Volvo 121 Amazon
La reunión de estos dos Volvo tiene un punto de exclusividad y el mérito de la autenticidad, porque les cazamos en su hábitat natural, en el norte absoluto de Suecia, en Laponia, donde han pasado toda su vida.
Fue por curiosidad que en febrero pasado, durante un paseo por el pueblo de Arjeplog, descubrí disimulado tras una pala mecánica y bajo unos centímetros de nieve, este Volvo Amazon aparcado al raso en el jardín de una casa de madera pintada de color rosa. El coche tenía una pátina muy trabajada por el tiempo en su chapa y un interior con el estigma de sus vivencias pero en uso. A los pocos días Kenneth, su dueño, aceptaba encantado Ð y algo incréduloÐ que le hiciéramos un reportaje al coche en una revista española. La sorpresa fue la llegada a la oficina al día siguiente del amigo Thierry, francés afincado en Arjeplog, a bordo de un imponente Volvo 144 de color gris claro en lugar de su habitual Xantia. Surgía una comparativa perfecta y con una historia interesantísima.
El pueblo de Arjeplog en la provincia de Norbotten, Laponia Sueca, cuenta con unos 2.000 habitantes y está rodeado de lagos y a tan solo 70 kilómetros del círculo polar árctico. Por esa razón es la capital mundial de las pruebas invernales de automóviles. Situado a unos 4.500 km de España, tan solo faltan 1.500 kilómetros para llegar al Polo Norte. A finales de año es el reino de la oscuridad con tan solo dos horas de luz que revelan un universo blanco y helado, tan exótico e inhóspito como bello y atractivo. Alrededor del pueblo lagos helados y kilómetros y kilómetros de bosques. Aquí las casas no tienen cortinas o visillos, más bien una lamparita cuya luz nunca se apaga porque le puede salvar la vida a una persona perdida. Es la herencia de unos tiempos menos tecnológicos sin teléfono móvil y otros inventos, que me recuerda que también se decía de los Volvo que tenían una fiabilidad a toda prueba porque de ella podía depender la vida de un conductor y su familia. En otoño -10ëes una temperatura habitual mientras el invierno varía entre -10ë y -40ë. El día del reportaje en marzo, el termómetro marcaba -15ë cuando nos fuimos a recorrer el pueblo y la carreterita de las presas para las fotos.
Los dos coches siempre pertenecieron a las mismas familias aunque ambos tuvieron su periodo de olvido. El Volvo 121 Amazon fue adquirido el verano de 1967 por Rune Oskarsen (un apellido noruego, no sueco nos precisan). Kenneth, su nieto y actual propietario del coche
desde 2009, entonces era muy pequeño y tiene muchos recuerdos desde el asiento trasero del que le parecía un majestuoso coche, sobre todo con su tío Kund conduciendo y, a menudo, sirviendo de chófer a su hermano, el padre de Kenneth. Abuelo y tío le dieron mucha tralla al Volvo, tanta que no nos puede asegurar Kenneth si el contador ha dado tres o cuatro vueltas¼ Pero el motor funciona perfectamente señala Kenneth, «el secreto es ponerle siempre el mejor aceite». El caso es que a pesar de los muchos kilómetros recorridos, el coche jamás ha salido de la región de Norbotten. Cuando falleció su tío tuvo que esperar un tiempo hasta rescatarlo y ponerlo al día. Un cambio de bomba hidráulica de embrague, de bomba de gasolina y un ajuste de válvulas le dieron una nueva juventud al 121.
El 144 no pertenece a Thierry, que de hecho es francés con ascendencia española ya que su abuelo con dos hermanos dejaron un pueblo cercano a Aranda de Duero en el verano de 1918 para irse hasta Pau, desde donde nunca regresaron. El coche es de su mujer, Lisa Hellander, un apellido sueco conocidísimo al ser el de la familia más numerosa de Suecia y originaria de la región de Norbotten, ¡con reportaje de la televisión nacional incluido! También fue el abuelo de Lisa, Elof, quien compró el coche. El abuelo Elof era lapón, hijo de una viuda con once hijos, de modo que pronto se enroló marinero y viajó por el mundo durante unos años a principios de la década de 1930. Al volver a Arjeplog crió fama de ser original, entre otras cosas por su pasión por un brebaje en aquellos tiempos totalmente exótico en Laponia, el vino tinto que Elof descubrió en¼ España. Así que cuando se compró el ultimísimo modelo Volvo 144 recién salido al mercado en enero de 1970, solo fue una originalidad más. Elof disfrutó del que era uno de los coches con más empaque del pueblo durante diez años hasta que falleció en 1980, pero según Lisa lo
EL PUEBLO DE ARJEPLOG ESTÁ RODEADO DE LAGOS Y BOSQUES A SOLO 70KM DEL CÍRCULO POLAR
conducía poco y a menudo iba por el pueblo caminando antes que en coche.
Lisa vivía entonces en Goteborg y era pequeña por lo que tampoco recuerda demasiado a su abuelo con el coche. Sin embargo Kenneth que sí vivía en Arjeplog y era un poco mayor, recuerda perfectamente el Volvo 144, un coche imponente, casi siempre aparcado en el parking del colegio ¡donde Elof trabajaba como conserje-manitas! En el año 2000 el 144 solo había recorrido 108.000km y nunca había salido de la región. Como muy lejos el abuelo Elof iba por la carretera Silvervagen 95 en dirección a Noruega hasta Jackvik a unos 50km, donde acababa la 95¼ Para Lisa el 144 fue el coche de verano, el de las vacaciones en el pueblo, que conducían su tía y su madre y que estuvo en uso hasta el año 2014 cuando se averió. Cuando Lisa volvió al pueblo de Laisvallby para vivir en el valle de donde es originaria su familia, heredó del coche y con Thierry lo volvieron a poner en marcha: distribución, carburación, batería y adelante. El 144 dormía protegido por un techo por lo que su carrocería y sobre todo su interior, no han sufrido demasiado. En verano esta región tiene hasta veintidós horas de luz y el sol es fuerte nos precisa Thierry.
