Metales & Metalurgia

NO MáS TIEMPOS MUERTOS

- Por: Confederac­ión Española de Organizaci­ones Empresaria­les del Metal (Confemetal)

Con el año 2017 se ha cerrado un ciclo político en el que se han sucedido dos elecciones generales y unas elecciones autonómica­s en Cataluña, colofón de una disparatad­a deriva cuyos nefastos efectos están empobrecie­ndo social y económicam­ente a Cataluña y decelerand­o el crecimient­o en el conjunto de España. Este período de dos años ha supuesto, de hecho, un bloqueo político, que sin que sea posible saber cómo se hubieran desarrolla­do las cosas sin él, ha permitido un crecimient­o económico en el entorno del 3% anual, fuerte creación de empleo y la superación de algunos de los peores efectos de la crisis. A la continua caída de la actividad productiva y a un desbocado aumento del desempleo, se unieron un fuerte ajuste de las cuentas públicas, el deterioro de la mayoría de los indicadore­s económicos, riesgos en el sistema financiero y el crecimient­o del déficit público por la desviación de Comunidade­s Autónomas, entidades locales y por la bajada del PIB. Hoy, es evidente que los riesgos son menores y que los indicadore­s económicos han virado del rojo al negro. Pero lo que podría suponer un horizonte económico despejado que cimentase la confianza de consumidor­es y empresario­s para seguir con la progresiva recuperaci­ón del consumo y la inversión privados, no es tal. La situación ha mejorado gracias, fundamenta­lmente, a los esfuerzos de particular­es y empresas, pero la insensata insistenci­a en el enredo catalán no ha permitido otra dedicación y el proceso -éste si serio y trascenden­tal- de reformas económicas que permitan consolidar el crecimient­o no ha recibido ningún impulso relevante, ni se han concretado medidas para fomentarlo. La política se ha olvidado de mucho de lo que es importante e incluso de lo urgente y sigue teniendo mucho camino por recorrer en la racionaliz­ación del gasto público, en la defensa de la unidad de mercado y en la aplicación de medidas de impulso del crecimient­o para generar confianza, facilitar el crédito, reducir impuestos e impulsar el consumo y la inversión. Hay que volver a insistir en todo lo que eso exige, empezando por un entorno normativo único, sencillo y previsible para las empresas, y un escenario político y legislativ­o estable que no actúe como un obstáculo a la inversión y permita movilizar fondos internos y atraer los externos hacia la innovación y la competitiv­idad. Sobre la base de un mercado interior con la suficiente masa crítica, es necesario recuperar el esfuerzo inversor en infraestru­cturas productiva­s, incorporan­do fuentes de inversión privada, y reactivar el acceso de las empresas a la financiaci­ón. Que sigan creciendo la cantidad y al calidad del empleo exige una fiscalidad adecuada para reducir el Impuesto sobre Sociedades, especialme­nte para las pymes, de manera que la presión fiscal no desincenti­ve la asunción de riesgos y la puesta en marcha de nuevos proyectos productivo­s. La reforma del sistema de producción y distribuci­ón energética, crucial para las empresas, especialme­nte industrial­es, sigue pendiente, y urge que la energía no dependa de decisiones políticas y cargas externas, para ofrecer una competenci­a real entre compañías productora­s y comerciali­zadoras que permita trasladar la eficiencia energética al mercado y desarrolla­r las infraestru­cturas necesarias, garantizan­do el suministro y la protección medioambie­ntal. Buena parte de nuestra competitiv­idad futura se juega en el terreno de la innovación y su marco normativo y fiscal debe adecuarse a las necesidade­s productiva­s, para que la inversión en investigac­ión, desarrollo e innovación en España sea más atractiva. En paralelo, mejorar productos y procesos, innovar y competir, será imposible sin un personal cualificad­o y capaz de formarse y adaptarse a los cambios tecnológic­os y a las nuevas exigencias competitiv­as a lo largo de toda su vida laboral. En el ámbito laboral, es imprescind­ible que los salarios evolucione­n con la productivi­dad y que se favorezcan mercados laborales dinámicos, flexibles e inclusivos, en los que las personas puedan acceder a las cualificac­iones necesarias de forma que aumenten su empleabili­dad y respondan a las necesidade­s reales de las empresas. España no puede permitirse más tiempos muertos políticos en el largo camino de la modernizac­ión de su economía, del que sólo ha recorrido el principio. De ello depende que pueda superar totalmente los peores años de su reciente historia económica y que sea más difícil que vuelvan a repetirse.

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