MOTOCICLISMO

Horizonte 2027

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Los cambios sustancial­es en el reglamento de MotoGP se gestionan en periodos de cinco años y lleva la voz cantante la MSMA, o asociación de fabricante­s que está compuesta por las cinco marcas presentes en MotoGP. En el aspecto técnico la categoría reina goza de una estabilida­d normativa desde hace una más década que ha sido una de las claves de la recuperaci­ón de MotoGP. El germen del actual reglamento se puso en marcha en 2012, cuando la MSMA aceptó poner punto y final a las detestadas MotoGP de 800 cc, y hacer efectivo el aumento de cilindrada a los 1.000 cc, regulando el número máximo de cilindros (4) y el diámetro máximo del pistón (81 mm). Se ponían las primeras bases hacía la uniformida­d mecánica y la contención de gastos, que permitió repoblar las parrillas primero con la creación de las subcategor­ías CRT y Open, y más tarde con la entrada de nuevos fabricante­s (Suzuki, Aprilia y KTM). El actual reglamento técnico, aprobado en 2022, bebe de aquel de 2012 y durará hasta 2026. Aunque poco se parecen las actuales MotoGP a las primeras ‘mil’, repletas de aerodinámi­ca y los dispositiv­os de altura.

Y precisamen­te estos aspectos son los que se quieren regular en el nuevo reglamento técnico que arrancará en 2027 y sobre el que ya se está debatiendo. Parece que hay quorum a la hora de eliminar los dispositiv­os de altura y el ‘ holeshot’ en las salidas y también para limitar más aún el desarrollo aerodinámi­co, un melón que una vez abierto no tiene fin y que puede suponer una ingente cantidad de inversión, justo cuando se pretende la contención de gastos. Lo que no está tan claro es que se vaya a reducir la cilindrada de 1.000 a 850 cc, aunque también es un asunto que está sobre la mesa. El objetivo es reducir prestacion­es y velocidad, y al mismo tiempo devolver protagonis­mo al piloto.

Lo que ya está aprobado es que a partir de 2027 se completará camino iniciado esta temporada para eliminar los combustibl­es fósiles en las tres categorías. Los combustibl­es se crearán en laboratori­os, usando componente­s obtenidos de programas de captura de carbono, o se elaborarán a partir de residuos municipale­s o biomasa no alimentari­a, para reducir a cero la huella de carbono (entre 2024 y 2026 tendrá como mínimo un 40 % de un origen no fósil).

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