Homenaje a las Board Tracker
ZEPPELINA V72 ES PURA DEPORTIVIDAD, EVOCADORA DE UNA ÉPOCA DE VALIENTES QUE PONÍAN SUS VETUSTAS MÁQUINAS A FONDO CON UNOS CHASIS, GOMAS Y FRENOS, CUANDO LOS HABÍA, QUE AHORA NOS PONDRÍAN LOS PELOS COMO ESCARPIAS. ES UNA MOTO ABSOLUTAMENTE RADICAL EN LA MÁ
Hubo un tiempo en que las motos no corrían sobre asfalto, sino en circuitos ovales hechos con tablas de madera. Fue la época de las Board Trackers y sus descerebrados pilotos. Eran motos sencillas y desnudas con el único objetivo de alcanzar la máxima velocidad, como esta réplica de Kacerwagen. Su aspecto es inconfundible y la obsesión por la fi delidad en los detalles ha llevado a Chus al extremo de prescindir hasta de las suspensiones. Una máquina genuina que vamos a ver en detalle.
Kacerwagen es un taller especializado en construir y personalizar motos con sede en la costa de Huelva, y Jesús, Chus, o "Gsus", es su alma mater. Es gracioso lo de "Gsus", porque es además un acorde musical ( Sol suspendido). Esta obra del constructor de Mazagón es visualmente bonita y evocadora. Quiero arrancar su motor y escucharla, sentir el tacto de sus mandos, su vibración. Solo se me ocurre meterla en un óvalo y abrir gas a fondo, como un prófugo del infi erno, hasta el límite del motor y dejarla descansar ( porque está claro que soy incombustible y los años no han hecho mella en mi cuerpo) para volver a la carga y rebajar el tiempo. Pero antes, veamos un poco más en detalle esta moto inspirada en las Indian de los años 20.
BASTIDOR A MEDIDA
El trabajo de Chus en esta moto es todo un ejemplo de artesanía y reutilización de materiales. Para empezar, partiendo del chasis de una Yamaha SR250 Special, del que apenas queda la pipa de dirección, fabricó un nuevo bastidor, de innegable inspiración deportiva de la época, en hierro soldado con TIG. Es destacable el hecho de que Chus no hace bocetos, sino que intenta plasmar en metal lo que su cabeza va elucubrando bajo el infl ujo de vaya usted a saber qué. Pero el caso es que le funciona. De hecho, el mismo Chus nos comentó que lo más difícil de esta moto fue acertar con un correcto equilibrio de las proporciones, para que no resultase caricaturesca. Y todo
LA OBSESIÓN POR LA FIDELIDAD EN LOS DETALLES HA LLEVADO A CHUS A PRESCINDIR DE LAS SUSPENSIONES
sale de su cabeza. Fabricó sus propias tijas en las que incorporó el manillar, también de la casa, y le montó una horquilla rígida que él mismo elaboró en el taller. Para seguir con la parte ciclo, la rueda trasera mantiene la disposición de la Morini Kanguro 350 original, pero con la corona montada alrededor del tambor de freno, Así obtuvo un aspecto despejado y simple que encaja muy bien con el concepto de moto nervuda y atlética. Una goma Shinko de diseño retro, remata la parte trasera. Delante aprovechó la llanta de la SR y le montó un freno de tambor de doble leva mandado por un varillaje que él mismo hizo, al igual que las manetas, tanto de freno como de embrague. En este caso, el neumático es un Avon Speedmaster, otro clásico de este tipo de construcciones.
RECICLAJE AL PODER
En cuanto al motor, éste procede de la Morini Kanguro 350 de 1987, aunque Chus tuvo que desarmarlo completamente, reconstruirlo de nuevo y hacerle algunas modifi caciones, como rebajar y suavizar el perfi l de cilindros, culatas y tapas de balancines, para ofrecer ese aspecto redondeado que es el que se espera de una moto de principios del siglo XX. Y si no tienes la Kanguro original en mente, mira en imágenes porque vas a llevarte una sorpresa. Todo parecido con el original es pura coincidencia. Libre de plásticos, con nuevo chasis, nueva parte ciclo y solo con lo imprescindible. ¿ Ya he dicho que no tiene ni un plástico? No hay que fi jarse mucho para ver material reciclado por todos lados. Aquí no se tira nada. La tapa del motor es de latón de no se sabe dónde, las trompetas de los carburadores son unas viejas copas de cocktail, también de latón, y la fontanería de recirculación de gases del motor es de cobre, proveniente de un viejo aire acondicionado. El embrague es en seco, no tenemos ni idea de dónde lo habrá podido