TODO EL RATO CONECTADOS
ESTAR EN REDES SOCIALES PUEDE SER EL EQUIVALENTE A LAS HORAS QUE PASABAN NUESTROS ABUELOS EN LA PLAZA MIENTRAS CHARLABAN O VEÍAN A LA GENTE PASAR. COMO DICE PELAYO SANTOS, SENIOR MANAGER DEL DEPARTAMENTO DE MARKETING DE LA AGENCIA NEWLINK, “NUESTRA FORMA DE COMUNICARNOS HA CAMBIADO, Y MUCHO MÁS CON LAS REDES. ESTA EVOLUCIÓN, ACOMPAÑADA DE LAS NUEVAS GENERACIONES, HA SIDO UNO DE LOS CAMBIOS MÁS IMPORTANTES EN LA COMUNICACIÓN SOCIAL”.
Una persona pasa una media de dos horas al día en redes sociales. Con el teléfono en la mano tenemos la posibilidad de comunicarnos de forma inmediata y de llegar a mucha gente. El problema: “La sobreexposición, que nos lleva a su vez a reflexionar sobre dos temas. Uno es el tiempo de uso en el público más joven; y el otro la intimidad”, nos comenta Marta Pellico del Castillo, directora de ICMedia, una federación de asociaciones cuya finalidad es promover iniciativas que favorezcan la calidad de los contenidos de los medios audiovisuales, entre los que se encuentran las redes sociales. “Los millennials y los centennials están acostumbrados a comunicarse a través de las redes. No conciben, en su mayoría, hacerlo de otra manera. Esto les influye en su día a día, por el tiempo que le dedican y que renuncian a hacer otras actividades más saludables”.
Estar todo el rato pendientes de lo que se cuece en ese nuevo ‘patio de recreo’ que tenemos a golpe de clic puede repercutir en un uso disfuncional de las redes sociales. “Es la adicción psicológica a, por ejemplo, Instagram, que es de las que tienden a crear mayor adicción entre sus usuarios”, señala Alejandro Alder. “Si invertimos cada vez más tiempo en el uso de las redes sociales y presentamos un manejo de gestión emocional disfuncional, esta puede tender a incrementar una sintomatología ansiosa depresiva, síntomas que pueden estar encubriendo inseguridades, baja autoestima y vacíos emocionales. Igualmente, en lo que respecta a la forma de comunicarse, en ocasiones, las redes sociales que utilizan hashtags pueden servir para dar a conocer conductas disfuncionales como lo son las autolesiones y los procesos suicidas. Ejemplo de esto fue la difusión a nivel mundial en 2017 del juego del reto de la ballena azul, dirigido al colectivo joven, que establecía 50 tareas para hacer en 50 días, y en que el último reto era que el usuario se suicidara. Fue un fenómeno que se extendió rápidamente y se cobró varias víctimas en todo el mundo”. Según un artículo de la periodista Galina Musalieva (Rusia), más de 130 niños podrían haberse suicidado haciendo este challenge.
Esto quiere decir que, en realidad, el peligro de las redes sociales no está en ellas, sino en los usos que se le den y en las personas que las manejen. “Son unas herramientas maravillosas que nos sirven tanto para comunicarnos, como para aprender, mantenernos informados en páginas de nuestro interés y divertirnos… Pero como toda herramienta, hay que aprender a utilizarlas en nuestro beneficio. De la misma forma que nuestros padres nos enseñaron las reglas básicas de la educación y comportamiento social, los padres de las nuevas generaciones deben enseñar a usar las redes sociales de forma segura para que protejan su privacidad y orientarlos para que hagan un uso responsable… Hay que educar y concienciar en el buen uso y, para ello, la orientación y educación juegan un papel fundamental en la prevención de posibles comportamientos psicológicos que puedan ser dañinos”, añade Pelayo Santos, de Newlink.