Metal Hammer (Connecor)

VINEGAR HILL

- TEXTO: MIGNON ROSE FOTOGRAFÍA: JAVIER BRAGADO

LA RIVIERA - MADRID

Puede ser hace 13 años que vi a Black Label Society por primera vez con mi hermano en la difunta sala Macumba de Madrid. La banda sonora de El Padrino creaba el ambiente para irrumpir en el escenario con una apoteósica Stoned and Drunk, fue una primera impactante impresión de Zakk Wylde en acción que en la vida se me olvidará. Después de tantos años, me reencontré con un Zakk Wylde al que el tiempo le pesa un poquito más, pero que le ha sentado indiscutib­lemente mucho mejor a nivel profesiona­l. Como su gran amigo Ozzy dice, lo que ha conseguido hacer Zakk Wylde con la guitarra a lo largo de todos estos años es una heroicidad. Efectivame­nte, el concierto de Black Label Society del pasado 13 abril fue una absoluta prueba de que es así.

Las ansias de superación, la humildad que siempre ha demostrado frente a su referente Randy Rhoads y su honestidad a la hora de trabajar han hecho ganar al berserker la bendición del público para hacer en cada disco de Black Label Society lo que realmente le salga de las narices, ya sean canciones más demoledora­s, como clásicas, como baladas, o tendencias más folk. A pesar de que, según cuenta, el señor Axl Rose le comentara de buen rollo que qué mercado se iba a ganar con esa música. No se corta ante nada ni nadie, confía en su instinto e incluye elementos nuevos según él intuya que le va bien a la canción. Así, con este nuevo disco que presentó en Madrid en este concierto, titulado Grimmest Hits, deja patente que ninguna cadena ni estereotip­o podrán detenerle, siendo fiel a su música como viene haciendo desde hace tantos años. Conocí a los suecos Monolord durante una de mis incursione­s en Internet para cazar nueva buena música en un periodo en el que estaba loca por el stoner (sigo sin entender qué clase de fenómeno ocurre en Suecia que hasta la tendencia más americana lo hacen bien). Monolord tienden más al doom, pero manejan el condimenta­r con stoner de lujo. Así que cuando vi que iban a ser la avanzadill­a de Zakk Wylde, me hizo muchísima ilusión.

Desde el primer momento demuestran un sonido compacto y profundo. Sus riff densos de tonos graves (muy doom) y distorsion­ados (muy stoner) dieron pie a Where Death Meets the Sea. Monolord demuestra que la fórmula sencilla y directa del trio de guitarra, bajo y batería sigue funcionand­o a las mil maravillas sobre el escenario. De esta forma comenzaron a presentar su último trabajo, Rust (2017), en estas tierras. Del que sonaron temas como Wormland, Forgotten Lands y Rust. Hubo tiempo para recuperar su primer disco, Empress Rising (2014), con Audhumbla para cerrar su actuación con el tema que daba título al disco y dura 13 minutos. Saben cómo suscitarte distintos estados de ánimo, llevándote a ambientes de atmósferas irrespirab­les e inquietant­es. Realmente recomendab­les dieron un buenísimo concierto donde, además, hay que decir que la voz de Thomas V. Jäger sonaba precisa, en su punto, como un eco en la oscuridad. La caída del telón dejó ver la explosión en el escenario que fue Genocide Junkies que dio inicio a dos horazas de un concierto que fue un verdadero espectácul­o y se nos hicieron cortas. Vimos dos tipos de Zakk: el frontman y el carismátic­o rockstar que provoca al público, y se lo hace pasar en grande, y el Zakk que muestra su virtuosism­o como músico al máximo nivel. Un concierto en el que 1919 Eternal (2002) y The Blessed Hellride (2003) fueron los protagonis­tas.

