Dani Molina: el mejor paratriatleta del mundo pone su mirada en Tokio 2020.
Dani Molina es el mejor paratriatleta del mundo en su categoría. Un día perdió la pierna por debajo de la rodilla. Hoy utiliza prótesis distintas, que tiene que cambiar en tiempo récord, para montar en bici y correr. Su próximo reto son las Olimpiadas de
“TUVE QUE APRENDER A ANDAR DESDE CERO Y ACOSTUMBRARME A LLEVAR LA PRÓTESIS”
ENTRE ESTAR EN EL CIELO con dos piernas o estar en la Tierra con una, prefiero la segunda opción”.
Esto pensó Dani Molina cuando con 22 años sufrió un accidente de moto en el que casi perdió la vida y le dejó sin pierna derecha por debajo de la rodilla. Era el año 1997 y lejos de regodearse en su desgracia, el actual bicampeón del mundo de triatlón en distancia sprint (750 m natación, 20 km ciclismo, 5 de carrera) en categoría PS3, aceptó con madurez su nueva condición: “Cuando mi familia me contó que el cirujano se sorprendía de que no me hubiera desangrado, solo pude agradecer estar vivo”.
Un año después y tras 14 operaciones para dejar en las mejores condiciones su “pierna mala”, Dani Molina dio su primer paso… “Tuve que aprender a andar desde cero y acostumbrarme a llevar la prótesis, pero el apoyo de mis seres queridos me ayudó muchísimo”.
Lo más sorprendente de todo es que los años previos a que Molina sufriera el accidente casi no hacía deporte: “Desde pequeño he practicado natación y me gustaban diferentes disciplinas, pero monté un bar con mi hermano y ya no tenía tiempo de hacer nada, salvo algún partido de fútbol con los amigos. Aquella fue una época en la que me sentía inseguro y algo perdido”.
Entonces, ¿cómo puede ser que un joven que desde hacía años no practicaba ejercicio habitualmente, sufra un accidente en el que pierde una pierna y se convierta en bicampeón del mundo de triatlón y aspirante a medalla olímpica en Tokio 2020? No es sencillo, pero sí fue una evolución natural.
El gran maratoniano Abel Antón dijo que “para ser un deportista de élite, además de llevarlo en los genes, la persona tiene que descubrir ese don”. Y Dani Molina fue consciente de su potencial tras su grave accidente. ¿Qué sucedió? “El accidente, sí, me cambió la vida, pero no a peor. Me acostumbré a llevar una prótesis y lo integré como parte de mi rutina”. La inactividad hizo que Dani llegara a pesar 100 kg, pero un día (¿casualidad?) se encontró a su antigua profesora de natación y le animó a que volviera a la piscina, como cuando era niño.
Fue entonces cuando se metió de lleno en los entrenamientos y llegó a ser campeón de España de 200 y 100 m espalda compitiendo con personas sin discapacidad. Al conseguir una beca ADO, entrenó duro para obtener plaza para los Juegos Paralímpicos de Atenas 2004, pero se dio un respiro y comenzó con otros deportes: “En 2011, ya con 32 años, me propuse terminar un triatlón, así que me hice una prótesis para la bici y después otra para correr. Al principio no corría ni 200 metros, pero fui perseverante y quedé tercero en el triatlón Copa del Mundo de Madrid. Entonces me entregué de lleno y en ocho meses me preparé el Mundial y quedé subcampeón. Fue entonces cuando me dije: ‘Pues parece ser que esto es lo mío’”.
Después de aquello tuvo grandes resultados en los mundiales, dos veces quinto, dos veces tercero…, “y empecé a vivir un sueño el de ser campeón del mundo”.
Para lograrlo, el madrileño, dejó su trabajo de arquitecto técnico y cambió de entrenador en 2016. A raíz de aquí, su preparación dio un giro de 180º: “Dani Rodríguez me cambió la forma de correr, de montar en bici y de nadar. En piscina era muy técnico y lo cambié por una brazada más intensa y con más frecuencia. En carrera empecé de cero. Antes solo utilizaba la prótesis para apoyarme, pero el entrenador me dijo que tenía que aprovechar al máximo todo lo que tuviera y “si tenía media pierna, había que hacer más presión en la rodilla para impulsarme más”. Este cambio de técnica no fue gratuito y Molina tuvo una rotura de la tibia por estrés, lo que le obligó a parar de correr: “A pesar de no estar al cien por cien por la lesión, quedé tercero en el mundial, dos puestos por encima del año anterior”.
2017 y 2018 han sido sus dos años de afirmación: constató con resultados que todo su esfuerzo había merecido la pena y que no se equivocó en su decisión de dejar su profesión y apostar por el triatlón, aún habiéndosele retirado la beca ADO y quedar sin ingresos, salvo los patrocinios de algunas firmas que han apostado por él: “En los dos últimos años, desde el 17 de mayo de 2017, he ganado todas las competiciones. Eso es una gran motivación. No sé cuántos deportistas han subido a lo alto del podio en campeonatos de España, europeos y mundiales de triatlón en distancia sprint, y duatlón dos años consecutivos”, se pregunta nuestro héroe, aunque la respuesta es evidente.
