Men's Health (Spain)

. . . Y DECIDE HACERSE VOLUNTARIO

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Pronto me di cuenta de que recoger la basura de los demás no era lo mío. Podía HACER el bien, pero, sin lugar a dudas, no me SENTÍA bien. Decidí probar algo un poco más sustancial: un auténtico trabajo de voluntario. En primer lugar, ofrecí mis servicios en unos grandes almacenes de mi zona donde me asignaron la tarea de envolver regalos. El cajero me pasaba la compra, yo la envolvía gratis, y entonces el cliente hacia una donación a la caridad. Fácil, salvo que mis resultados fueron mediocres, pues ni el cajero ni el cliente quedaban satisfecho­s: no se me daba bien. Ser voluntario es sorprenden­temente difícil. No son pocas las organizaci­ones que buscan ayuda: métete en Internet y las encontrará­s a un solo clic. Pero quieren compromiso, y no personas que vayan a limpiar su conciencia. No les vale un alto ejecutivo que lleve a sus hijos a un comedor social para mostrarles lo mal que viven otros.

Decidí abandonar los grandes almacenes y me puse en contacto con una comunidad de jesuitas. Si hay alguna organizaci­ón religiosa que sepa de servicio a los demás, son ellos. Empecé con un voluntario jesuita en Los Ángeles. Aquel hombre vivía (modestamen­te) en una casa con otros cuatro miembros de la comunidad y actuaba como asistente social en un centro de rehabilita­ción y empleo para exconvicto­s o antiguos miembros de bandas. En aquel grupo había tanto hombres como mujeres. Su voluntaria­do era realmente complicado, porque ayudaba a personas a las que nadie quiere. Pero hablar con él me dio una nueva e interesant­e perspectiv­a: “La gente cree que el servicio a los demás y el voluntaria­do deben sumar cero en tu cuenta de ganancias, que debes dar todo sin obtener nada a cambio”, me dijo. “Pero no es así, en todo caso debe ser una experienci­a gratifican­te y alegre”.

Me dijo que no debía suponer una carga: “Y si no lo haces bien es lo que parece”, me explicó. Me recordó que la capacidad para ser voluntario es un privilegio: no todo el mundo es capaz de sacar tiempo de su trabajo o de sus estudios para hacerlo. Y, desde luego, no a todo el mundo le hacen un encargo periodísti­co como el que me habían hecho a mí. Lo crucial es lo que hacemos con ese privilegio.

Para mi amigo “la pregunta más importante es: ‘¿Qué he hecho por aquellos que NO SON yo?’”. Existen muchos modos de hacer de este mundo un lugar mejor, afirmó. Algunos de ellos conllevan servicio a desconocid­os o generosida­d caritativa, pero otros, no. Si pasas tiempo con tu familia y te dedicas de verdad a tu vida familiar, esa puede ser una causa noble. No tienes por qué dar cada día a todas horas. Sus sabias palabras me inspiraron para embarcarme en un tipo de voluntaria­do distinto, algo con lo que pudiera compromete­rme sin que me pareciera una carga. En ese momento se cruzó una idea por mi cabeza que me resultaba interesant­e. Volví al colegio.

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