El tipo más fuerte del ejército americano
El mayor Carpaccio Owens entrena altruistamente a civiles. Asistimos a sus workouts.
HA OBTENIDO LA MAYOR PUNTUACIÓN EN LAS PRUEBAS FÍSICAS DE LAS FUERZAS ARMADAS. LUCHA CONTRA UNA ENFERMEDAD RENAL CRÓNICA, ENTRENA A CIVILES ALTRUISTAMENTE Y SU FUERZA INTERIOR RIVALIZA CON SU POTENTE EXTERIOR. ¿CÓMO ES DE DURO EN REALIDAD EL MAYOR CARPACCIO OWENS?
AÚN NO SON LAS 4 DE LA MAÑANA EN FAYETTEVILLE (CAROLINA DEL NORTE) CUANDO EL MAYOR CARPACCIO OWENS PISA EL FRENO DE SU TOYOTA COROLLA COLOR MANDARINA EN EL APARCAMIENTO VACÍO DE UN CENTRO COMERCIAL. CON UNA BOLSA DE LONA AL HOMBRO Y UN BALÓN MEDICINAL DE 4,5 KG BAJO EL BRAZO, OWENS (‘PACE’ PARA LOS AMIGOS) LLEGA, CON LARGAS ZANCADAS, HASTA LA PUERTA CERRADA CON LLAVE DE UN GIMNASIO DE LA CADENA TRUFIT.
A sus 46 años permanece allí, imponente, con su esculpido cuerpo de más de 1,90 metros de altura y 95 kilos de peso bajo una camiseta color gris carbón y una sudadera negra con capucha. Entonces me cuenta toda una historia sobre sus días jugando en un equipo de fútbol semiprofesional antes de alistarse en el ejército hace 19 años. Cuando llega a la parte más ‘graciosa’ de la historia (cómo descubrió que su negocio estaba en quiebra y cuando lo desalojaron de una vivienda corporativa porque el fundador de su equipo fue pillado malversando fondos) sus carcajadas acabaron con el silencio del lugar. “Tras esto, pensé: ‘Vale, tengo que juntar los pedazos de mi vida’”, confiesa Owens. Justo al terminar su historia, un encargado del centro abre la puerta.
Una vez dentro de ese gimnasio casi desierto, Owens entra en acción. Comienza a caminar por la sala y a recoger mancuernas y discos de pesas, y los dispersa por la pista verde que rodea todos los equipos de entrenamiento. Mientras reconfigura el espacio a su gusto, va entrando más gente hasta que en total llega a haber unos veinte. Su edad, sexo, cuerpo y trayectoria son bien distintos. Por un lado, está Jayson Leach, doctor en educación, 41 años y director de un colegio. Lleva más de nueve años entrenando con Owens. Tampoco falta a su cita Tanisha Melvin, una madre de tres niños que ha visto cómo, a los 39 años, su fuerza y su resistencia han aumentado bajo la tutela de Owens. Allí estaba también Dennis Shurin, exmilitar jubilado de 71 años que lleva una órtesis en cada pierna para tratar su artrosis, pero que camina una hora diaria en la cinta antes de entrenar con los Morning Crew. Ninguno de ellos tiene pinta de estar apuntado a un gimnasio con Owens.
Ahora que todas las luces están encendidas y que él se ha quitado la sudadera, sí que parece un auténtico soldado americano. Cada día laborable los Morning Crew se dan cita allí a esa hora intempestiva para dar muestra de su entrenamiento funcional inspirado en el ejército. “En lo que tiene que ver con la fuerza, se trata realmente de construir a la persona desde dentro para conseguir dominar lo de fuera”, apunta Owens: “La mayoría de lo que se observa en el físico comienza en la mente”.
Durante los siguientes 50 minutos, Owens empuja a estas personas a realizar un duro circuito para potenciar la fuerza y la resistencia. Hoy es un día tranquilo (por fin llegó el ansiado viernes), pero uno no lo adivinaría por las maldiciones y el sudor que flota en el ambiente. Solo Owens parece relajado. Anima con delicadeza a unas personas y termina las series con otras, todo con el fin de que cada uno realice un pequeño esfuerzo extra. “Es algo muy aleccionador: descubres en los demás el potencial que ellos no logran ver”.
Y antes de dar por sentado que esta hora de entreno personalizado con Owens debe de costar un ojo de la cara, lee bien: las sesiones son gratuitas. De hecho, este experimento de fuerza empezó hace ya ocho años, cuando Owens intentaba meter a presión una sesión de entrenamiento antes de iniciar su día repleto de clases de
salud pública dirigidas a graduados en la East Carolina University y de su trabajo en Fort Bragg, donde es paracaidista de la 82.ª División Aerotransportada del Ejército de EEUU. Para él un día normal en la base podría consistir en cualquier cosa, desde entrenar a los reclutas hasta supervisar la seguridad en los campos de tiro militar.
