Sin ambages ni firuletes
La reflexión que voy a exponer empezó a cocerse en mi mente cuando leí unas declaraciones de nuestro hexacampeón mundial, Marc Márquez, cuyo mensaje Ð no literal, pero sí de fondoÐ era que caerse en entrenamientos no tiene importancia; que lo malo es caerse en carrera. Conturbado por semejante opinión, como es lógico en un aficionado muy veterano al motociclismo de velocidad, para no escribir a vuelapluma repasé su balance percances/resultados desde que llegó a la categoría MotoGP¼ y los pelos se me pusieron bastante de punta: debutó en 2013 logrando el Título tras quince caídas; en 2014 revalidó Título con once caídas, entre las que un batacazo escalofriante en Phillip Island le animó a decir: «Mejor que me suceda ahora, así obtengo experiencia para el año que viene» ; pese a esa «experiencia», saldó 2015 con trece caídas y el tercer puesto final; en 2016 recuperó el Título con diecisiete caídas; y en 2017, su cuarto Título le costó¼ ¡veintisiete caídas! que justificó así: «Me caigo porque lo doy todo desde la primera sesión de entrenamiento hasta la carrera. Es mi estilo».
Total, salvo error u omisión, el saldo de esos cinco años es cuatro Títulos¼ ¡y ochenta y tres caídas en noventa Grandes Premios! Un porcentaje de éxito impresionante (80%) y un porcentaje de percances tan aún más impresionante (92,2%), que Ð perdón por la licenciaÐ hace que el suyo, casi más que un historial sea un «hostiorial» deportivo que como también incluye sus famosas «salvadas» (esas no pocas ocasiones en que logra evitar caídas cantadas y seguir en carrera), arroja una relación sobresaltos/participaciones superior al 100%.
Bueno, pues con tan tremenda siniestralidad, el número e importancia de sus lesiones es asombrosamente bajo porque Ð en mi opiniónÐ ese chico¼ ¡hasta caerse lo hace bien! Y creo que su hipercapacidad para evitar in extremis las caídas y minimizar sus consecuencias físicas dimana de su estilo, pero por encima de ambas razones hay otra sine qua non: afortunadamente, corre en el siglo XXI, porque de haberlo hecho en el XX, dudo que hablásemos de él en presente.
Sin tecnicidades que estarían fuera de lugar, lo cierto es que Marc suele «entrar en pérdida» al llegar a 64ëde inclinación, y como a esas alturas sólo le faltan 26ëpara acostar del todo la moto, y encima va con el cuerpo descolgado apoyando rodilla y codo, no se cae en sentido estricto. Simplemente, pese al extraordinario coeficiente de adherencia de los neumáticos actuales, la fuerza vertical (peso) ya no los presiona contra el suelo lo suficiente para que logren sujetar la fuerza centrífuga, y en ese punto, él y la moto, que ya iban deslizando (derrapando), si no encuentran obstáculos arrastran sin impactos ni volatines hasta parar¼ o recuperar «milagrosamente» la verticalidad y proseguir la marcha.
Pero, ojo: aunque parezca controlado, el peligro ±que es mucho y muy serio± sigue ahí; lo que logran Marc y su estilo sólo está al alcance de pocos¼ o nadie más; según datos globales de las tres categorías del Mundial (fuente: motogp.com), en 2017 se alcanzó el récord histórico de caídas/temporada (¡mil ciento veintiséis!), y desde que hay registro oficial (2006, con seiscientas cuarenta y siete), la cifra total sólo dejó de crecer en 2009, 2013 y 2015. Alarmante, ¿no?
Por eso creo que entre todos deberíamos procurar que los pilotos no incurran en el error de menospreciar «el factor riesgo» que siempre conviene tener respetuosamente en cuenta, pues aunque los inmensos progresos que en materia de seguridad se implementan continuamente a equipamientos personales, medios asistenciales y circuitos, son la feliz razón de que esos datos Ð que deberían parecernos escalofriantes y otrora tendrían consecuencias devastadorasÐ no pasen de ser estadísticas casi anecdóticas que se contemplan como una parte más del espectáculo, también propician que los pilotos exploren los límites con preocupante frivolidad, y que como en el cuento de nunca acabar, cuanta más seguridad hay, mayores riesgos asuman. mc
CUANTA MÁS SEGURIDAD HAY, MAYORES RIESGOS ASUMEN LOS PILOTOS; ES EL CUENTO DE NUNCA ACABAR