JUDAS PRIEST Y LORDS OF BLACK EN BARAKALDO
Judas Priest
2 MEGA PÓSTERS: REBEL SOULS - ALIEN FOOD
+ Lords of Black
BARAKALDO
Fue algo muy emotivo lo que pudimos vivir el pasado veintiocho de junio en Barakaldo. Una nueva ocasión para comenzar a despedirnos de la banda que mejor ha definido los fundamentos metálicos contemporáneos, los únicos e inimitables Judas Priest. Una formación que hace poco tuvo que sufrir la baja de uno de sus principales valedores, pero que sigue clamando al cielo aquello de “The Priest Is Back”, con la misma fuerza con la que lo hacían hace veinte años por lo menos.
Sin el factor emocional de todos modos, sería imposible analizar un bolo como este, ya que es innegable que la banda está afrontando sus últimos años a pleno rendimiento. El ocaso cada día se cierne más sobre estas leyendas del Metal, a pesar de que sigan siendo capaces de realizar bolazos tremendos como el de Barakaldo. Bolazos que palidecerían en comparación con los que llevaban a cabo hace treinta o cuarenta años, cuando aún estaban sus dos hachas originales y Halford no necesitaba ayuda exterior alguna, para mearse en cualquier cantante de Heavy que se pusiese por delante.
En pleno 2018, los dioses del Metal afrontan con orgullo intacto su crepúsculo, incluso presentando uno de sus mejores trabajos en décadas, como es Firepower, y demostrando al mundo, que no van a rendirse por muchas primaveras que vayan pasando. Están por encima de modas, por encima de etiquetas y por encima de generaciones. Lo suyo es la misma esencia del Heavy Metal, y una vez más pudimos ser testigos de ello.
Abriendo la épica noche, nos encontraríamos con los cada día más importantes Lords Of Black, quienes van labrándose un hueco entre los grandes del género, merced a su estelar alineacion y a sus poderosos temas. Una vez más brillaría la impecable garganta de Ronnie Romero y la incuestionable técnica de Tony Hernando a las seis cuerdas. Rematarían una breve actuación que comenzó demasiado pronto, mucho antes de que la mayor parte del público hubiese entrado, con un enorme “Stand Up And Shout” del inolvidable Dio. Notable teloneo, para una noche en la que nadie podría haber hecho sombra a los dioses del negocio.
Tardarían poco en salir, lo justo para que hubiéramos tenido tiempo a ponernos nerviosos por las leyendas que íbamos a presenciar. Yo por mi parte, he perdido la cuenta de las ocasiones en que he podido disfrutar con sus directos, pero sigo emocionándome cada vez que vuelvo a verles saltar sobre un escenario. Nervioso como un niño, que espera a los reyes magos, por lo menos.
En esta ocasión sería mi primera vez disparando desde el foso, y tuve el enorme privilegio, segundos antes de que todo arrancase, de ver llegar a lo lejos, desde detrás del escenario al mismísimo Halford. Acompañado por un ayudante y sostenido por un bastón, me regalo la única imagen que no puedo dibujar con palabras. La del respeto absoluto hacia una autentica leyenda, caminando lentamente hacia el más dulce de los ocasos escénicos.
Una vez arriba de las tablas, el venerable señor mayor que había contemplado unos momentos antes, se transformaría en el gigante que todos conocemos. Sin bastón y con su característica voz de cuchilla, arrancaría un “Firepower” de locura. El resto de la banda, cumpliría eficientemente con su cometido, sobresaliendo sin problema Richie Faulkner, demostrando una vez más, como ha ido adquiriendo galones desde que K K abandono el barco.
Los clásicos no tardarían en llegar a la cita, comenzando con “Grinder”, “Sinner” y “The Ripper” una cabalgata en la que lo legendario, daría la mano sin problema a himnos de nuevo cuño como “Lighting Strike”.
Serian sin embargos los temas de toda la vida, los que levantarían la parroquia, como el inolvidable “Turbo Lover” en el que fuimos incapaces evitar el bailoteo, o el afilado “Bloodstone” que nos recordaría los mejores momentos que vivió el acero británico, a principios de los ochenta. No sería menos emotivo el momento en el que rescataron la preciosa balada “Night Comes Down” ni en el que demostraron porque siguen siendo los defensores de la fe, doblando espinazos al tiempo que lanzaban “Freewheel Burning” sobre nuestras cabezas.
La banda se mostraba sólida y decidida, sin dejar demasiado tiempo a que Halford descansase y con una estudiada puesta en escena que hacía que brillasen los componentes más jóvenes del quinteto. Flojearía sin embargo el nuevo Andy Sneap en los punteos, en los que echaríamos en falta al Metal God que saldría un rato más tarde.
El repertorio estipulado se cerraría a lo bestia con
Halford sobre la moto al tiempo que nos recordaba que el infierno pertenece al cuero, haciendo que toda la sala cantase el “You Ve Got Another Thing Comin” o dejándose los cojones para tratar de llegar a los tonos imposibles que contenía el “Painkiller”. Un final de infarto, al que aún le quedaría la mejor de las guindas.
Tras unos pocos minutos, el maestro Glenn Tiptonn se uniría a sus compañeros de toda la vida, para interpretar cuatro bises inolvidables. Sería entonces cuando podríamos presenciar a un dios que no se rinde ante su enfermedad. Una leyenda que quiere seguir girando con la banda que hizo grande, pero tiene que reservarse por el jodido estado de salud que le acompaña.
Reconozco que me emocione cuando le vi salir así, tan frágil y suficientemente tocado como para hacerme reflexionar sobre lo jodido de la existencia en sí. Ver a toda una leyenda, afrontando sus horas bajas, con absoluta entereza, eso sí, hizo que las lágrimas inundases mis ojos, así como las de muchos de los presentes, que se despedían a su manera del rubio guitarrista. Con el interpretarían “Livin After Midnight”, “Breakin The Law”, “Metal Gods” y un sorprendente “Victim Of Changes” en el que la emoción ya se hizo incontenible. Un pabellón entero contuvo la respiración y grito con Halford cada inmortal estrofa. Todos a una, junto con Tipton, junto con Judas, sintiéndonos chavales una vez más. Diciéndole adiós una vez más, a gran parte de nuestra juventud.