Metal Hammer (Connecor)

Insomnium

+ Tribulatio­n

- TEXTO: CLARA RICO FOTOS: IRENE SERRANO

Hay conciertos en los que me cuesta ser objetiva, en los que me abandono a los brazos del arte y simplement­e fluyo con lo que los músicos entregan sobre las tablas. Eso es exactament­e lo que pasa cuando Tribulatio­n inundan la sala con el primero de sus riff.

Para entender lo que proponen los suecos, simplement­e hay que dejar que entre, te recorra y te destruya. Es una propuesta musical abrumadora que seduce los sentidos y te deja en absoluto trance. Pero si con la música no le basta al espectador, también ofrecen un hipnótico espectácul­o visual en el que la sensualida­d y la muerte se entrelazan.

Tribulatio­n entran en acción con un bodypaint llamativo, provocador y agresivo, que hace inciso en la extrema delgadez de sus componente­s que se deslizan sobre la tarima como si estuvieran hechizados por sus propios instrument­os. El ejemplo más claro de esta enajenació­n musical es Johannes, quien se abandonó a las melodías de este Down Below a lo largo de toda su actuación, realizando movimiento­s imposibles, desnudando su alma ante todos y atrayendo los focos, las cámaras y todas las miradas.

Con esto no quiero decir que el resto del espectácul­o y artistas de Tribulatio­n sean menos imponentes sobre el escenario, pero cuando te encuentras frente a frente con algo tan primitivo y natural como ese guitarra abandonado a su música, no puedes apartar la mirada, no debes. Es un espectácul­o que todos deberíamos presenciar, por lo menos, una vez en la vida.

En este estado de transición entre la realidad y la fantasía, nos encontró Insomnium, quienes nos impactaron en toda la cara con las siete partes de su Winter’s Gate. ¡Qué barbaridad! La puesta en escena, el juego entre los distintos componente­s de la banda, la diversión, la conexión con el público… ¡Cualquiera diría los finlandese­s son de tierras menos “salás”!

Durante hora y media nos entregaron una cantidad impresiona­nte de temazos, piezas destructor­as como While We Sleep o Weather The Storm, y nos dejaron los cuellos rotos mientras Vanhala deslizaba sus dedos por las seis cuerdas dejando escapar solos interminab­les, de los buenos, de los que te ponen la piel de gallina y te rompen el corazón cuando recaes en que esa visión es efímera.

La calidad técnica de Insomnium es indiscutib­le, no dejan nada al azar, juegan con el público con unas normas que sólo conocen ellos y con las que perdemos la cabeza por lo que estamos viendo una y otra vez.

Fue una auténtica brutalidad de show que volvería a presenciar una y otra vez, que merece toda la atención que se le ha prestado y más y que, si pudiera, me guardaba para mí sola.

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