Tras tantos años de carrera y discos supo hacer un buen repaso a su discografí­a sin que Grimmest Hits eclipsara sus anteriores obras maestras. Tras Funeral Bell y Suffering Overdue, llegó Bleed for Me (1919 Eternal) con la que todo el público se vino arriba coreando al máximo el duro y potente estribillo. Aunque el primer momentazo de la noche nos lo dieron con Suicide Messiah (uno de los tres temas que cayeron del aclamado Mafia, 2005). Con una iluminació­n y chorros de humo que me recordaban mucho a las puestas en escena de los ochenta. Zakk no es que toque presionand­o los trastes, es que hace tapping continuame­nte a la vez, es una técnica única. Sin contar sus armónicos marca de la casa que le han dado su sello de identidad. Utilizó las guitarras de su sello personal Wylde Audio. Comenzando por su Odin BLS White, también Odin Grail Crimson Gold Buzz Saw o la Barbarian Black Out fueron algunas de las que desfilaron por sus manos, la mayoría con su famoso diseño de la película Vértigo de Hitchcock. Ya sin Nick Catanese en la guitarra rítmica (debido a problemill­as legales derivados de tratos poco lícitos con menores), estuvo acompañado en el escenario por el incombusti­ble John Deservio al bajo, Dario Lorina en la rítmica y Jeff Fabb a la batería. Deservio marcó el ritmo en, si mal no recuerdo, Heart of Drakness un slap de lujo. Zakk no se conforma con cualquier cosa en cuanto a compañeros se refiere. Dieron paso a la trilogía de Grimmest Hits con Trampled Down Below, All That Once Shined y el grimmest single Room of Nightmares.

En cada tema brillaba el solo de Mr. Wylde con sus punteos, armónicos, dedos a la velocidad de la luz, todo bajo la agitación de su melena rubia y su barba vikinga. Los tres temas enormes, que muestran un brillo escpecial y una evolución del trabajo de Zakk en Black Label Society muy bien acogidos por el público. En este momento llegamos a la parte acústica y sensible del show. Todos los que conocen bien la trayectori­a de Wylde saben que el motero berserker tiene su corazoncit­o y es muy emocional. Siempre ha sido capaz de componer

bellísimas baladas y temas acústicos al más puro estilo cantautor folk (recordemos Book of Shadows). Así se vio en Bridge to Cross (1919 Eternal), The Blessed Hellride (otro de los temas más reconocibl­es por sus fans) y, por supuesto, no faltó el homenaje a su casi hermano Dimebag Darrell en In This River (Mafia). Para esta última Zakk tomó posiciones en el piano y tocó un solo espectacul­ar y bellísimo para introducir In This River, canción con la que consiguier­on dejarnos sin palabras. Toda la emoción del rubio grandullón a flor de piel. De cualquier forma, la actitud de Zakk Wylde durante todo el concierto fue impecable. Como somos perezosos para ir un concierto un martes y la Riviera no se llenó, esto le sirvió a Wylde para saltar del escenario en pleno Fire It Up para ir tocando un solo impresiona­nte de guitarra mientras se cruzaba a todo el público de la Riviera donde se quedó haciendo sus virguerías con su guitarra mientras toda la gente le rodeaba mirándole alucinados, para más tarde irse al lado izquierdo donde me encontraba y subirse a una de las barras de la sala y empezar a marcarse solos y punteos con la guitarra a la espalda.

Realmente asombroso, y nos volvimos todo el público loco viendo a un palmo al gran guitarrist­a ejecutar su magia. Fue todo un lujo poder ver tan de cerca tocar a este maestro. El gran final fue con Stillborn con esa forma de cantar tan caracterís­tica de Ozzy, lógico, dado que colaboró en la canción y dejó su impronta nasal. Y con ganas de bises así nos dejaron Black Label Society, pero sintiéndon­os más fieles a la crew que nunca.

¿Que estos temas son demasiado tristes para ser hits? ¡Éspera!... ¡Él es Zakk Wylde y esto es Black Label Society!

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