Reportaje: Rider 500.
MOTOCICLISMO SE VA A LA RIDER 500. Ramón Riesco ganó el concurso que realizamos junto con Triumph para participar en la Rider 500 a lomos de sedas Tiger 1200, una experiencia que se convirtió en una aventura de más de 12 horas de duración.
La Rider 1000 se ha convertido en todo un fenómeno en sus ya seis años de existencia. El reto de afrontar un millar de kilómetros por carreteras secundarias en un día ha calado, y edición tras edición no ha dejado de aumentar su éxito. Las inscripciones se cierran prácticamente al mismo tiempo en que se abre el plazo, y la organización ha tenido que habilitar sistemas para premiar a los veteranos y permitirles lograr participar de nuevo. Este año 2.500 motos se prestaban para iniciar la prueba el Manresa, y entre ellas se encontraban dos flamantes Triumph Tiger 1200 con nosotros a bordo.
LA EXPERIENCIA ES UN GRADO
No hay nada como conocer de antemano, cuanto más mejor, lo que vas a hacer. Pero nosotros somos expertos en presentarnos a cualquier actividad sin la menor planificación, confiando en que la aventura nos saldrá bien. Y la verdad es que esta vez más o menos también logramos sortear las dificultades.
Con las dos Triumph Tiger 1200, una XRT y una XCA que recogimos en Italo Motor en Barcelona, nos dirigimos a Manresa para formalizar las inscripciones y acumular información. La Rider es una prueba realmente espectacular por muchos motivos, y uno es la cantidad de participantes que tiene. Sin embargo la organización consigue que no haya grandes aglomeraciones, al menos nosotros no las sufrimos. Pudimos inscribirnos sin colas a mediodía y Joan Ferrer y Pep Requeña nos explicaron junto con otros participantes los pormenores de la prueba. Lo que no sabía es que el recorrido estaba en la web, incluidos archivos para descargar en el teléfono o el navegador, pero no impresos. Ni llevábamos navegador ni soportes para los teléfonos, ni cargadores
para que se mantuviesen con carga durante todo el recorrido, así que lo primero que hicimos fue buscarnos la vida para intentar apañar algún sistema que nos indicará más allá de unos folios que se había traído de casa Ramón, dónde tendríamos que ir a partir de las 8: 30 de la mañana, nuestra hora de salida.
Encontramos un “chino” de estos que tienen absolutamente de todo muy cerca, y por supuesto, tenían cargadores para la toma de un mechero, y soportes impermeables para sujetar el teléfono al manillar. Todo muy barato, pero los enchufes no encajaban en la toma de la Triumph, y los soportes se pasaron de rosca nada más ponerlos. Nuestra alegría duro cinco minutos. La siguiente opción estaba clara, con más de mil participantes que salían constantemente, nada más fácil que seguirlos para hacer el recorrido. Si esta es alguna vez vuestra opción, no la pongáis en práctica, es un error garrafal. No te imaginas la cantidad de gente que está en estas mismas condiciones, buscas un guía, pero es una moto tan despistada como la tuya.
NO CORRAS, ES PEOR
Saliendo a las ocho y media no nos teníamos que pegar un gran madrugón, pero no llegamos lo suficientemente pronto como para tomar el desayuno de la organización. En el aparcamiento del hotel me habían robado el adhesivo que indicaba el orden de salida, pero afortunadamente el de la Triumph de Ramón seguía en su pantalla, y dando las explicaciones pertinentes conseguimos llegar juntos al arco de salida. Como teníamos que poner unas cámaras de vídeo, paramos justo después de salir, eran las 8: 30 h, y perdimos nuestra primera media hora con la instalación. Después, seguimos al primer grupo que pasó junto a nosotros, Ramón que tenía nuestros únicos papeles de guía primero. La verdad es que el grupo era variopinto, parecía que todos se conocían. Lo lideraba una moto cuyo conductor llevaba un peto fosforito y había todo tipo de motos. No iban muy deprisa, más bien despacio. Los siguientes grupos nos alcanzaron y nos pasaron, y al cabo de un rato le hice señas a Ramón para que nos fuésemos con otro grupo. Fue nuestro primer error, porque es verdad que íbamos más deprisa, pero en un momento determinado empezamos a ver motos circulando en sentido contrario, mala señal. Al cabo de un rato el primero del grupo se paró y supimos que nos habíamos perdido. Nos habíamos hecho más de 30 km.
