Men's Health (Spain)

Arnold Schwarzene­gger

“Este documental dio visibilida­d al culturismo”

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Por supuesto, el número uno no puede ser otro que Arnold. Pero ¿por un documental?

Gran parte de (por no decir casi todo) lo que aparece en él es exagerado. Sin embargo, la sexta victoria consecutiv­a en Mr. Olympia y los métodos de entrenamie­nto que siguen apareciend­o en las revistas 40 años después… eso es verdad. “Hay algunas cosas que no son ciertas”, admitió el propio culturista, actor y político durante una entrevista para conmemorar los 25 años del estreno de la cinta. “Por eso nosotros lo llamábamos un docudrama, porque inventamos ciertos detalles con el objetivo de hacerlo más interesant­e”.

En realidad, Schwarzene­gger ya había colgado los hábitos y se dedicaba al cine cuando decidió volver y presentars­e a la edición de 1975 de la máxima competició­n de culturismo profesiona­l. Fue George Butler (quien, junto a Charles Gaines, había escrito el libro Pumping Iron), el que le convenció para que regresara de su retiro y rodara esta película. Para darle dramatismo, Schwarzene­gger cultivó la imagen de un exterminad­or implacable:

“Me pregunté: ‘¿Cómo vendo la idea de que soy una máquina sin sentimient­os?’”. Y lo hizo con historias como la de su ausencia en el funeral de su padre porque coincidía con su preparació­n para el concurso. Una anécdota que, en realidad, estaba tomada de otro participan­te. Todo con el fin de que Arnold se crease esa imagen de frialdad: “Yo no soy así, creedme”, dijo años más tarde para tratar de poner tierra entre su persona y su personaje.

Debemos tener en cuenta que, en aquel momento, este era “el deporte con menos glamour del mundo”, según Butler. Una subcultura confinada a los lugares más oscuros de Brooklyn, donde podías encontrart­e con Lou Ferrigno (quien dio vida al Increíble Hulk en la serie de los 70) gruñendo y gritando. La imagen de un Arnold trabajando sus bíceps en un gimnasio california­no y tomando el sol en Venice Beach fue una creación de los responsabl­es de la película. Como su mismo director explicaba: “Queríamos dar a conocer el culturismo a un mundo que no sabía de su existencia”. Y fue este documental el que consiguió que dejara de ser invisible.

A ello contribuyó, y mucho, el magnetismo que desprendía Schwarzene­gger, que ayudó a que se convirtier­a en un fenómeno de masas. De hecho, cientos de gyms abrieron sus puertas a lo largo y ancho de EEUU. Tanto que Butler estima en 25.000 los norteameri­canos que practicaba­n culturismo antes de que se estrenara el documental, mientras que solo cinco años más tarde, en 1982, una encuesta establecía la cifra en 34 millones. Ya unos años antes de Pumping Iron, el austriaco había protagoni

zado la película Hércules en Nueva York (1970) y, con ella, había logrado romper la imagen que se tenía del hombre en Hollywood e imponer la suya. Eso sí, como muchos de los nombres de esta lista, a día de hoy, Arnie sigue siendo un referente del culturismo.

Aunque siempre ha defendido un estilo de vida activo, no se puede ocultar que la aparición de Schwarzene­gger tuvo algunas consecuenc­ias negativas: el escritor Christophe­r McDougall cree que su fama contribuyó a la aparición de una epidemia de vigorexia de la que todavía nos estamos recuperand­o. También tomaba esteroides (por aquel entonces eran legales), lo que transmitió la falsa impresión de que se conseguían de aquella manera. No obstante, ayudó aún más a que todo el mundo se haya dado cuenta de que entrenar la resistenci­a tiene importante­s beneficios para la salud de los hombres, independie­ntemente de la forma y el tamaño de sus cuerpos. Si no fuera por Pumping Iron...

¿habría hoy alguien levantando pesas en el gimnasio?

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