Las historietas de un personaje
He de confesar que hoy, con la Comunidad de Madrid todavía inmersa en la “Fase 0”, por tanto, confi nado en casa hasta la hora del “recreo”, que es a partir de las 8: 00 de la tarde, me pongo frente a mi ordenador con un confl icto de emociones y sentimientos. Sé que lo que está sucediendo a nivel global tiene focalizado al mundo entero y todos los demás asuntos, los problemas de cada cual, parece que ahora carecen de importancia. No es para menos. Nuestra vida ha cambiado, va a cambiar más y no todo será necesariamente hacia mejor.
Hoy tengo la sana alegría de poder asomarme, como espero hacer cada mes, para estar en contacto contigo, amigo lector, a esta nueva y singular ventana que es la última página de la revista que tienes en tus manos, el nuevo MOTOCICLISMO mensual. Por otro lado, también siento la nostalgia de que LA MOTO, la revista que hasta la fecha ha sido “el mensual de Motociclismo”, como cabecera ha desaparecido, precisamente cuando acababa de cumplir los 30 años de vida, pero me consuela pensar que en realidad está integrada en este nuevo MOTOCICLISMO.
Recuerdo perfectamente el mes de mayo de 1990, con Claudio Boet como director y mi humilde aportación como colaborador de esa recién nacida publicación. Tres años más tarde, en 1993, mi buen y añorado amigo Cesar Agüi, tomó las riendas de la revista, impregnándola de ese sello suyo tan personal de entusiasmo y emoción. En el 2004 un desafortunado accidente de circulación se lo llevó por delante un 17 de mayo y desde entonces hasta hoy, ha sido el director- fundador honorífi co de la publicación.
El timón de la revista cayó en las mejores manos posibles, Pepe Burgaleta, que asumió con valentía ese difícil reto y como él mismo dijo: “hacer el trabajo de César es prácticamente imposible, a no ser que seas el propio César…”. Pepe supo manejar los aparejos y capear el viento con maestría, mejoró e incorporó nuevas secciones, haciendo de LA MOTO el mensual de referencia en toda Europa.
Personalmente La MOTO ha sido “mi revista”, aunque mis inicios profesionales como “plumilla” fueron en MOTOCICLISMO, en el año 1984, a instancias del director de entonces, Javier Herrero ( otro grande también desaparecido, víctima de un cáncer en el 2013), donde empecé a escribir una especie de crónica de carreras que relataba desde los mandos de mi moto. Luego pasé a colaborador del equipo de pruebas, el centro técnico, presentaciones de producto… etc.
Fue en mayo de 1999, hace 21 años, en el número 109 de la LA MOTO, cuando César me propuso hacer esta última página, que la titulé “Desde el rincón de mi garaje”. En cuanto al contenido me dio carta libre para que contara más o menos lo que quisiera, pero debería ser de una forma desenfadada, de lectura fácil ( él no sabía que no sé escribir de otra manera), nunca demasiado trascendente y a ser posible que pudiera arrancar una sonrisa al lector, que siempre suele ser lo más difícil. Y por supuesto, que tratara de motos.
La primera de mis historias, la titulé “El botecito” y como hoy también es la primera de esta nueva etapa y aquella me ha dado tanta suerte, la quiero recordar. Los protagonistas eran una Laverda 1000 del ‘ 75 que había adquirido de segunda mano, tras muchos esfuerzos juntando ahorros y un botecito de spray de la recién aparecida marca Nural ( entonces no cité el fabricante), hoy creo que pertenece a una gran empresa especializada en pegamentos. El botecito era un aceite afl oja- todo y repelente a la humedad, que descubrí trabajando en la perfumería y droguería de mi madre de la calle Ferraz. Yo echaba una mano allí mientras hacía la mili y esa tarde estaba despachando en la tienda cuando llegó el comercial de la citada empresa para ofrecernos su nuevo y milagroso producto. Me tocó atenderle.
Al señor se le veía eufórico con lo que vendía, me presento el artículo como un ungüento milagroso: "¡¡ Nuevo, anti- humedad, anti- corrosivo, afl oja todo, aplicando una ligera capa y dejando actuar unos segundos, lo que no funciona vuelve a funcionar!!". Yo le miré un poco escéptico mientras me hacía el panegírico de virtudes y aplicaciones y casi sin dejarme hablar, me pidió si le podía proporcionar un cubo de agua. Le saqué el cubo y me dijo que si le acompañaba a la calle. En la puerta había aparcado un Seat 850 4 puertas, lo pone en marcha, abre el capó trasero donde va alojado el motor, coge el cubo de agua y sin cortarse un pelo se lo echa directamente por encima. Como era de esperar, con un sonido ahogado… el motor se para. Intenta arrancarlo de nuevo, pero es inútil. Le miro perplejo y él sin inmutarse, se remanga, desmonta la tapa del delco, rocía bien con el spray todos los componentes del interior platinos, pipa, tapa y salidas de los cables, aplica también en la bobina de alta y en los cuatro cables de las bujías con sus correspondientes pipas. Lo vuelve a montar todo tranquilamente, entra en el coche, le da a la llave y arranca a la primera. Me quedé atónito.
Evidentemente le compré un expositor completo del producto que vendí como rosquillas y tuve que repetir el pedido varias veces. De hecho, yo fui el primer cliente, pues uno se alojó directamente a la guantera de mi Laverda, porque su encendido Lucas no era muy de fi ar con el agua cerca.
Lo que contaba en esa historia era mi experiencia personal y cómo me salvó el botecito en cuestión, volviendo de excursión por la carretera de los pantanos, en una lluviosa y oscura tarde de domingo de invierno. Pero creo que sigo hablando demasiado y me he quedado sin espacio para continuar, así que mi querido amigo, si quieres saber la historia completa, no te quedará más remedio que buscar en tú colección el número 109 de la revista LA MOTO, si no la tienes, habrá que intentarlo en la hemeroteca y si esto también falla… escríbeme, que yo te lo mando.
ME PONGO FRENTE AL TECLADO CON UNA MEZCLA DE EMOCIÓN Y SENTIMIENTOS ENFRENTADOS