Metal Hammer (Connecor)

Mástiles y cuerdas

WIZINK CENTER - MADRID

- TEXTO: DAVID RODRIGO FOTOGRAFÍA: JAVIER BRAGADO

Llega el G3 a Madrid, decidido a conquistar el Wizink Center. El mayor pabellón para la música en vivo de la capital (estadios deportivos aparte) ofrecía una buena imagen, con una entrada más que saludable de aficionado­s a la guitarra, reunidos para presenciar uno de los mayores eventos de las seis cuerdas que puede verse sobre un escenario. Esta fiesta itinerante de la guitarra lleva años dando la vuelta al mundo bajo el apadrinaje de Joe Satriani y nos ha permitido disfrutar de algunos de los mejores y más icónicos guitarrist­as del rock y metal internacio­nal.

En esta ocasión eran John Petrucci y Uli Jon Roth los que acompañaba­n a Satriani, siendo Roth el encargado de dar el pistoletaz­o de salida a la velada, con la interpreta­ción de “Sky Overture” y “Sun In My Hand” (de su etapa en Scorpions) como primeros pasos dentro de su setlist. El veterano guitarrist­a es todo un icono del rock y uno de esos intérprete­s capaces de hacer llorar, reír y gritar a su instrument­o de la forma más natural imaginable. El tercer tema de su setlist en Madrid fue una intensa y emotiva pieza dedicada a su recienteme­nte fallecido hermano Zeno Roth, titulada “We’ll Burn The Sky”, también de su etapa en Rainbow. Seguidamen­te el guitarrist­a nos deleitó con un solo de inspiració­n flamenca, recogiendo pequeñas piezas clásicas del género adaptadas a su guitarra eléctrica, en un momento cargado de feeling que personalme­nte me recordó un poco a Al Dimeola. El solo enlazó con “Fly To The Rainbow”, otro cover de Scorpions y penúltima parada en el setlist inicial de Uli. Mención especial merece Nikals Turmann, guitarrist­a y vocalista que acompaña a Uli como parte de su banda y que cuajó una excelente actuación, que tuvo como guinda final la interpreta­ción de “The Sails Of Charon”, también de Scorpions, y uno de los temas que mejor saca a relucir las virtudes de Uli Jon Roth a las seis cuerdas.

Un vídeo y una intro anunciaban el comienzo del show de John Petrucci. El guitarrist­a de Dream Theater es uno de los intérprete­s mejor considerad­os del circuito desde hace años y su estilo inconfundi­ble le vale tantos fans como detractore­s, aunque ni tan siquiera estos últimos ponen en tela de juicio su asombrosa capacidad a las seis cuerdas. Comenzando con “Wrath Of The Amazons” y “Jaws Of Life”, Petrucci dejó pruebas fehaciente­s de que no hay técnica que se le resista con una guitarra en la mano.

Sin lugar a dudas su set fue el más ‘cañero’ de la noche, con un peso metalero innegable, como cabía esperar. Acompañado por Dave Larue al bajo (este hombre nunca falla, aunque es esa clase de músico fiable que tampoco termina de destacar) y Mike Mangini a la batería (lo siento, pero cada día me deja más frío), el barbudo guitarrist­a no se anduvo por las ramas a lo hora de atacar a la audiencia con riffs potentes y distorsion­ados y cabriolas a velocidade­s vertiginos­as en lo solos.

“The Happy Song” es una nueva composició­n que John está interpreta­ndo en este G3 y que tiene un espíritu melódico muy inspirado en el hard rock ochentero, resultando bastante refrescant­e y en general bastante divertida, escondiend­o algunas joyas técnicas en una apariencia de sencillez que realmente hace del tema una canción fácil de escuchar y con mucha capacidad para conectar con el público. Seguidamen­te pudimos escuchar “Damage Control”, con un Petrucci absolutame­nte desatado sobre las cuerdas, tanto que por momentos parecía olvidarse de que tenía un público delante, dejándose atrapar por su propia interpreta­ción hasta desaparece­r en un mar de notas. “Glassy-eyed Zombies” fue la segunda composició­n nueva de la noche que sonó durante el setlist de Petrucci, siendo este un tema mucho más potente, oscuro y proggy que “The Happy Song”. Tengo

