ALEXI LAIHO 1979 - 2021
“LO QUE NO TE MATA, SOLO TE DEJA BIEN (ALEXI LAIHO). JODIDO..."
Lunes, 04 de enero del 2021: Suena el despertador temprano, hace un frío del carajo y tienes que ir a currar. Llevas días leyendo una cantidad ridícula de comentarios sobre lo necesario que era que se terminase el 2020, como si algo fuera a cambiar de la noche a la mañana por el hecho de que el calendario marque un 1 donde antes había un 0. En fin, digan lo que digan, tú sabes que nada va a cambiar con respecto al aciago año que acaba de terminar. Al menos, no por el momento. Ahora, lo que tampoco esperas es que tu móvil te cruze la cara de un guantazo estampando en tu careto un "ALEXI LAIHO DECEASED" como un piano. "Muy bien, vale, ¿qué más?", y sigues como un zombie desplazando abajo el scroll de la pantalla de tu móvil y leyendo el resto de chorradas irrelevantes del día..."Un momento, ¿QUÉ?"
Retrocedes hacia arriba y vuelves a leer; te quedas sin saliva, tus ojos no dan crédito y buscas el error, la trampa, el malentendido o la broma. Pero es la página oficial de Facebook del guitarrista y quien escribe es su hermana, pidiendo respeto y espacio para poder enterrar a su hermano pequeño en privado...
Por otro lado, Janne Warman, Henkka T. Blacksmith y Jaska,
los ex-compañeros de Alexi en CHILDREN OF BODOM y ahora propietarios del nombre del grupo tras una disputa legal cuyos motivos aún se desconocen, anuncian que el mundo ha perdido a uno de los mejores guitarristas de todos los tiempos, mientras ellos pierden algo más: un hermano. Por favor, ¿puede alguien despertarme de esta pesadilla?
Por último, encuentro un comunicado de los miembros actuales de BODOM AFTER MIDNIGHT, la banda con la que Alexi tenía planeado seguir en activo y demostrarle al mundo lo mucho que le quedaba por decir en el mundo de la música. Hablan de “muerte repentina”y
se declaran en estado de shock tras conocer la noticia que sin duda alguna ha supuesto para ellos más que una dolorosa pérdida. También es el fin de ese sueño compartido con un futuro seguramente brillante, lleno de éxito, motivaciones e ilusiones personales y profesionales. Todo se ha ido al carajo de la peor manera posible.
Uno está preparado para ciertas cosas. Es ley de vida que, si todo va bien, en algún momento, los que vinimos después tengamos que decirle adiós a quienes llegaron antes. Eddie Van Halen,
Lemmy Kilmister, David Bowie... siempre es duro despedirse de aquellos a los que admiramos y cuyo paso por este mundo nos ha ayudado a ser mejores y más felices; de quienes nos motivaron, nos ilusionaron, y nos regalaron algo preciado que hizo que nuestro tiempo adquiriese calidad y valor. Pero para lo de hoy… para esto no estábamos preparados... Alexi Laiho solo tenía 41 años, tenía una nueva y prometedora banda en marcha con la que se estrenó sobre un escenario hace solo dos meses y de los tres conciertos que ofreció podían leerse opiniones como "…hacía tiempo que Laiho no sonaba tan limpio y perfecto", decían. Estaba grabando un disco y hasta el año pasado, subía vídeos a Instagram en los que podíamos verle feliz junto a su pareja, la australiana Kelly Wright. Pero nada de todo esto tiene sentido ya, porque lo más triste que podía sucederle, es una cruda realidad: Alexi falleció un algún día aún no confirmado durante la semana del 28/12/2020 al 03/01/2021.
Recuerdo perfectamente la primera vez que vi a CHILDREN OF BODOM y el impacto que me causaron: fue un lejano sábado 21 de febrero del año 2001, en la VII edición del festival Piorno Rock, la cual se celebró en el pabellón cubierto Pinos Puente de Granada. Aunque los discos “Hatebreeder”y“Follow the Reaper” circulaban por casa, lo cierto es que no les había prestado gran atención, ya que por aquellos entonces estaba totalmente sumergido en una profunda investigación del Heavy Metal y el Hard Rock de los 70/80´s financiada por el glorioso Napster (DEP) y mi conexión a Internet de 128 kbps. El quinteto finés venía al festival a presentar su flamante recién-estrenado “Follow the Reaper” y yo no tenía ni idea de lo que iba a encontrarme sobre el escenario aquella tarde. Justo cuando entramos a la sala, los fineses saltaron a las tablas y nos dejaron a todos los presentes con la boca abierta. Primero, por la sorprendente juventud de los músicos, que contaban con un promedio de 20 años por cabeza. Segundo, por su puesta en escena: cinco críos rubios escandinavos lanzando una atronadora e intensa descarga de electricidad, musicalidad y ejecución que nos dejó petrificados. Pero sin duda, lo que más nos voló la cabeza, fue asistir al show que nos estampó en la cara su hiperactivo frontman, enfundado en unos pantalones y unas botas de cuero, sin camiseta, y con una actitud casi diabólica. Aquel joven no se limitaba a escupir al aire, a enseñarnos la lengua de forma lasciva y a romperse el cuello meneando su fina melena rubia al son de los riffs de su Jackson RR24 negra sobre la cual se desgastaba una pegatina amarilla en la que se leía la palabra “Wild Child”, sino