CON LA MIRADA EN TOKIO
El primer objetivo de Dani, que era ganar el Mundial, está ya más que conseguido, y, además, por partida doble. Ahora toca enfrentar un nuevo reto. ¿Qué le queda por conseguir al triatleta? “Parece que si no has ido a los juegos olímpicos no eres nadie. Son muy importantes porque te dan visibilidad y eres más conocido a nivel internacional, pero tampoco hay que convertirlo en el único objetivo. Dani Molina ya estuvo en los Juegos Olímpicos de Atenas, pero sufrió un varapalo enorme cuando su categoría –PS3, discapacitados del tren inferior– fue retirada de los Juegos Paralímpicos de Río 2016: “Después de tanto entrenamiento para estar ahí, fue un bajón emocional para mí”.
“PARECE QUE SI NO VAS A LOS JUEGOS OLÍMPICOS NO ERES NADIE. SON IMPORTANTES PORQUE TE DAN VISIBILIDAD A NIVEL INTERNACIONAL, PERO TAMPOCO HAY QUE CONVERTIRLOS EN EL ÚNICO OBJETIVO”
A veces, el destino nos va marcando el camino a seguir. Es el que pone piedras en la senda, para ver la capacidad de reacción del ser humano, o quien las quita, a modo de recompensa por el esfuerzo adicional. Para ganar plaza en los juegos de Tokio, Molina lo tiene difícil o, mejor dicho, “muy difícil”, como según apunta él mismo. Pero como recompensa tiene una gran oportunidad para resarcirse de Río 2016. Para Tokio han unificado tres categorías PT2, PT3 y PT4 –triatletas con discapacidad física o parálisis cerebral clasificados en función de su capacidad funcional, desde los más afectados (PT2) a los más leves (PT4)–. “Yo estaré en desventaja con respecto a los de PT4 [discapacidad de brazo], pues el triatlón es un deporte de piernas y es ahí donde yo estoy en desventaja”. Aun así, solo hay diez plazas en total para todos los países, y de España como máximo pueden ir dos personas. “Tengo un año, desde el 28 de junio, para puntuar el máximo posible en las grandes competiciones”. Las más valoradas son el campeonato del mundo, las series mundiales y el europeo: “Una vez acabado el periodo de tiempo, las tres competiciones en las que más puntos tenga son las que suman”.
UNA PREPARACIÓN FÉRREA En los últimos años, el paratriatleta no ha tenido que usar la calculadora porque siempre ha quedado por encima de cualquier deportista de su categoría, pero al juntarse tres grupos y a nivel mundial, la cosa cambia: “Me estoy poniendo las pilas, al igual que los más de 160 aspirantes. Solo hay 10 plazas y yo quiero una. Además, tendré que batirme con jóvenes de poco más de 20 años, y su capacidad de recuperación es mucho mayor que la mía, que ya tengo 44, aunque mi fuerte es que tengo la cabeza mejor preparada”.
La disciplina forma parte de su vida. Entrena toda la semana con dos y tres sesiones al día. Bici, natación, carrera, fuerza… van sucediéndose a lo largo de las horas. Los viernes es su día de descanso, en el que ‘solo’ hace natación y gimnasio. También tiene que hacer ejercicio específico para limar segundos o no perder demasiados con respectos a sus competidores: “A mí me falta una pierna, y eso me condiciona en las transiciones. Yo nado sin prótesis, pero al salir del agua tengo que ponerme la de correr, llegar al box donde está la bici, ponerme la prótesis de la bici y salir pedaleando. Eso me hace perder tiempo con respecto a atletas de mi grupo, que no tienen que ponerse ni quitarse nada”.
Eso también se entrena, y ya ha mejorado: “Solo tardo 45 segundos en hacer esos cambios respecto al triatleta más rápido, que puede destinar 30 segundos a una transición”. Otro aspecto que tiene que
“SIEMPRE DOY LO MEJOR DE MÍ, YA SEA UN MUNDIAL O UNA COMPETICIÓN MENOR. EL DEPORTE ES MI FORMA DE ENTENDER LA VIDA”
pulir es el equilibrio: “Tengo un 35% de movilidad en la rodilla y hago mucho trabajo de gimnasio para ganar movilidad y poder correr bien equilibrado. En carrera he mejorado muchísimo, casi dos minutos en 5.000 metros”.
Le espera un calendario muy apretado. Su primera cita es desde el 27 de abril al 4 de mayo en Pontevedra, donde se celebra el Mundial multideporte. Después irá a las series mundiales de Montreal (Canadá); en junio, al campeonato del mundo de Lausana (Suiza). En septiembre, a la copa del mundo en Banyoles, al europeo en Valencia… Entre medias participará en el medio Ironman de Mallorca y en el acuatlón que lleva su nombre, en Guadalajara, su ciudad de residencia. Con esta última prueba (que se desarrolla en mayo), Dani obtiene la mayor fuente de financiación para pagarse los viajes que le llevarán a su gran objetivo, los juegos olímpicos: “Vivir del paratriatlón es casi imposible. Ser campeón del mundo me reporta cero ingresos. El baremo del esfuerzo que yo realizo con respecto a otro triatleta sin discapacidad no es valorado, pero mi motivación es suficiente motor para que luche por estar en lo más alto. Mi mujer me apoya al cien por cien y es en ella, en mi hijo y en mi familia en quienes pienso cuando se me hace cuesta arriba”. La especialidad sprint supone dar el cien por cien desde que comienza la prueba hasta que se cruza la línea de meta. Aquí no hay margen de error, porque la pérdida de un segundo se paga cara. Por este motivo, Molina asegura que cuando compite sufre, pero que su vida es el deporte: “Me gusta hacer las cosas bien. Siempre doy lo mejor de mí, ya sea en un mundial o en una competición menor. El deporte es mi forma de entender la vida, y dedicarme a ello es lo mejor que me ha podido pasar”.