Motor Clásico

EL KIT DE TOMASO Y UN LOTUS ELAN

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El último tercio de los años sesenta me pilló obsesionad­o con mejorar las prestacion­es del Simca 1000 que iba a heredar en cuanto tuviese carné de conducir, así que rebuscaba informacio­nes al respecto y daba tremendas tabarras a mi padre, que era quien debería sufragarme cualquier posible preparació­n.

Bullían en mi mente opciones que iban desde la fórmula básica (escape y filtro de aire más libres, retocar culata, ajustar carburació­n y puesta a punto final) hasta convertirl­o en Simca Abarth 1150, cosa disparatad­a por su complejida­d y coste, pues requería empezar pasándolo de 68 x 65 a 69 x 76, es decir, cigüeñal, bielas, pistones, culata, distribuci­ón, carburació­n, etc. Y entremedia­s sopesaba los retoques más o menos profundos aconsejado­s en los consultori­os de AUTOMECÁNI­CA y AUTOPISTA, que reconocía realistas, pero no eran «lo que yo anhelaba leer».

Tal era mi panorama cuando en una tienda de repuestos especiales de la madrileña calle Bordadores vi un kit De Tomaso que me conmocionó porque «con sólo montar sus componente­s» (culata, válvulas y muelles especiales, tapa de balancines, carburador de doble cuerpo, colector de admisión, filtro de aire y un escape «4a 1» de diseño bastante decentito) prometía¼ ¡160 Km/h!

¡Sí señor, eso es lo que yo quería que «me vendiesen»! Era caro y de sobra comprendía que quimérico, pero su relación simplicida­d/ precio/promesas lo convirtió en mi machaco- nería predilecta, que mi padre siempre zanjaba con este razonamien­to: «Para alcanzar 160 con el desarrollo de serie tendría que ir a 6.700 rpm, y eso, aunque lo lograse Ð que sin cambiar el árbol de levas ni subir la cilindrada sólo me lo creo en cuesta abajoÐ destruiría el motor en nada, sobre todo con tus manitas, así que olvídalo».

Ahí andábamos tira y afloja hasta que un día, repostando en la Estación de servicio Cars Ð sita en Bravo Murillo esquina a Ríos Rosas, y conocida como «la gasolinera de las chicas» porque la atendía personal femenino, cosa muy rara y atrayente entoncesÐ vi aparcado enfrente, a la puerta de la actual tienda de motos Motor-City (que entonces también tenía cosillas especiales para coches), un Simca 1000 bajito¼ ¡y con pegatinas De Tomaso!

Por supuesto, cruzamos, lo miré, lo remiré, y mientras luego ojeábamos los escaparate­s (donde también anunciaban el dichoso kit), salió su dueño, nos ofreció verlo con el capó abierto (sospecho que tenía interés comercial en ello), y tras encomiar sus prestacion­es enfiló la Avenida de las Islas Filipinas con un sonido y una brillantez que me pareció «lo que yo soñaba», así que redoblé la paliza paterna en plan «¿Has visto? ¡Qué bien va!».

No sé si sorprendid­o o mudo por la exhibición, no me respondió, lo que aumentó mis esperanzas, pero justo cuando íbamos a marcharnos vimos un Lotus Elan parado en el semáforo de Bravo Murillo (que aún era calle de doble sentido) esperando para subir hacia Cuatro Caminos, así que como nos fascinaba a ambos, aguardamos con la ilusión de ver una arrancada bonita, ¡y vaya que la vimos!

Si el conductor del Simca lució su kit De Tomaso, el del Lotus (que me pareció el piloto Jaime Lazcano) nos dejó más clavados que a quienes estaban junto y tras él. Hasta cierto punto lo esperaba porque sabía que la arrancada de un Elan era Ð y aún esÐ espectacul­ar, pero la asombrosa y apenas ruidosa facilidad con que salió disparado sin disminuir su aceleració­n hasta donde lo perdimos de vista, me pasmó tanto como si me hubieran dado una ducha helada por sorpresa. En cambio, a mi padre le devolvió el habla¼ y la coña, así que parodiando lo que acababa de decirle, dijo con sorna: «¿Has visto? ¡Ese sí que va bien!».

Aquel Lotus y aquella guasa tuvieron varios efectos en mí: descarté y olvidé el kit De Tomaso, recuperé la razón, y mi Simca pasó por nuestro taller de confianza (Auto Técnica), donde con experta sensatez, Antonio y Pepe Madueño lo convirtier­on en un divertido juguete que aún recuerdo con inmenso agrado por su magnífica relación fiabilidad/precio/ prestacion­es. ¡Qué tiempos! mc

PARODIANDO LO QUE ACABABA DE DECIRLE, MI PADRE ME DIJO CON SORNA: «¿HAS VISTO? ¡ESE SÍ QUE VA BIEN!»

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 ??  ?? Desde niño sobre ruedas.
Andrés Ruiz fue director técnico de Motociclis­mo y es colaborado­r de Motor Clásico desde 1990.
Desde niño sobre ruedas. Andrés Ruiz fue director técnico de Motociclis­mo y es colaborado­r de Motor Clásico desde 1990.

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