Media vuelta un buen rato hasta el primer desvío, nueva carretera, y de repente el asfalto de convierte en grava, tierra, baches y agujeros. La verdad es que las dos Tiger 1200 se desenvolvían perfectamente, pero llegamos de nuevo a la cola de nuestros guías iniciales, y ahí, en la grava, no pasábamos de unos 30 km/ h. Se formó una cola interminable porque no merecía la pena ir adelantando, las
motos iban muy juntas. El tiempo pasaba y el primer control no llegaba nunca. Pero llegó, eso sí mucho más tarde de lo esperado.
Inicialmente nos habíamos planteado hacer la Rider 500 en unas 10 horas, contando con una de descanso para comer. Mal empezábamos, y mal en este sentido íbamos a seguir. En el primer control decidimos aprovechar para desayunar. En el hotel nos habían hecho un kit de supervivencia la noche anterior, que contenía un enorme bote de zumo, bollos, sandwiches y fruta, y lo habíamos colocado todo en el cofre de la Tiger 1200 XCA, que era la que llevaba las maletas instaladas. Cuando acabamos nos pusimos a investigar quienes parecían buenos candidatos para servir de guía en el siguiente tramo, y elegimos un grupo liderado por una BMW S 1000 XR con un fl amante navegador perfectamente instalado. Salieron y nos dispusimos a seguirles, pero simplemente perdiendo el tiempo que tardamos en ponernos los guantes, desaparecieron de nuestra vista. No fue tan grave, pero inicialmente lo parecía. Poco después un grupo avisaba de que algo había ocurrido, una moto estaba caída en la cuneta, aunque si consecuencias para sus ocupantes. En el siguiente cruce otro participante que venía en dirección contraria nos preguntaba por el primer control. Parecía que los había todavía más perdidos que nosotros.
PACIENCIA
En la población de Cardona el grupo al que seguíamos se metió en el pueblo, y después de recorrerlo de cabo a rabo, paró a desayunar en un bar. Seguimos a otro participante cercano, y nos volvimos a perder. El soporte del teléfono estaba roto, no había señal para usar el programa de guía, y sólo teníamos una ruta en el papel para guiarnos. Fuimos y volvimos de Cardona a Suria unas cuatro veces sin encontrar el desvío. Se cruzaban motos para arriba, para abajo, pero nunca encontrábamos dónde se desviaban. Una media hora perdida y kilómetros que se sumaban. Afortunadamente como os cuenta Ramón, las Tiger 1200 son motos muy cómodas, amplías, sin vibraciones. Puedes estar encima de ellas horas sin problema. Al fi nal tuvimos la suerte de ver unas motos que se desviaban después de
hacer un desvío extraño, y volvimos a la ruta. Siguiendo a unos y otros llegamos al segundo punto de control, la intersección del bucle en qué consistía el recorrido
Eran más de las 12: 30 y efectivamente estábamos en el segundo control, eso sí, después de habernos hecho con nuestra primera estrella suplementaria en un control secreto que verifica que haces la ruta exacta que sugieren los organizadores. En la carpa que Triumph había instalado en ese punto nos atendieron de maravilla, como al resto de los usuarios de la marca, y aunque no pudimos lubricar la cadena por razones obvias, descansamos y zampamos algo. 200 km y más de cuatro horas. Teníamos que hacer casi 600 km, así que visto lo visto la previsión no se iba a cumplir, sobre todo teniendo en cuanta que si nos seguíamos perdiendo íbamos a hacer más de 700 km al final. Al ir a iniciar la ruta vimos que del cofre de mi Tiger caían gotitas. Lo abrimos y descubrimos que una botella de agua y un bote de zumo se habían abierto. Los kit de supervivencia flotaban en una piscina de líquido pringoso de color anaranjado.
