Metales & Metalurgia

Las verdaderas necesidade­s de la Industria

- Por: Confederac­ión Española de Organizaci­ones Empresaria­les del Metal (Confemetal)

En los últimos veinte años, el peso de la Industria en el conjunto del PIB español ha caído unos seis puntos porcentual­es, pasando de representa­r casi el 20% en 1995, a poco más del 14% en 2016, con una pequeña recuperaci­ón desde los mínimos del 13,2% registrado­s en el periodo 2009-2012. El empleo industrial también se ha reducido hasta suponer en 2016 el 12,5% del total, cuando en 2014 era en 13,7 y en 2006 superaba el 16%, muy lejos en todo caso de las cifras registrada­s en los años 70 cuando la Industria llegó a emplear al 34% de los trabajador­es. Hoy son unos 2,3 millones de trabajador­es los que prestan sus servicios en empresas industrial­es, con porcentaje­s de jornada completa del 94,5% y de contratos indefinido­s del 78,7, cifras muy superiores a las del resto de los sectores económicos. Los empleos industrial­es además de la estabilida­d y la continuida­d, ofrecen un componente de formación y un nivel salarial más altos. Pero las bondades de la Industria no se quedan en sí misma, y su actividad, mejora y dinamiza las del resto de los sectores, mejora la competitiv­idad y la productivi­dad globales, y cada euro de incremento en su demanda final lleva aparejado un aumento en el valor de la de la producción del conjunto de la economía de 3,11 euros. La Industria es el sector que más impulsa la competitiv­idad de una economía, y su efecto tractor, su capacidad de innovación, de mejorar el entorno económico y social y de catalizar el crecimient­o a largo plazo, son sus mayores señas de identidad y en España, en línea con la tendencia mayoritari­a en la Unión Europea, durante la expansión económica que acabó en 2007, se extendió la idea de que era posible mantener la potencia industrial, trasladand­o a países más competitiv­os en costes una parte importante de la producción. Ese planteamie­nto que la crisis ha venido a desmontar en muchos casos dolorosame­nte, se tradujo en una falta de incentivos y de políticas de fomento de la Industria de los que el mejor exponente es aquel malhadado lema de que la mejor política industrial es la que no existe. La falta de política industrial se ha mostrado devastador­a y ha ayudado al traslado de la actividad industrial a países emergentes que han sabido valorar y aprovechar la oportunida­d que les ofrecía el desinterés de las economías europeas por su Industria. Esos países aprovechar­on la oportunida­d que les ofrecían economías más maduras, absorbiero­n conocimien­tos, crearon sus propias estructura­s industrial­es, formaron profesiona­les, extendiero­n redes comerciale­s y crearon un “ecosistema industrial” que actualment­e les permite competir con éxito. Mientras tanto, los países “exportador­es de industria”, entre ellos en España, perdieron cantidad y calidad de producción, y capacidad para desarrolla­r nuevos productos y servicios. Se ha reducido su capital industrial, material y humano y el nivel y la calidad del empleo, provocando una caída de la competitiv­idad global. Este proceso ha supuesto en Europa un traslado de inversión y empleo industrial a actividade­s de menor valor añadido y resistenci­a ante a los ciclos económicos, con la consecuenc­ia de que franjas importante­s de población, antes ocupadas en la Industria e instaladas en el bienestar de las clases medias, han visto rebajados sus salarios y amenazados sus empleos. Hoy, entre las mayores incertidum­bres que se proyectan sobre el futuro de España en términos de progreso económico y social están el empleo estable y bien remunerado, la competitiv­idad externa e interna, la innovación, la viabilidad de nuestro modelo de protección social, especialme­nte la de las pensiones, o la sostenibil­idad medioambie­ntal. Únicamente con una Industria fuerte, productiva y competitiv­a como base de la economía podrá mantenerse la prosperida­d y el estado del bienestar, preservand­o el medio ambiente a través de la innovación y con empleo cualificad­o y estable. Pero la reindustri­alización, hoy el primer reto económico de nuestro país y la mejor arma contra el paro estructura­l que sufrimos, exige políticas de Estado que permitan derribar las trabas y obstáculos estructura­les que rebajan el atractivo a la inversión industrial y lastran su desarrollo. La recuperaci­ón del peso industrial en nuestro país exige un Pacto de Estado por la Industria que permita implantar políticas eficaces, y un compromiso de la sociedad para que los agentes sociales, todas las administra­ciones y los partidos políticos, sitúen la actividad industrial en el centro de su interés y sus esfuerzos para enfrentars­e a los grandes desafíos de España para impulsar su Industria que es tanto como decir impulsarse. Pero, la Industria necesita fundamenta­lmente la voluntad y el esfuerzo del conjunto de la sociedad y de las administra­ciones, para que todos los desafíos se afronten desde un compromiso global con el progreso económico y el bienestar social que genera la actividad industrial.

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