ESTÁS ENFADADO, MOLESTO O SIMPLEMENTE ESTRESADO
LOS GRANDES MOMENTOS DE ESTRÉS —furia en un atasco, una pelea con tu pareja…— hacen que tu cuerpo libere sustancias químicas, como la adrenalina y el cortisol, que aumentan el ritmo cardiaco y la presión arterial. Esto es muy bueno para ti cuando haces ejercicio, pero es terrible cuando estás en una reunión.
¿Una de las razones? Tras hacer ejercicio, un montón de mecanismos biológicos de reparación se ponen en marcha para curar cualquier daño causado por el esfuerzo adicional en el corazón. Esto no parece ocurrir después del estrés. La respuesta al estrés también aprieta el corazón a través de la inflamación, un problema que puede constreñir las arterias justo cuando el sistema quiere más sangre rica en oxígeno. Y eso eleva la presión arterial, lo que puede hacer que las placas de las arterias se vuelvan inestables y se rompan, y provocar un ataque al corazón.
El estrés continuado, como un lugar de trabajo agotador o una mala situación económica, también es malo. “Las hormonas equivocadas bañan el corazón”, dice el doctor Clyde Yancy, jefe de cardiología en la Feinberg School of Medicine, en Northwestern University (Illinois, EEUU). Esas hormonas instigan cambios que favorecen el endurecimiento y el estrechamiento de las arterias.
AYUDA A TU CORAZÓN
No es ninguna sorpresa: los cardiólogos hacen hincapié en las tácticas de reducción del estrés (como la meditación, la respiración profunda, el yoga, los paseos y las conversaciones con amigos, familiares o consejeros comprensivos). La clave está en reconocer cuándo aumenta el estrés y hacer algo para romper el ciclo.