Lo cierto es que los siguientes dos tramos los hicimos bastante bien en todos los sentidos. El tercero llegó casi por sorpresa, sin que cometiésemos ninguna picia, eso sí haciendo curvas y curvas una detrás de otra. Tenía un poco de miedo que la Tiger 1200 fuese mucha moto para Ramón en lo que respecta a su peso y tamaño, pero iba de maravilla. Ya había empezado a usar el cambio asistido sin usar el embrague y a juguetear con todo lo que la moto trae como equipamiento de serie, desde la pantalla ajustable o los puños y asientos calefactables. Con toda la electrónica, que incluye no sólo las suspensiones electrónicas, sino ABS de funcionamiento en curva, múltiples modos de conducción, o controles de seguridad por todas partes, la verdad es que vas en ella con una seguridad pasmosa. En los alrededores de Banyoles nos volvimos a perder, pero
poco, y además el camino que hicimos cortó un poco la ruta original, por una vez no palmábamos tiempo.
NUNCA ACABA
Llegar de nuevo al segundo control, que también era el quinto, fue una aventura. Primero nos desviamos para echar gasolina. Las Triumph se hicieron toda la Rider 500, incluidos los 100 km extra por las pérdidas con menos de dos depósitos. El consumo oscilaba arriba y debajo de los 4 litros, y no echamos más de 18 litros. Al desviarnos perdimos la ruta y entramos mal. Estuvimos otra media hora larga junto a una buena partida de compañeros buscando el control hasta encontrarlo fi nalmente. El oasis que habíamos encontrado por la mañana había desaparecido, no había tiendas, la mayoría de las motos ya había pasado, veíamos que la noche se nos iba a echar encima, y nos quedaban todavía dos controles.
Camino de Solsona Ramón tuvo un momento de bajón, pero la verdad es que yo los había sufrido mucho antes. Tantos kilómetros, tantas curvas, tantos paisajes, acaban proporcionando demasiadas emociones. Y eso que, sinceramente, nuestros cuerpos estaban perfectos. En este sentido las Tiger 1200 se comportaban como motos ejemplares. Solsona fue nuestro último tropiezo. Conseguir el quinto sello se convirtió en una odisea. Primero entramos detrás de unas motos que volvieron a salir por el otro lado de la población, luego nos unimos a un grupo de scooters que hacían la Rider 300, más tarde a un par de motos detrás de las que ya habíamos estado al salir del cuarto control, luego unas custom. Eso nos llevó bastante más de media hora. Al fi nal en una gasolinera pregunté a un grupo y me aseguraron que sabían dónde estaban. Cuando llegamos a la misma plaza en la que habíamos estado tres veces empecé a pensar que nunca lo conseguiríamos. Otro participante con una custom al que acompañaba su mujer estaba que fumaba en pipa.
Pero no hay que desesperar, el grupo tenía recursos, nos sacó de Solsona, y en la carretera de Manresa estaba el dichoso puesto, en el interior de un bar. Ya había empezado la fi nal de la Champions. Llegar a Manresa fue casi coser y cantar, aunque se nos hizo de noche. Antes de las diez de la noche entrábamos por el arco de entrada de la meta. Nuestros compañeros nos esperaban, y Ramón y yo disfrutamos con la satisfacción del reto cumplido. Las motos habían demostrado su valía, estábamos enteros y perfectos. No te digo que listos para empezar de nuevo, pero sí que si te planteas hacer la Rider 1000 el año que viene, piensa en una Tiger 1200, la acabarás de una pieza.