LA SOLEDAD DE LAS MASAS
El pasado viernes 16 de Agosto me quedaba de piedra al descubrir la noticia del fallecimiento de Jill Janus. La polifacética frontwoman de Huntress se quitaba la vida dos días antes después de una larga batalla contra la depresión y su propia salud mental. Fue un golpe duro e inesperado. El mundo aún estaba llorando la pérdida de Aretha Franklin, fallecida ese mismo día, cuando HUNTRESS dieron la triste noticia a través de sus redes sociales. Muchos no la vieron hasta el día siguiente, pero acabó llegando a toda una comunidad de fans que se habían sentido cautivados por una banda diferente y por una vocalista muy especial, que demostraba ser un torbellino creativo e interpretativo en cada concierto y una persona muy especial, amable e interesante en cada conversación. Tuve la suerte de entrevistar a Jill en 2015 y desde entonces manteníamos contacto eventual, pequeñas charlas puntuales cuando había novedades discográficas, cuando aparecía algo divertido sus redes sociales o había algún tema candente de conversación. Ni mucho menos era una relación habitual, pero sí lo suficientemente presente como para saber que Jill siempre estuvo caminando en la cuerda floja. Tampoco es que ella lo ocultara: su lucha con la depresión y otros trastornos y enfermedades emocionales y mentales fue siempre pública, hasta el punto de convertirse en un ejemplo de lucha y superación para muchos.
Hasta que tristemente se cansó de seguir. Y por mucho que uno sepa que no todo está bien, el golpe es arrollador. Y en especial en este momento, en el que Jill se mostraba públicamente emocionada con unas perspectivas musicales prometedoras y diferentes.
Su muerte en estas circunstancias no ha sido, por desgracia, ni mucho menos el único caso que hemos vivido. Ni el más sonado. En los últimos años hemos vivido la pérdida de talentos irremplazables con las muertes de Ronnie Montrose, Keith Emerson, Chris Cornell o Chester Benington. Por desgracia la lista es mucho más larga. El problema no es actual: viene de largo y no se limita solo al mundo del rock y del metal. Sin ir más lejos, hace poco sufrimos la pérdida del DJ Avicii, víctima también de una depresión.
El mundo del cine y del entretenimiento en general también tiene una larga lista de nombres, entre los que destacan entre los más recientes Heath Ledger o Robin Williams. Parece que la depresión y los trastornos emocionales son algo que camina de la mano de artistas de todo tipo. Me pregunto si el verse rodeados de masas les hace sentirse aún más solos, si el que todos les alabemos por cosas “banales” les hace sentirse más miserables. Si nuestra bien intencionada atención les generará una ansiedad difícil de manejar. Cuando suceden cosas como esta, uno no deja de pensar si nadie se dio cuenta, si nadie pudo haber hecho algo. Si tu no pudiste haber hecho algo, cuando el caso te pilla de cerca.
Hablé con Jill una semana antes de su muerte. Le pregunté cómo iban los preparativos para el lanzamiento de “Victory: A Rock Opera”, su proyecto junto a Angus Clark y le dije que teníamos que hacer una entrevista de eso cuando saliera, pero no le pregunté qué tal estaba ¿Habría cambiado algo de haberlo hecho?
Descansa en paz Jill.