Para los madrugadores de TruFit, sus entrenos eran todo un espectáculo que los dejaba con la boca abierta, hasta que un chico se le acercó y le preguntó: “Hey, amigo, ¿estás entrenándote para algo en concreto?”. Cuando Owens le contestó que no, el joven le preguntó si podía unirse a él. Y con él se quedó. Enseguida pasaron a ser cuatro, luego veinte… hasta convertirse en este grupito con la lengua fuera que trata de seguirle el ritmo.
No ha sido hasta hace muy poco cuando los Morning Crew descubrieron una sorprendente verdad sobre Owens: que este claro ejemplo de vitalidad se encuentra en el tercero de los cinco estadios de una nefropatía crónica. Tiene una insuficiencia renal de un 50% y su salud a largo plazo peligra. Se enteraron de ello, y no porque él se lo dijera (ese no es su estilo). Lo leyeron en las noticias publicadas en páginas web y redes sociales, que se hacían eco de que el mayor Carpaccio Owens había conseguido algo prácticamente imposible incluso para los soldados más fuertes de las fuerzas militares: una puntuación sublime en las pruebas físicas del ejército.
LOS PROBLEMAS DE OWENS empezaron en el año 2007, cuando recibió una serie de vacunas antirrábicas antes de su segundo despliegue en Irak. Comenzó a notarse la cara hinchada y a sentir un cansancio constante. Una mañana, mientras estaba en la ducha, ya tras el despliegue, observó que tenía las piernas muy inflamadas. En ese mismo momento fue llevado en ambulancia hasta Kuwait. Ingresó con fracaso renal y casi 12 litros de agua extra que se acercaban a sus pulmones. Tras una intensa ronda de diuréticos, fue trasladado en avión hasta Alemania y desde allí de regreso a casa.
Transcurridas varias semanas, Owens ya se había recuperado lo suficiente como para competir en un torneo patrocinado por el ejército. Pero en aquel momento sus constantes vitales volvieron a venirse abajo. Lo derivaron al Walter Reed Army Medical Center y allí le diagnosticaron una glomeruloesclerosis focal y segmentaria, una especie de cicatriz en los riñones que causa una enfermedad renal crónica que es progresiva e incurable. Le negaron un seguro de vida a término adicional debido a su enfermedad previa. Todo aquello fue algo desolador para este padre de dos niñas divorciado y casado de nuevo.
“Como atleta, si me lesionaba los isquiotibiales o me rompía un hueso era como, bueno, no pasa nada, el cuerpo se recompone a sí mismo y ya me recuperaré”, reconoce. Tardó tres días en asimilar el empeoramiento de su salud. “Me resultó machacante acabar comprendiendo que mi cuerpo ya no iba a curarse y que esa sería mi nueva normalidad. Fue como si me hubieran arrebatado mi identidad”.
Hijo de militar de las fuerzas aéreas y amante del gimnasio desde niño, Owens afirma que siempre se ha definido por su presencia física. Después del diagnóstico, sintió algo que nunca antes había sentido al saltar desde un avión: vulnerabilidad. Cuando les contó la verdad a sus hijas, aún pequeñas, les dijo que papi “tenía los riñones malitos”. Por lo general, Owens no piensa mucho en la muerte. En su línea de trabajo no hay espacio para ello. “Únicamente llegas a darte cuenta de que podrías morir aquí mismo o en un país
que no es el tuyo”, confiesa. “¿De qué me vale machacarme pensando en ello? Prefiero ser un persona positiva y no negativa”.
Lejos de rendirse, Owens optó por atacar a la enfermedad: “No puedo ser un hipócrita y decirle a los demás que tiren para adelante mientras yo arrojo la toalla”, señala. “Al principio te vienes abajo, pero luego tienes que salir del agujero y decirte a ti mismo: ‘Estás dándole vueltas a algo que no puedes controlar. ¿Qué es lo que sí puedes controlar ahora?’”.
Sobre lo que Owens sí tenía control era sobre su dieta y sus entrenamientos. Cuando las proteínas dejaron de aparecer en su orina, señal de un mal funcionamiento renal, inició una dieta keto convencido de que, al ingerir mayores cantidades de grasas y proteínas, sus riñones empezarían a ser más eficientes a la hora de procesarlas.
