Motor Clásico

La envidia de Luis

Visitamos a Luis en su nave industrial, donde se siente a gusto entre tanto clásico. Además de tener allí sus vehículos y objetos, también facilita que otros aficionado­s puedan guardar sus tesoros rodantes, realizar personalme­nte el mantenimie­nto e inclus

- IGNACIO SÁENZ DE CÁMARA (TEXTO). CLASSIC LANE (FOTOS)

Ya en el exterior del edificio, sito en Coslada y próximo a Madrid, un grupo de veteranos Land-Rover Santana guardados a la intemperie nos indica que hemos llegado al lugar. Después, Luis nos confesará que aprendió a conducir bien jovencito con el Land Rover que tenían en su finca unos amigos de su padre, algo que le hizo enamorarse del famoso todo terreno. Una vez dentro, llaman la atención la altura, luminosida­d y superficie del inmueble donde mantiene su colección, que incluye clásicos y antiguos, además de alguna moto y un repertorio de objetos de Automobili­a. Mientras le esperamos, su hijo Eduardo nos acompaña por el recinto, en el que destacan las banderas que adornan la zona superior y la abundancia de cuadros. Según vamos andando, pasamos al lado de varios coches protegidos con fundas. «Son de las plazas de garaje puro y duro Ð nos dice EduardoÐ . Algunas son de gente joven que saca sus clásicos los fines de semana y dejan entretanto su coche moderno. Otras están contratada­s por personas más veteranas que están aquí muchas horas, hacen piña y hablan de coches, de motos y de aviones; comparten la afición entre ellos siempre como aficionado­s.»

LOS USUARIOS PUEDEN DISPONER DE PALLETS Y ARMARIOS PARA DEPOSITAR HERRAMIENT­AS Y PIEZAS

Vemos también un Fiat Panda 4x4, un Saab 96 de 1963 y un Volkswagen Escarabajo Cabriolet con placas estadounid­enses. En cambio, lo llamativo es que encima hay más coches gracias a una robusta estructura metálica. Entre otros, oteamos un Chrysler Six de 1925 cuya carrocería torpedo está atacada por el óxido, un Volkswagen Escarabajo 1500, un Seat 600 E y un Morris 1100, en cuya cercanía se divisa un cartel del III Trofeo Nuvolari, disputado en el circuito de Montjuïc en abril de 1958.

Asimismo, hay otra zona denominada Boxes, en la que los dueños pueden realizar todo tipo de reparacion­es con sus propias herramient­as. ªTienen a su disposició­n estantería­s, donde pueden depositar sobre palets los asientos y demás piezas que van desmontand­oº, nos explica Manuel. Allí vemos un grupo formado por un Renault 8 TS, un Jaguar XJS, una berlina Imperial Crown, un MG B y un Citroën 11.

Al fondo, en un lugar alejado del resto de vehículos, comienza a oírse el sonido provocado por una lijadora radial. Nos acercamos hasta la zona de lijado y allí está Manolo, quien lleva años reconstruy­endo la carrocería de un Amilcar CGSS y le agrada realizar su faena con calma. La curiosidad nos arrastra a recorrer cada rincón y así nos encontramo­s con un Seat 1400 Spider Serra al que le falta mucho para recuperar su esplendor, un Chevrolet de 1929 cuya puesta al día progresa y la carrocería recién pintada de un BMW 3.0 CS, mientras que aguardan su turno más o menos próximo dos Vespas de faro bajo y una Soriano de 1948.

En ese momento aparece Luis al volante de un Chrysler de cuatro cilindros, fabricado en 1926 y carrozado en doble faetón. Tras las presentaci­ones y las fotos, para ir entrando en materia, le preguntamo­s por el momento que comenzó a sentir esta afición. Nacido en 1945, se traslada directamen­te a su infancia, a los siete años, cuando recuerda la envidia Ð «cochina», puntualiza­Ð que le corroía con su primo Carlos¼ por la colección que tenía de miniaturas Dinky Toys.

En la adolescenc­ia, Luis nos cuenta que se escapaba del colegio e iba a la calle Núñez de Balboa. «Allí había un servicio oficial Lancia, propiedad de un italiano llamado Mario, al que además de Lancia iban Seat 1400 y Seat 600. Mi trabajo consistía en limpiar motores, como cualquier aprendiz, y me gustaba bastante más que ir a clase. Con 17

EN ESTA NAVE PODEMOS DAR GOLPES CON UN MARTILLO SIN QUE PROTESTEN LOS VECINOS NI LA FAMILIA

años, el dinero que ganaba con las limpiezas me valió para comprarle un Biscúter a Abraham, el peluquero del Hotel Velázquez, hasta que me descubrió mi padre. Aprendí la lección y cuando ya tenía 18 años, con la ayuda de otro buen amigo y aficionado con posibles, nos hicimos con un Ford T.»

Dentro del grupo de aficionado­s madrileños que al inicio de los años Sesenta tenía interés por los coches antiguos, Luis tuvo la suerte de conocer a Pepe Rodríguez de la Viña, fundador en febrero de 1961 junto a su hermano Enrique y otros entusiasta­s del Club de Automóvile­s Clásicos y Veteranos. De hecho, Pepe, conociendo la afición de Luis y su economía maltrecha le propuso un reto: si era capaz de poner en marcha el motor de un Ford A Roadster, le regalaba aquel coche. «Por supuesto que acepté el desafío. Pepe me llevó al lugar donde estaba el coche, en el Bazar de las Américas, al lado del Rastro. En pocas horas el motor del Ford A estaba en marcha y yo tenía mi primer coche de categoría, gracias a la generosida­d de Pepe.»

Desde aquel momento ha pasado más de medio siglo, un tiempo que le ha servido a Luis para tomar conciencia de que muchos entusiasta­s se ven forzados a abandonar la afición, dadas las dificultad­es para mantener personalme­nte su clásico. «Con esta nave, encontré la solución al problema de tener un sitio donde poder mancharse, enredar en los motores y dar golpes con un martillo sin que protesten los vecinos ni la familia. Actualment­e somos casi una familia con algo más de cincuenta, con un abanico de edades entre los 16 y 82 años, una amplia diversidad de profesione­s y todos unidos por la afición a coches de cualquier tipo.»

Lo más llamativo es que su pasión sigue activa. «Este año he conseguido terminar un Land-Rover serie 2109 de bomberos y un Saab 96. Y en este 2018 que empieza mi intención es restaurar un cabriolet Ford V8 de 1939, otro Land-Rover Setie 1 de 1954 y un motocarro Trimak. Y veremos si la economía y la salud nos permiten terminar estos proyectos. Y digo ªnos permitenº por la necesidad de contar con la ayuda indispensa­ble de mis buenos amigos: Manolo Barragán, Manolo Segundo, Catalino y otros usuarios de las instalacio­nes, expertos en pedidos de piezas, etc.»

En definitiva, Luis sabe de la importanci­a de rodearse de los colaborado­res adecuados. De ese modo, además de pasar buenos ratos entre amigos que comparten la misma afición, se consigue crear una red que facilita el avance en la rehabilita­ción de sus vehículos. mc

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Cada cual a su gusto. En la nave es posible toparse con vehículos de todo pelaje. Desde un tractor Farmall Cub hasta un Seat Marbella preparado para rallyes de tierra, un MG B o una moto de cross desmontada.
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