HISTORIAS VERDES
Enduro en plena Sierra de Guadarrama.
Hubo un tiempo en el que la Sierra de Guadarrama, Madrid, estaba abierta a la moto de campo. No sólo eso. Hubo un tiempo en el que los Seis Días de Enduro se disputaron en lo que hoy es un Parque Nacional.
Aprincipio de los años sesenta del pasado siglo no existía el enduro tal como lo conocemos hoy. El antecesor de esta especialidad era la regularidad, una suerte de rally que se disputaba entre carreteras y caminos. A decir verdad, en aquellos años había pocas diferencias entre unas y otros. Pero el incremento de la circulación y las complicaciones para cerrar carreteras al tráfico para hacer competiciones, sacó definitivamente a las motos del asfalto y las llevó al campo, y la regularidad pasó a denominarse todo terreno.
Coincidió este momento con la expansión de la moto de campo, lo que propició que el todo terreno fuera una especialidad en auge. En España se popularizó enseguida, y el número de competiciones se incrementó, aunque no era sencillo organizar este tipo de carreras. Todo lo contrario: era el reto más complejo al que podía enfrentarse un club.
En Madrid, el Real Moto Club de España (RMCE) se volcó de lleno con la especialidad, en buena medida impulsado por Luis Soriano, su presidente y futuro presidente de la federación española (RFME), gran aficionado a la moto de campo desde sus tiempos como competidor habitual de las carreras de regularidad que organizaba el club madrileño. Soriano, ya en 1965, aspiraba a organizar unos Seis Días en Madrid en un plazo de tiempo no muy lejano.
Sólo cinco años después, esa idea se hizo realidad. La historia de los Seis Días de Enduro de El Escorial está recogida en un extraordinario volumen obra de Javier Benito (ISDT 1970 El Escorial. Racing Service, 2010). Mi trabajo en la elaboración del libro del centenario del RMCE me permitió descubrir también cómo se gestó aquella formidable carrera, que permitió que por primera vez los ISDE recalaran en nuestro país.
En 1966, el club organiza los Dos Días de Todo Terreno del Guadarrama. Soriano, desde su estratégica posición dentro del complejo engranaje del régimen franquista -fue subjefe provincial del Movimiento (Falange) en Madrid-, supo tocar las teclas oportunas para conseguir permisos y autorizaciones en determinados terrenos. Por ejemplo, muchas zonas de la sierra de Guadarrama estaban bajo la titularidad de Patrimonio Nacional. «¡Con la iglesia hemos topado, Sancho!» Pero el buen hacer de Soriano en aquellos sombríos despachos propició todo tipo de facilidades al RMCE.
Soriano accedió a la presidencia de la federación en 1967, y ese mismo año el RMCE solicita formalmente en la Asamblea Nacional de la RFME la organización de los Seis Días. Las siguientes ediciones se adjudicaron a Italia (1968) y Alemania Federal (1969), respectivamente, y también se contemplaba que la República Democrática Alemana (RDA) hiciera la carrera en 1970.
EL SALVOCONDUCTO DE ANTONIO CASTRO
Con más entusiasmo que certeza, los hombres del club se pusieron manos a la obra para trabajar en la organización de la carrera, con el convencimiento de que tarde o temprano terminarían organizándola, dedicándole casi tres años de trabajo a su preparación.
El club organizó diferentes carreras de todo terreno en Guadarrama y Navacerrada que llegaron a ser terriblemente exigentes por su duro recorrido, pero permitieron adquirir experiencia en las labores de planificación. Además, en 1969 el RMCE se encargó de la organización de los Dos Días Internacionales de Todo Terreno del Guadarrama, carrera puntuable para el Campeonato de Europa, creado un año antes. En ese momento el club no sabía que aquella carrera resultaría determinante para la adjudicación de los Seis Días. Por cierto, al principio fueron los ISDT -International Six Days Trial-, pero en 1981 el TT pasa a denominarse oficialmente Enduro, y así los ISDT se convierten en ISDE: International Six Days Enduro.
Una de las tareas más complejas los Seis Días era el marcaje, y la primera labor de selección y definición del recorrido fue encomendada a Antonio Castro, colaborador esencial del club durante más de medio siglo. Castro recibió una autorización, un salvoconducto -quien tuviera uno ahora-, que le permitía circular libremente por cualquier camino que atravesara la sierra de Guadarrama, un papel que cincuenta años después todavía conserva cuidadosamente plegado y en buen estado.
Durante meses, cuando cerraba su comercio, Castro ponía rumbo a la sierra, muchas veces en compañía del inefable Pablo Arranz «Cauca», y recorría caminos,
senderos y veredas. Cada cierto tiempo renovaba el permiso y seguía con su labor, monte arriba monte abajo, disfrutando de toda la sierra prácticamente para él solo. En los meses previos a los Seis Días, el equipo de marcaje salía tres veces por semana a recorrer la sierra, contando con la colaboración de los vecinos, que ayudaban a encontrar el paso adecuado, sorprendidos de que pudieran atravesar con sus motos por determinados lugares.
Lo cierto es que ese trabajo no fue en balde, y sirvió de base para preparar los Dos Días Internacionales del Guadarrama de 1969. A la satisfacción por el buen resultado de la carrera, elogiada por todos, se sumó una inesperada sorpresa en el congreso de otoño de la FIM, celebrado en Liubliana, la actualidad capital de Eslovenia, el 11 de octubre de 1969.
La FIM se encontró con la imprevista renuncia de la RDA, aunque la ADMV, federación motociclista de Alemania Democrática, desistió de la organización con la condición de que la carrera fuera asignada a un país que nunca antes hubiera organizado los Seis Días. Y la FIM, presidida desde 1965 por Nicolás Rodil del Valle, a la vista de la excelente organización del RMCE en el Europeo, se decantó por España, adjudicando la organización de la prueba a la RFME. Y así se materializaron los sueños del club, tras años de trabajo dedicado a la preparación de la carrera.
El parque cerrado se estableció en El Escorial, a la espalda del Real Monasterio, y la carrera discurrió entre las provincias de Madrid, Ávila y Segovia, atravesando nada menos que 47 ayuntamientos. Eran otros tiempos. Ahora, ni cruzar la sierra en bicicleta se puede. MV