Metal Hammer (Connecor)

JETHRO TULL

PALACIO MUNICIPAL DE - MADRID CONGRESOS

- TEXTO: DAVID RODRIGO FOTOGRAFÍA: YOLANDA MORENO

Resulta muy difícil, sino imposible, decir algo nuevo de un clásico de la música contemporá­nea como es JETHRO TULL. Contar con su presencia en Madrid fue un regalo y, aunque es evidente que la voz de Ian Anderson ya no es lo que era, su puesta en escena, su energía y el impresiona­nte catálogo que le acompaña son argumentos más que suficiente­s para justificar una actuación que, una vez más, volvería a hacer disfrutar a todos los asistentes de principio a fin.

Y es que aunque Ian Anderson y su banda hayan repetido ya este repertorio de Jethro Tull en varias ocasiones, con sus consecuent­es visitas a nuestros escenarios, lo cierto es que no dejamos de ir a verlo y de disfrutarl­o de principio a fin. Las variacione­s en el setlist son nimias, pero cuando uno tiene la oportunida­d de disfrutar en directo de temas como “My Sunday Feeling”, “Love Story”, “A Song For Jeffrey” o “A New Day Yesterday” lo importante no es cuantas veces las has visto, si no cuantas veces volverías (volverás) a verlas.

Hay algo especial en un concierto de Jethro Tull, una especie de energía metafísica que envuelve a todos los asistentes y nos traslada a una época distinta, cuarenta o más años atrás en el tiempo, cuando canciones como “Dharma For One”, “My God” o el clasicazo “Thick As A Brick” sonaban por primera vez y los ideales y tendencias de la sociedad eran otros. Quizás sea esa magia, ese viaje en el tiempo a través de la música lo que hace que un concierto de Jethro Tull sea siempre adictivo, especial y lo sintamos como una experienci­a diferente y refrescant­e, sin importar lo mucho que se parezca al último que vimos.

En Madrid “Thick As A Brick” cerró la primera parte del show y “A Passion Play” inauguró la segunda, como tantas otras veces, abriendo el camino para “Too Old To Rock N Roll, Too Young To Die”, “Songs From The Wood” o “Right Out, Solstice Bells” y así hasta llegar a la imprescind­ible, conocidísi­ma y celebradís­ima “Aqualung”, que ponía (casi) el punto final al espectácul­o, cerrando el segundo set y dejando a un público feliz, entusiasma­do de hecho, que pedía el bis con vítores y aplausos y que vio cumplido su deseo con la interpreta­ción de “Locomotive Breath”, el último clásico que faltaba en la cita.

Una noche para el recuerdo, como todas las que patrocina el señor Anderson.

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