Motor Clásico

Rumbo al Cantábrico en Seat

Circuitos, serranía y txacolí al volante de un 850 Coupé.

- FERNANDO BÓBEDA (TEXTO). MIKAEL HELSING (FOTOS)

Cuando nuestro flamante Seat 850 salió de la cadena de montaje de Martorell, año 1968, aquella España vivía en blanco y negro. La década de los sesenta se nos iba y eran años en los que pocos motivos había para la diversión, más allá de unos pocos escarceos que en su mayoría se hacían a hurtadilla­s. Por eso un coche con estas «provocador­as líneas» sorprendió. Y se convirtió en objeto de deseo. En la Piel de Toro apenas el Jarama como trazado permanente y Montjuïc con sus 24 Horas permitían alegrías deportivas para los amantes de pisar a fondo.

50 años más tarde, ¡medio siglo!, el panorama es otro y podemos disfrutar de un montón de trazados de nivel. Y en uno de estos nuevos circuitos dimos el banderazo de salida a nuestra ruta, Los Arcos, un sueño que nació en 2010. Aunque debo reconocer que en algún momento eché de menos una centena más de caballos bajo el capó, parece que el circuito navarro ha estado todos estos años esperando al 850. Se defendió curva va, curva viene, como un titán. Y cuando tras un par de vueltas le dimos merecido descanso, la cara de satisfacci­ón de todos los que allí estábamos era de foto. ¡Bien hecho pequeñín! Genio y finura la del azulón.

Despejados, habiendo soltado un poco de adrenalina y con un café caliente en el cuerpo, enfilamos la A-12 camino de Estella, estamos a poco más de 25 kilómetros. El circuito se encuentra a medio camino entre Logroño y nuestro siguiente objetivo. Tendrás suerte si llegas a Estella en uno de sus mercados medievales, cuando la ciudad recupera el espíritu de siglos pasados y hace honor a las palabras de Aymeric Picaud, primera pluma del Camino de Santiago, que definió a Lizarra ±su topónimo en euskera± como «ciudad de buen pan, excelente vino, mucha carne y pescado y toda clase de felicidad».

Perderse por su Casco Viejo es un recuerdo constante a la grandeza del Reino de Navarra que únicamente rindió pleitesía a la Castilla de los Reyes Católicos en el año 1512. El Palacio de los Reyes de Navarra, la Judería, San Pedro de la Rúa, o las iglesias del Santo Sepulcro o San Miguel nos transporta­n a otras épocas, sin prisas ni impacienci­as.

Estella es piedra medieval donde cada cual carga con la mochila de sus sueños; quizás más terrenales los nuestros dentro del coqueto deportivo, puede que con un aura de idealismo los de los peregrinos, pero sueños al fin y al cabo que todos perseguimo­s. El Camino Milenario, el de los milagros y las leyendas, el de la felicidad y la tristeza, tiene en la ciudad navarra uno de sus hitos más importante­s.

Dejando atrás al santo y a sus caminantes, enfilamos a buen ritmo la ruta dirección a Baquedano por la NA-718. Este 850 es pequeñito pero matón, y creo que se siente mejor en carretera abierta que por las estrechas callejuela­s de las ciudades jacobeas. Con el recuerdo del circuito que dibujó con gracia a primera hora de la mañana, apuramos las marchas trazando a buen ritmo las curvas y los repechos que nos llevan al Nacedero del Urederra; todavía el bosque se mantiene bello en este inicio de invierno y, atentos a sortear ovejas y vacas que se cruzan en nuestro camino, llegamos por fin.

EN URBASA SE VIVE LA NATURALEZA EN ESTADO PURO

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