A bordo del 121 sorprende la eficacia de la calefacción que Kenneth lleva a tope y que hace que se pase casi toda la prueba con la ventanilla a medio abrir. En Laponia no se escatima en calefacción, cuestión de supervivencia. Volviendo al coche, sorprende el tamaño del volante que ocupa mucho espacio en el modesto habitáculo y lo hace difícil de manejar con toda la ropa de abrigo que llevamos. Lo que más ha sufrido es el salpicadero acolchado del que Volvo presumía en los años '60, rajado en muchos sitios, así como el alfombrado que revela que el coche se ha usado muchísimo.
Primera y en marcha, el 121 acelera con poco patinaje de las ruedas traseras a pesar de que los neumáticos de invierno, con décadas a sus espaldas, están resecos y duros. La motricidad se explica por el claveteado legal así como por el diámetro de los neumáticos 165 SR 15. Los mandos son todos suaves y agradables, informan bien de lo está pasando aunque carecen de precisión como lo entendemos ahora. En la estrecha carreterita de las presas el 121 necesita mucho giro de volante a la vez que su cambio requiere movimientos muy amplios. La larga palanca con su base muy adelantada cae idealmente bajo la mano pero los recorridos son muy largos, sin duda una prueba de desgaste. La tercera arriba y la cuarta abajo a la derecha casi necesitan desplazar el busto para ser alcanzadas, pero las marchas pasan perfectamente.
Con la velocidad el coche se revela estable y acepta de buena gana frenadas marcadas que se controlan perfectamente desde el pedal evitando bloqueos de rueda. El motor 1.8 de 75 caballos cumple perfectamente con energía desde las primeras revoluciones (15 mkg a 3.000 rpm) y con un medio régimen convincente, que no potente, pero seguro que algunos caballos faltan. Lo realmente
sorprendente del 121 es que se comporta como un coche de tracción delantera, es morrón con la sensación de que el tren trasero sigue sin problemas. Por las curvas uno se preocupa de lo que hacen las ruedas delanteras mientras se percibe una trasera ligera y asentada que solo empieza a sobrevirar cuando el conductor se empeña y lo consigue a base de mucha aceleración. En tal caso el movimiento es suave y se corta a la mínima que se relaje la presión del acelerador pero en caso contrario el contravolante requiere mucho giro por lo que cualquier retraso provoca sustos. Muy noble, el 121 no deja percibir que es pesado y que supera la tonelada. Butacones cómodos y suspensión con muy buen compromiso tirando a firme hacen la conducción agradable y relajada a la vez que muy activa con el bonito volante de aro fino que requiere trabajo y los larguísimos recorridos de palanca para engranar marchas.
Con el 144 se entra en otro mundo aunque la filiación es evidente, tanto con el aspecto interior del coche como con sus sensaciones mecánicas. El idéntico volante se percibe más acorde al gran espacio del que se dispone desde el asiento del conductor. La sensación de espacio y desahogo con mayor visibilidad marca el paso hacia unas dimensiones acordes con lo que serían los años Â70 y Â80. La palanca de cambio sigue larga y articulada al suelo, muy adelantada pero con recorridos más reducidos, incluso cierta precisión. Los mandos no han perdido
suavidad y los asientos incluso han mejorado en comodidad. Los amplios butacones de tela roja son fantásticos y la banqueta trasera con todo el espacio disponible y la luminosidad del coche es el complemento perfecto de una berlina familiar. En cuanto a la conducción es aún más agradable que con el 121, con sensaciones de comportamiento radicalmente diferentes. El motor es la evolución 2 litros y tiene claramente más poderío con similar rango de utilización a bajas y medias revoluciones con 101 CV y 16,5 mkg a 3.000 rpm.
El 144 se nota más potente pero también más pesado con 200 kg añadidos con respecto a su predecesor. Su estabilidad en carretera a velocidad de crucero es notable permitiéndose marcar 100-110 km/h en hielo con excelente sensación de control. Sus dimensiones se notan también a la hora de frenar con una capacidad de deceleración que supera con creces la del 121, y es que este coche ya equipa cuatro frenos de disco. Entre curvas también cambia mucho el panorama porque a mayor peso y dimensiones (más voladizo trasero) corresponde un carácter en el que las transferencias de masas están más presentes, sobre todo considerando que la distancia entre ejes de 2.600 mm es la misma que la del 121.
Desde el primer golpe de gas se percibe que las ruedas traseras empujan y pierden agarre en aceleración. No es que la motricidad sea peor sino que la mayor potencia provoca patinaje en unos neumáticos que han conservado la misma dimensión y la misma salud que los del 121. En curva el 144 se comporta claramente como un coche de propulsión trasera y tiende a sobrevirar sin tardanza al acelerar, pero con unos buenos modales exquisitos que avisan y permiten contravolantear cómodamente para que asome el carácter eficaz y divertido del 144 que fue, como el 121, una buena base para carreras. ¡El propio Kenneth compitió unos años por placer con un 144! La calefacción es tan efectiva como en su predecesor y la comodidad es proverbial para ir de viaje sin contar kilómetros. mc