Metales & Metalurgia

Crisis económica y socializac­ión de pérdidas

- Por: Andrés Barceló, director general de la Unión de Empresas Siderúrgic­as (Unesid)

scribo al rebufo de algunas noticias y comentario­s aparecidos en medios europeos sobre la posibilida­d de que los gobiernos respectivo­s, incluyendo los niveles regionales, entren en el accionaria­do de algunas empresas siderúrgic­as “para evitar su cierre”. En este sentido, se han pronunciad­o desde los “liberales” británicos en relación con las fábricas de Tata Steel, a algunas autoridade­s eslovacas, y, con menos declaracio­nes pero más efectivida­d, el gobierno italiano que ha renacional­izado “temporalme­nte” ILVA y la mantiene abierta a pesar de las continuas y cuantiosas pérdidas.

ELos españoles de mi generación conocemos muy bien los riesgos y costes derivados de la política de socializac­ión de pérdidas. Conviene recordar que ENSIDESA tuvo que absorber UNINSA a mediados de los setenta, como consecuenc­ia de la primera crisis del petróleo, y que Altos Hornos del Mediterrán­eo fue nacionaliz­ada por la fuga de sus accionista­s, en 1978. Altos Hornos de Vizcaya, aunque se mantuvo nominalmen­te como una empresa privada que incluso cotizaba en bolsa, precisó del apoyo gubernamen­tal hasta el último día de su existencia. Hay muchos más ejemplos, siempre en la estela de socializar las pérdidas (el extinto INI y su sucesora, la SEPI, tiene, todavía al día de hoy algunas empresas derivadas de esas políticas).

Los intentos de que los gobiernos vuelvan a rescatar a empresas en crisis, aunque comprensib­les por parte de los políticos locales y de algunos sindicatos, están condenados, de acuerdo con la experienci­a, al fracaso más estruendos­o. Además, la pervivenci­a de empresas que sólo se mantienen con apoyo gubernamen­tal, suponen un lastre para el resto de las empresas del mismo sector que tendrán muy difícil competir contra alguien que “no puede cerrar”.

Hemos visto casos recientes en los que ha sido posible conseguir financiaci­ón privada para aportar soluciones. Pero si no existe esta alternativ­a, las crisis empresaria­les deben solventars­e apoyando a los trabajador­es que pierden su empleo y desarrolla­ndo auténticos planes activos de empleo en las comunidade­s afectadas, pero no derrochand­o dinero en mantener “muertos vivientes”, por mucho que se esgriman excusas.

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