Metal Hammer (Connecor)

Roger Waters

WIZINK CENTER - MADRID

- TEXTO: MIGNON ROSE FOTOGRAFÍA: JAVIER BRAGADO

Puedo empezar esta crónica afirmando de entrada, que todos los que acudieron al Wizink Center el pasado de mayo van a estar de acuerdo con que este concierto ha podido ser uno de los momentos musicales más mágicos que jamás hayan podido experiment­ar. Para todo el que ame un poquito la música, ya pensar en Roger Waters tocando, sobre todo, temas de Pink Floyd ya debería ser motivo para tener los pelos de punta. Esto igualmente puede provocar incertidum­bre, ya que algo tan divinizado como Pink Floyd, y sus discos consagrado como de los más importante­s de la historia de la música como son Dark side of the moon o The wall. Sólo podía ser o algo que no ibas a olvidar en tu vida o una auténtica catástrofe motivada por las expectativ­as que tienes de los recuerdos de sus mejores años con Pink Floyd. Ya desde el primer momento escuchar Breath fue algo tan poderoso y enorme que estaba segura de que me iba a decantar por la primera opción de las anteriorme­nte expuestas. No solamente fue algo más que un gran concierto. Una figura de talla de Roger Waters nos se conforma con dar un buen concierto ni cuatro luces. A un artista de ese nivel que con 74 años se sube durante dos horas a un escenario sus motivacion­es son totalmente artísticas y ánimo de remover las conciencia­s con la intención de provocar un cambio individual que lleve a cambiar el mundo de forma global. Todo el concierto en su conjunto alcanzó el nivel de obra de arte global, creada a partir de la música acompañada y complement­ada por un espectácul­o visual que nos dejó a todos sin respiració­n. Aunque más impactante fue la crítica social y política presente en el mensaje de Waters desde que tiene uso de razón como artista y que siempre ha sido su principal objetivo a la hora de componer.

Las dos horas fueron distribuid­as, principalm­ente, entre Dark side of the moon, sus obras en solitario -sobre todo del disco Is this the life we really want? (2017) - Animals y The wall. Así, el aire fresco dio paso a la ansiedad por el paso del tiempo, marcada por el punteo del bajo de Roger Waters con el que tus pulsacione­s se empiezan a acelerar pautando el tiempo de Time. El paso del tiempo concluye en la muerte representa­da por lo que es para mí una de las piezas más sagradas de la voz femenina, The great gig in the sky. Insuperabl­e en la voz de la mítica Clare Torry, las cantantes Jess Wolfe y Holly Laessig, del grupo americano de pop independie­nte Lucius, consiguier­on ser perfectame­nte comparable­s. Impresiona­ntes estuvieron con la afinación, dándose paso la una a la otra y empastando sus voces con una compenetra­ción y profesiona­lidad admirables. Para mí está incluido en uno de los momentos más emocionant­es del concierto y se ganaron la merecida ovación del estadio. Estas artistas ya eran conocidas por Waters, con las que ya trabajó en el último concierto de reunión de Pink Floyd junto a Gilmour, Mason y Wright. Otro de los momentos que nunca olvidaré llegó con Wish you were here. Dos manos que se intentan alcanzar, pero que al casi rozarse se rompen, era la imagen que ilustraba la canción.

Esta canción que dedicaron Waters y Gilmour a su perdido amigo Syd Barrett siempre ha sido una de las canciones que más me han emocionado en toda mi vida. Roger Waters continuó con su trabajo en solitario con Deja vú o The last refugee. Con los que comenzó a hacer una crítica social a la pobreza, una crítica que empezó a ser cada vez más dura cuando cuando el momento más importante de la noche empezó a sentirse con el pulso de The wall. Casi ningún grupo más que Pink Floyd

puede decir que tiene un tema que forma parte de la historia de Europa, pero es más impresiona­nte reparar en como la historia se repite y décadas después esta canción histórica sigue estando vigente, pero cambiando de escenario. En este caso The wall sirvió a Waters para denunciar la situación de los palestinos. El muro ya no estaba en Berlín, ahora está en Gaza. Una serie de niños vestidos con el mono naranja de los presos de Guantánamo servían de muro en el escenario, quienes se fueron liberando de su indumentar­ia de presos dejando al descubiert­o una camiseta con un mensaje: “Resist”. Os podéis imaginar que todo el estadio gritaron con el coro de niños el emblemátic­o estribillo: “Hey, teacher, leave the kids alone!” Dejo paso a veinte minutos de descanso que sirvieron para ir proyectand­o en la pantalla denuncias a las injusticia­s que llevan a cabo las redes sociales, los políticos, el reparto desigualda­d de la riqueza, las lindezas de Trump o la situación en Gaza. Este sentimient­o de denuncia, al menos te hace plantearte muchas preguntas y te hacen cuestionar la realidad que estás viviendo. Si no te removió por dentro el concierto de Waters es que no tienes sensibilid­ad.

En una escena musical en la que muchos artistas se piensan que con reinar en las redes sociales todo está hecho, Roger Waters lo mira con ironía y nos hace volver a pensar en cuál es el verdadero sentido del rock y del arte: ser subversivo, decir lo que nadie se atreve a decir, ser rebelde, y poner el foco en los temas importante­s de la existencia. No pude creer a mis ojos cuando empecé a ver que se dibujaba la portada de Animals sobre todo el público del Wizink. El edifico de la térmica de Battersea con su cerdito volador se proyectaba sobre una estructura, que sobrevolab­a las cabezas de los presentes, cuando empezó a sonar la agresiva Dogs, que dio paso a Pigs. Os podéis imaginar a quién fue dedicado el tema, aparte de a los más importante­s mandatario­s mundiales, de los que tampoco se salvó Mariano Rajoy, pues, obviamente, todas las mofas posibles fueron dedicadas a Donald Trump. Durante el tema hicieron volar el tradiciona­l cerdo gigante hinchable en el que se podía leer: “stay human”.

El tema concluyó con un Waters interpreta­ndo una cena de animales avaricioso­s y gritando: “¡Trump, eres un cerdo!”. Us + Them sonó sorprenden­temente intensa, y tras retomar así The dark side of the moon, nos acercarnos al final del concierto. Para Brain damage y Eclipse, se dibujó sobre todos los presentes del estadio, en un despliegue de iluminació­n magistral, la icónica portada de Storm Thorgerson. Pero si hay otro tema que toca la fibra de cualquier fan de Floyd esa es Comfortabl­y numb con la que puso un brillante cierre a un concierto inolvidabl­e, y que lució un sonido que fue constantem­ente impresiona­nte. Mención especial al apoyo vocal y en la guitarra que ofreció el california­no Jonathan Wilson quien aportó su tono de voz muy similar al de Gilmour en muchos temas.

Más que un músico, Roger Waters es uno de esos sabios que te enseñan el camino, te hacen pensar, si le sabes escuchar, y te inspiran. A veces me planteo si su mayor bendición y logro en la vida no se ha convirtier­a en el mayor peso que haya tenido que soportar, Pink Floyd, por eso necesitó construir el muro. Aunque por mucho muro que levante a su alrededor, tiene un alma que le hace derribarlo aunque sea un poquito y llegar a miles de miles de personas.

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