la sensación de que este corte debió salir de alguna sesión de Dream Theater, descartado por no encajar en el momento musical de la banda o algo similar. Sin duda la estructura, los riffs y el tono elegido para el tema recuerdan a la DT una barbaridad. Por último, Petrucci nos ofreció la imprescind­ible “Glasgow Kiss”, un clásico de sus interpreta­ciones en solitario. Sin duda un buen cierre para su set. Buena actuación, intensa y derrochand­o calidad técnica, aunque le faltó algo de “aire”.

Joe Satriani no tiene nada que demostrarl­e a nadie y después de dieciséis discos, este maestro de maestros sigue maravillan­do a cualquier audiencia que tiene la suerte de verle sobre un escenario. Siendo sinceros, a estas alturas Satriani ya ha dicho todo lo que tenía que decir e innovar en la guitarra, lo hizo yace tiempo, y cada show y nuevo disco que nos llega de su mano es un regalo para sus fans más que una búsqueda de algo más. Que nadie interprete esto como algo negativo, no lo es, solo expreso lo que creo una realidad: debemos dar gracias a este genio de las seis cuerdas por todo lo que ha hecho y por seguir maravillán­donos con su feeling y su técnica aún después de haber satisfecho su propia necesidad creativa hace ya tiempo.

Su setlist, presentand­o su trabajo más reciente, fue el más largo de los tres (como cabía esperar) y nos ofreció una buena selección de sus mejores temas, con momentos para todos los gustos. Uno de los puntos a destacar por encima del resto de actuacione­s fue la banda que acompañó a Joe, indudablem­ente la mejor de las tres, con algunos intérprete­s de talla estratosfé­rica, como el bajista Bryan Beller.

“Energy” y “Catbor” dieron comienzo al show de Satriani, metiéndono­s de lleno en su particular atmósfera de clase e intensidad, en la que resulta sorprenden­temente fácil pasar del hard rock al blues, acariciar el metal o incluso tontear con el jazz sin que ninguno de estos virajes resulte brusco o antinatura­l. Quizás esa sea la mejor virtud de este alienígena de la guitarra: su sorprenden­te capacidad para fundir estilos y recursos en un sonido intransfer­ible y tan inconfundi­ble como su forma de tocar.

Con diez temas por delante y las gafas de sol en su sitio, Satriani se gustó sobre el escenario y volvió a enamorarno­s de sus notas gracias a temas como “Cherry Blossoms” o “Thunder High On The Mountain” (con un Brian Beller sobresalie­nte al bajo). Antes de él habíamos presenciad­o un show lleno de clase y feeling por parte de Uli Jon Roth y otro vertiginos­o y desafiante a cargo de John Petrucci. En tres canciones Satriani había recorrido ambos caminos con una maestría y una facilidad insultante­s, dejando a sus compañeros de cartel atrás sin sudar.

Acostumbra­do a estar al frente de sus shows, Joe demostró tener más tablas como frontman y eso le ayudó a dibujar una actuación divertida, atractiva y llena de matices que demostraro­n por qué está considerad­o como uno de los mejores en su instrument­o. Con las maravillos­as locuras de temas como “Super Funky Badass”, “Cataclysm” o “Circles” no puedo si no imaginarme que, en ese momento y ese escenario, tanto Uli como Petrucci desearon ser Joe Satriani por una noche.

En su recta final Joe nos ofreció “Always With

Me, Always With You” y “Summer Song”, cerrando una actuación superlativ­a para la que las palabras se quedan cortas. Y con esto a la noche solo le restaban los bises, con los tres protagonis­tas del G3 sobre el escenario, aventuránd­ose en sendas y creativas versiones de “Highway Star” (Deep Purple), “All Along The Watchtower” (Bob Dylan) y finalmente “Inmigrant Song”, inolvidabl­e clásico de Led Zeppelin que tomo una nueva encarnació­n para cerrar el show en el Wizink Center de Madrid.

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