenciar las aficiones que te ayuden a relacionarte y exponte a situaciones que faciliten que hagas amigos. Siempre será mejor que te apuntes a un equipo de fútbol a que te quedes en casa leyendo un libro (a menos que te apuntes a un club de lectura, claro).
Un estudio publicado en Journal of Social and Personal Relationships concluía que era necesario pasar un mínimo de 90 horas antes
Conforme nos acercamos a los 40 es más difícil crear nuevas amistades
de considerar a alguien como un amigo de verdad. Para que fuera íntimo, se necesitaban algo más de 200 horas. Pero la amistad no se puede medir tan sólo en parámetros cuantitativos, también es necesario que ese tiempo sea de calidad. Una buena relación necesita esos momentos en los que quedas para un café por la tarde y acabáis saliendo a cenar.
¿MÁS UNIDOS?
Quizá creas que por el hecho de pasarte el día en Instagram y recibir un montón de likes ya tienes muchos amigos. No te engañes. En ningún caso puedes comparar tu vida virtual con tu vida real. Las redes sociales, lejos de unir, han aislado más a quienes abusan de ellas. La prueba son los resultados que se desprenden de un estudio publicado por American Journal of Preventive Medicine. Esta investigación constató que quienes pasaban más de dos horas diarias enganchados a las redes sociales duplicaban sus posibilidades de sentirse aislados. Aunque los vínculos digitales puedan parecer reales, muchos de ellos son débiles, superfluos y una mera imitación virtual del contacto humano. “Puedes tener muchas amistades en Internet, pero si no estás bien y necesitas un abrazo, no te lo va a dar la Red”, comenta Sánchez. “Es importante contar con una persona física que te apoye y te dé unas palmadas en la espalda si las necesitas”.
Precisamente para conseguir encontrar a personas reales a través de Internet se han creado aplicaciones como Meetup, una app que sirve para reunir a individuos de la misma ciudad con intereses similares.
LA NECESIDAD DE CONECTAR
En ocasiones, pienso en aquella escapada a los Picos de Europa que hice con mis colegas hace años. A pesar de que éramos muy amigos, tuvieron que pasar horas hasta que empezamos a hablar de asuntos más personales. La verdad es que creo que gracias a esa conexión con ellos hoy estoy donde estoy. Sin ese fin de semana, todavía seguiría en mi ciudad natal lamentándome del paso que nunca me atreví a dar.
De la época en que experimenté la soledad en primera persona aprendí que hay que trabajar para fomentar las amistades del mismo modo en el que lo hacemos para alcanzar nuestros objetivos profesionales. Día tras día.