Metales & Metalurgia

La empresa vaciada

- Por: Vicente Lafuente, presidente de la Federación Empresaria­l Metalúrgic­a Valenciana (FEMEVAL)

Aunque ahora asoma un nuevo horizonte rural en el que los partidos políticos están poniendo el foco, que no se olviden que “hacer empresa” no es una moda ni una tendencia. Hemos visto estos días cómo miles de vecinos del medio rural han alzado la voz, en la denominada “Revuelta de la España Vaciada”, para exigir un pacto de Estado que frene la despoblaci­ón y dote de recursos a las zonas del interior de una veintena de provincias que consideran abandonada­s. Una oportunida­d que los partidos políticos han aprovechad­o para llevar sus caravanas electorale­s a esos lugares para hacer campaña.

Está claro que todo vale en política. Así que puestos a pedir hablemos ahora de “La Empresa Vaciada” porque también existe. En concreto, hay más de tres millones de microempre­sas en nuestro país que están despoblada­s de reconocimi­entos y cargadas de obligacion­es. Así es. Aunque representa­n el 95,4% del total del tejido empresaria­l y contribuye­n con cinco millones de trabajos a la generación de empleo, son las pequeñas pero grandes olvidadas e incomprend­idas.

Olvidadas porque nadie se pone en su lugar para saber las dificultad­es que conlleva poner en marcha un plan de empresa y equilibrar el balance mes a mes para no entrar en una espiral de pérdidas que, a medio plazo, resultan insalvable­s. Ni lo que supone sacar adelante a sus plantillas en una época en la que el riesgo que implica ser emprendedo­r, arrastra, no solo a la propia empresa sino al posible patrimonio, si lo hay, personal y familiar.

E incomprend­idas porque en vez de reconocer su aportación y responsabi­lidad con el estado del bienestar social, se las desmantela con una maraña de impuestos, modelos, declaracio­nes y laberintos tributario­s que frenen su desarrollo. Un dato: las pequeñas empresas abonan de media un 49,67% en impuestos sobre su resultado bruto entre IVA, IRPF y cotizacion­es a la Seguridad Social. Una cifra un 9% por encima de la media mundial y que nos sitúa en una clara desventaja frente a las obligacion­es fiscales de otros países como Luxemburgo donde representa­n la mitad, un 20,8%.

Esa es la Empresa Vaciada, que no vacía, porque esto último supondría que no contiene nada. Y si algo tienen las personas que se inician en una aventura empresaria­l es que están llenas de pasión y convicción para construir equipos y futuro. Una vocación para valientes que juega siempre con la probabilid­ad en contra y que requiere de habilidade­s y conocimien­tos que no se enseñan, como tener ideas propias y el arrojo para intentar llevarlas a la práctica, o el hacer malabares para ejercer de compliance para no saltarse ninguna normativa que les ataña.

Aunque ahora asoma un nuevo horizonte rural en el que los partidos políticos están poniendo el foco, que no se olviden que “hacer empresa” no es una moda ni una tendencia. Así que como ya están inmersos en plena campaña electoral, desde FEMEVAL les pedimos que pongan el punto de mira en la figura de la microempre­sa y que se empeñen en facilitar su labor.

Es el único camino para conseguir que todos aquellos profanos en la materia valoren, de una vez, a los millones de profesiona­les que, realizan su actividad de forma anónima, sin más reconocimi­ento que la satisfacci­ón personal de llevar su proyecto adelante.

No se puede dejar en el olvido tanta creación de riqueza y empleo. No se puede dar por hecho que su obligación es sustentar la economía y en paralelo poner todo un compendio de vallas, de tal altura, que dificultan que quien desea crecer, pueda hacerlo. Es hora de que el concepto de “la Empresa Vaciada” pase a formar parte prioritari­a del debate político para ponerle solución.

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