Entrar en Mauritania tiene miga
La magnífica cena de ayer con vistas a la bahía de Dajla nos reconfortó de las calamidades anteriores, pero en ese mismo escenario, a la hora del desayuno Antonio estaba algo decepcionado. Finalmente no habían conseguido reparar la llanta porque tenía una fisura interior muy fea. Por la noche David y Antonio hicieron otra intentona buscando algún taller en la ciudad, pero fue en balde. Villa Cisneros, la otrora ciudad española fundada en 1884 tras la marcha de los españoles en 1975 formó parte de Mauritania hasta el 79, pero posteriormente fue invadida por los marroquíes que se encargaron de eliminar cualquier rastro de presencia española, a excepción de una iglesia, el faro y un pequeño torreón. Hace relativamente poco tiempo, en 2005, se produjeron fuertes altercados entre manifestantes a favor del Frente Polisario y la policía marroquí. Como veis, si llegamos a hacer este viaje unos años antes no nos hubiese hecho falta, ni el pasaporte, ni aprender francés. Bueno la lengua de Proust todavía la tenemos que trabajar un poquito más.
Hoy solo teníamos que hacer 261 km hasta Bir Gandouz, y decidimos apurar al máximo nuestra estancia en el Club Dajhla. Saboreando el café en la terraza con unas bonitas vistas, notamos que empieza a levantarse algo de viento y para cuando lo hemos acabado ya sopla con fuerza de nuevo, así que ¡ todos a las motos! Esperamos a Perita que se ha acercado al centro a cambiar los Conti Trail Attack por unos TKC80 de tacos que llevamos en la furgo. Está como loco sacar la Africa Twin del asfalto y hacer un poco el cabra. Para cuando nos ponemos en marcha la tormenta de arena ha vuelto a despertar, como si nos hubiera estado esperando.
HOTELES CON ENCANTO
En estas condiciones no se va nada mal en la Furgo, ¿ verdad Antonio? La etapa fue de más viento, poca visibilidad y la arena colándose por cualquier resquicio para complicar aún más la conducción, sufriéndola en los ojos, masticándola si se te ocurre abrir la boca, y tapando la nariz. Parada obligada para hacernos una foto en el cartel que marca el Trópico de Cáncer y ya estamos en el Barbas, el famoso “hotel” de carretera, último lugar donde dormir bajo techo antes de la frontera con Mauritania. A decir verdad, el sitio es, cuando menos, curioso. Un jardín, cubierto en toda su extensión por una red, hace las veces de hall, vestíbulo, recepción y restaurante, aunque esto de restaurante es mucho decir. Unas mesas repartidas aquí y allá con sillas de plástico viejas y sucias son todo el mobiliario. Pasean a su alrededor un montón de gatos a la espera de que les caiga algo de comida. Las habitaciones están en consonancia con el resto, pero hay que reconocer que hemos hecho guardias en peores garitas. Lo bueno es que nos han dejado meter las motos dentro del jardín y ahí hemos improvisado un taller de urgencia, que necesitaban una limpieza de filtros urgente. Sin exagerar habrán