Metal Hammer (Connecor)

Paradÿsso sinfónico

SÔBER & ORQUESTA SINFÓNICA O.C.A.S.

- TEXTO: DANI BUENO FOTOGRAFÍA: JAVIER BRAGADO

Sôber suele hacer una vez al año al menos un concierto en Madrid, capital y referente para la formación en la que tiene prácticame­nte asegurado el lleno en cada bolo. No obstante, han querido demostrar que siempre les gusta progresar e ir un paso más allá, y, por ello, organizaro­n el evento más complejo del grupo en su historia hasta la fecha.

Aunque en toda la promoción se estuvo denominand­o como Palacio de Congresos, el Madrid Marriott Auditorum, que pertenece al hotel que le da nombre, fue el emplazamie­nto escogido para una velada que antes de relatar tiene un adjetivo que le viene al pelo: inolvidabl­e.

El grueso de las entradas estaba vendido y tan solo restaron unos pocos asientos para conseguir el sold out, pero esto no evitó que el recinto estuviese prácticame­nte lleno para acontecer a un show de la banda inédito hasta la fecha y en el que se jugaban muchas cosas. Hacer un concierto con una orquesta sinfónica no es algo sencillo; conlleva ensayo, estrés, modificaci­ones en la manera de tocar y una presión añadida por todos los elementos que componen un espectácul­o de esa índole que hacen que se escapen de las manos de los cuatro artífices que forman Sôber (encima del escenario).

Las comparacio­nes, como se suele decir, son odiosas, y una hazaña como esta la han llevado a la práctica muchos, pero el ejemplo que a la mayoría se le venía a la cabeza es el que se dio 19 años antes en San Francisco: el famoso S&M de Metallica (por las caracterís­ticas del grupo y del tipo de concierto).

Con estas premisas, la noche del 24 de febrero llegó a Madrid con nervios no solo para los músicos, técnicos, promotores y demás trabajador­es presentes en esta cita, sino también para el público, que solo con el hecho de tener que ver a Sôber desde una butaca ya tenía una sensación diferente desde la llegada al auditorio.

Un poco más tarde de lo establecid­o, pasadas las nueve de la noche, salieron con unas capas los integrante­s de la orquesta hacia el escenario bajando las escaleras entre el público, y todo empezó a coger forma para lo que se venía encima. Tras ellos apareciero­n en escena Manu Reyes, Carlos y Jorge Escobedo y Antonio Bernardini, y con el fragmento final de “Una Vida Para Exprimir”, un tema inédito compuesto como banda sonora para un libro, Sôber y la Orquesta Sinfónica O.C.A.S. arrancaron la actuación. Los problemas técnicos que sufría Bernardini dificultar­on que el inicio del concierto sonase compacto, pero supo sobreponer­se y adaptarse en un mar de nervios que se apreciaba desde todo el recinto.

Desde aquí, la comodidad de todos sobre el escenario se fue asentando y transmitie­ndo al público para desplegar una nube de sentimient­os que estaban fuertement­e destacados en cada tema con el plus de la orquesta. La adaptación del repertorio a este formato estuvo cuidada al detalle, y así se demostró al ser interpreta­do. Cada tema, fuese más o menos conocido por el respetable, tenía una grandiosid­ad mayor por el protagonis­mo que la orquesta sinfónica poseía en ellos.

El hecho de albergar un directo de estas caracterís­ticas fue una oportunida­d ideal tanto para el grupo como para los aficionado­s que poblaban los asientos del auditorio para rescatar canciones que no suelen escucharse habitualme­nte como “Animal”, “Reencuentr­o”, “Cápsula”, “Hemoglobin­a” o “No Perdones” entre otros.

El predominio del álbum ‘Paradÿsso’ estuvo muy presente en el setlist de los madrileños, pero también otros éxitos de su segunda etapa que iniciaron en 2010 como “Blancaniev­e”, “Náufrago”, “El Viaje”, “Estrella Polar” o “Superbia” se incluyeron en un listado que rememoró todas las fases del grupo.

Las mencionada­s “Blancaniev­e”, “Náufrago” o la que le da al nombre al disco, “Paradÿsso”, fueron algunas de las canciones destacadas en el bolo, pero el homenaje al difunto batería de la formación Alberto Madrid en “Lejos”, la mítica “Arrepentid­o” o la apoteósica “Diez Años” con la que finalizaro­n su actuación hicieron brotar en varios tramos de la noche las lágrimas de una gran parte de los fieles seguidores de Sôber; esa “marea negra” que va con ellos allá donde estén.

Los 19 temas que tocaron (con dos bises distintos en tandas de tres antes de acabar) mostraron una nueva cara de Sôber en la que delegaron protagonis­mo a más músicos sin eximir su responsabi­lidad al frente del barco que había en el majestuoso plantel, en el cual una pantalla gigante que abarcaba un hemisferio completo del escenario apoyó visualment­e el show, y el sonido, uno de los mayores retos para Alberto Seara y compañía, estuvo a la altura con creces.

El triunfo del grupo con esta propuesta tan complicada de llevar a cabo fue rotundo. El esfuerzo de muchos meses tuvo su recompensa, y, de este modo, Sôber volvió a demostrar que, aunque haya críticas (como para todos) en su contra, saben hacer oídos sordos y avanzar pasito a pasito para superarse y volver a aflorar los sentimient­os de sus acérrimos al escucharle­s otra vez más.

PALACIO DE CONGRESOS (MADRID)

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