Motor Clásico

CARTA DE JOCHEN RINDT A COLIN CHAPMAN

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Ginebra, 9 de mayo de 1969 Querido Colin: Acabo de volver a Ginebra y mañana voy a tener una segunda opinión sobre el estado de mi cabeza. Personalme­nte, me siento muy débil y enfermo, todavía tengo que estar acostado la mayor parte del día. Después de ver al nuevo doctor y escuchar su opinión, podremos tomar una decisión final sobre Mónaco e Indy.

Tengo esa increíble foto que explica muy bien el accidente, no sabía que se pudiera volar tan alto. Al parecer, Robin Herd (1) vio el ala ceder, pero no pudo ver el accidente porque ocurrió a la vuelta de la curva.

Ahora toda la situación, Colin. He estado corriendo en F1 durante 5 años y he cometido un error (embestí a Chris Amon en Clermont Ferrand) y tuve un accidente en Zandvoort por un fallo del cambio. Por lo demás he conseguido no meterme en problemas. La situación ha cambiado rápidament­e desde que me he unido a tu equipo: Levin (2), los triángulos del F2 en Eifelrace (3) y ahora Barcelona.

Honestamen­te, tus coches son tan rápidos que seguirían siendo competitiv­os con unas cuantas libras extra para fortalecer las partes más débiles. Además, creo que deberías emplear más tiempo en examinar lo que hacen tus diferentes empleados, estoy seguro que los triángulos del coche de F2 habrían sido diferentes. Por favor, considera mis sugerencia­s, sólo puedo conducir un coche en el que tengo alguna confianza y siento que el momento de no tenerla está muy cerca.

(1) Robin Herd: ingeniero que, en 1969, trabajaba para Williams. (2) Levin: circuito de Nueva Zelanda incluido en el campeonato Tasman. Rindt, con el T49 de F1, tuvo un accidente por una avería en los frenos, quedó volcado y empapado en gasolina por unos depósitos defectuoso­s. (3) Eifelrace: Rindt traduce al inglés "Eifelrenne­n", una carrera que, en 1969, formaba parte del campeonato de Fórmula 2. Rindt corría con el T59 y se le rompió un triángulo de suspensión.

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El accidente de Montjüic. Obsesionad­o con tener ventajas técnicas sobre sus rivales, colocó un alerón trasero aún más grande sobre unos soportes demasiado aligerados. Se rompieron y provocaron los accidentes de Hill y Rindt.

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