Como resultado de la dieta, Owens fue capaz de prescindir de un cóctel de medicamentos formado por inhibidores ACE, diuréticos y antiinflamatorios, para pasar a tomar una sola combinación de pastillas. Cree firmemente que su gran forma física lo ha ayudado a reducir la inflamación, la hinchazón y la fatiga producidas por la nefropatía. Si bien su enfermedad está estable, es algo con lo que tendrá que convivir el resto de su vida. Pero el diagnóstico, en vez de hacerle aminorar la marcha, le ha llevado a hacerse aún más fuerte.
Owens enseguida se reenganchó a su frenético ritmo de vida. Se sacó el título oficial de entrenador personal y, mientras metía auténticas palizas a los Morning Crew y los soldados de la 82.ª División, se entrenaba para aprobar las pruebas físicas del ejército de EEUU.
las pruebas físicas para los soldados fueron sencillas: realizar el mayor número posible de abdominales y flexiones de pecho en dos minutos (con un breve descanso entre medias) y un esprint de 3 km. El objetivo era medir la resistencia muscular y el estado cardiovascular. Sin embargo, durante la década pasada, un grupo de expertos del ejército de EEUU se dio cuenta de que las pruebas no eran un indicador del buen estado físico funcional ni del grado de preparación para el combate. Cada vez más soldados presentan problemas de sobrepeso y, cada año, al menos la mitad de todos los militares sufren algún tipo de lesión.
Desde 2013 el Centro del Ejército de EEUU, para la formación militar inicial, está desarrollando nuevas pruebas con la ayuda de expertos en actividad física civil y militar. En otro de 2018 adoptaron un carácter oficial y todas las bases militares cuentan con los equipos para llevarlas a cabo. Estas novedades representan “un cambio cultural”, defiende el coronel Kevin Bigelman, director de salud holística y fitness del centro. Su finalidad no es solo mejorar el rendimiento en el combate, sino también reducir el número de lesiones y el desgaste de las tropas para mejorar la fortaleza y la resistencia mental. Las pruebas se realizan en un tiempo máximo de 90 minutos y están compuestas por seis tipos de ejercicios: pesos muertos, lanzamientos de fuerza de pie, flexiones, carrera lanzada para la resistencia, leg tucks y carrera de 3 km.
La idea consiste en recrear las tareas a las que debe enfrentarse un luchador en el
campo de batalla. La puntuación máxima es 600 y no hay curva en función de sexo ni edad. “Los entrenamientos de alta intensidad requieren un programa dedicado y una atención cíclica a la progresión y a la recuperación a lo largo de todo el año”, explica Whitfield East, doctor en la materia y fisiólogo del centro de investigación. Los soldados en activo han de realizar las pruebas dos veces al año y los resultados determinarán el calendario de su formación.
Tras un mes de entrenamientos, Owens intentó por primera vez la nueva prueba y logró 585 puntos. Volvió a probar tres meses después y “todos los astros se alinearon para mí ese día”, recuerda.
Durante los cinco primeros ejercicios se sentía descansado, y logró la máxima puntuación en la mayoría de ellos. “Necesitaba alcanzar un ritmo de 4 minutos el kilómetro en la última prueba. Por ello, me centré en mis pasos y me relajé”. Terminó los 3 km en 12 min, con lo que se convirtió en uno de los primeros en lograr los 600 puntos, que indican la perfección. “La semana anterior me habían negado un seguro de vida adicional”, relata Owens,“así que sentí un reconocimiento”.
Con todo esto, Owens no se ha dormido en los laureles. Se ha matriculado en la Ranger School y su salud continúa estable, pero aunque ya ha escuchado a los médicos hablar de estents, bypass y diálisis, aun así no quiere adelantar acontecimientos.
El hecho de que obtuviera esa puntuación inmejorable ha supuesto para los Morning Crew una dosis extra de fuerza y energía. Por ejemplo, a Jeffrey Blue, un trabajador de FedEx de 48 años y que ha conseguido bajar su presión arterial, Owens le ha demostrado que se puede mucho más que “simplemente tomar pastillas”.
Al final de cada semana de entrenamiento, Owens concede distintos galardones para avivar su motivación. Este viernes por la mañana Melvin gana una pieza de cristal con forma de corazón, “por su enorme corazón”. Otro trofeo muy codiciado es una réplica del cinturón del campeón mundial de lucha libre profesional, que va para Shurin por lograr hacer bien las cosas. Se lo quedará durante una semana hasta que se anuncie el siguiente ganador. Estos trofeos no son sino un guiño para recordar que, para demostrar nuestra fuerza, no tenemos que conseguir una puntuación perfecta en una prueba física, sino tener fuerza de voluntad y coraje.